GUADALAJARA, SCHERER Y LA FERIA DEL LIBRO
La fiesta de los libros en Guadalajara tenía algo distinto. Hasta la
edición anterior, el foro de arte en la explanada principal no estaba cubierto, el paisaje era violento, rejas y un exceso de guardias, para evitar la venta de artesanías ambulantes. Adentro el ambiente más amable: la música del mariachi, presentaciones interminables, cócteles de las casas editoriales, grupos de escolares que rompían el protocolo… En resumen, se trata de la Feria del Libro más importante de las letras españolas y había que llegar puntual a la cita.
Perú fue el país invitado de honor, aunque el horror llegó por parte de Vargas Llosa (der.), quien se encargó de abrir una polémica advirtiéndole a México que no vaya a caer o votar por el “populismo” de la vieja izquierda. La familia de Juan Rulfo, en un gesto de dignidad, hizo pública su decisión de no permitir que el Premio de Literatura de América y el Caribe se nombre como el autor de El llano en llamas.
Pero, en lo personal quiero hablar del homenaje al periodista Julio Scherer en la FIL 2005, protagonista del acto más esperado de Guadalajara. Scherer convocó al dramaturgo Vicente Leñero, a los escritores Carlos Monsiváis, Elena Poniatowska y Miguel Ángel Granados Chapa para compartir en la mesa, las alegrías y dificultades que significaron fundar el semanario Proceso (1976). Es que
la historia del periodismo en México pasa por la vieja Olivetti de
Scherer.
Un mes antes de la matanza de Tlatelolco (1968), asume la dirección
del diario Excelsior, para convertirlo en el periódico más importante de América Latina y colocarlo en el “top ten” de la prensa mundial. Pionero de una visión crítica, Excelsior fue el enemigo público número uno del PRI, hasta que el gobierno de Luís Echeverría le organizó un “golpe de Estado” al interior del diario en 1976, expulsando al implacable director Scherer y sus colaboradores.
En la Sala Juan Rulfo no cabía ni un alma más, un auditorio que se
entregó por completo a Scherer al verlo cruzar el umbral, aplausos y lágrimas para quien honor merece. Entre los asistentes, se distinguían a la crítica de arte Raquel Tibol y al caricaturista Rius (que viajó desde Tepoztlán, Morelos, a presentar sus obras in-completas).
Scherer por Elena Poniatowska
Elenita hizo una poesía de la vida de su amigo Julio “…Al recibir el
doctorado Honoris Causa en el aula magna de la Universidad de
Guadalajara, bajo la cúpula pintada por José Clemente Orozco, Julio Scherer García se parecía a todas las figuras de Orozco, era el trabajador de overol, el hombre del torso poderoso, el personaje de dos cabezas y el que sobrevive a todas las catástrofes…”
Luego me sorprendí, al escuchar la historia familiar de Scherer en viva voz de Elena: “Julio es nieto de Hugo Scherer, un banquero alemán, que a mediados del Siglo XVIII se hizo amigo de alta sociedad porfiriana, fue invitado de honor en la boda de la hija de Joaquín Casasús, con el hijo de Justo Sierra, así como lo fue en la de don Porfirio en la Hacienda del Centenario”. Inmediatamente giré mi cabeza en busca del «monero» Rius, él que tanto criticó a Joaquín Casasús, ahora resulta que sin saberlo, el abuelo de Scherer y mi bisabuelo fueron buenos amigos, ¿podría ser tan mala persona Joaquín Casasús, amigo de Ignacio Manuel Altamirano, de
Justo Sierra y del abuelo de Julio Scherer? “Creo que no”, sonrió Rius
a mi costado.
Scherer por Carlos Monsiváis
“Señoras y señores, periodistas todos”, Monsiváis habló de las
“estampas” que rigieron la vida periodística de Scherer: “Si vas a escribir sobre lo que se te ocurra, dedíquense a hacer de sus ocurrencias noticias” (palabras a un joven reportero en 1961) “No
le haga tanto caso a sus emociones, hágase de un sistema informativo, esto es más emocionante” (en campaña de la dirección de Excelsior, a un treintañero colaborador de la página editorial), y ya como director del diario: “No se vale, todo el poder del Estado contra unos jóvenes, la única conspiración que se ve, es la de la policía, el presidente Echeverría quiere que se le bese la mano, porque es el padre de todos los mexicanos, pero ese padre nunca ha existido… por eso cuente usted lo que se ve en las calles, ya habrá tiempo de contar lo que sabe, ahora cuente lo que se ve” (1968).
Monsiváis se reconoce en cada frase, su evolución como cronista, el apoyo moral e intelectual que le brindó Scherer al iniciar su carrera, la reciproca palabra de ternura, desde hace muchas marchas y manifestaciones sociales.
Dos ineludibles compañeros del alma:
Granados Chapa y Vicente Leñero
Granados Chapa hizo memoria de la ruptura que ocasionó Scherer en el
periodismo rutinario, casi un “boletín oficial” era la prensa antes de
Excelsior, habló de cada libro escrito por su amigo Julio en especial de Siqueiros, la piel y la entraña (editorial Era 1965).
Siqueiros fue entrevistado en prisión, entre agosto de 1960 y julio de 1963. Granados cuenta de tres personalidades que visitaron al muralista en su celda: el fotógrafo Héctor García, el poeta Pablo Neruda le escribió a su amigo: «México está contigo prisionero» y Julio Scherer para armar la serie de entrevistas.
Por su parte, Vicente Leñero, el dramaturgo más representado y representativo de México, montó un diálogo: «¿en qué somos diferentes,
además de nuestros equipos favoritos de béisbol?».
Le dijo Scherer a Leñero: “la diferencia entre tú y yo, es que si estuvieras frente a Picasso, tú te pondrías a ver sus cuadros y yo le haría una entrevista”.
Leñero fue tejiendo un vaivén de emociones, nos dejó un nudo en la garganta cuando recordó la tortura que sufrió Scherer a manos de los militares centroamericanos en la frontera de Guatemala y El Salvador*** o el acierto de bautizar a Raúl Salinas, como el “hermano incomodo” en 1994, portada e investigación exclusiva, que Leñero considera la mejor de la historia de Proceso.
Ojo por ojo, Scherer por Scherer
Autor de Siqueiros: La piel y la entraña (1965, reeditado 1974 y
1996), Los presidentes (1986), Historias de Familia (1990), Estos años (1995), Salinas y su imperio (1997), Cárceles (1998), Parte de guerra (1999, con Carlos Monsiváis), Pinochet, vivir matando (2000), Máxima seguridad (2001), Tiempos de saber, prensa y poder (2003),
Los Patriotas. De Tlatelolco a la guerra sucia (2004, junto a Monsiváis), El perdón imposible. No sólo Pinochet (FCE, 2005) y La pareja (editorial Plaza&Janés, 2005), este último trabajo, dedicado a nuestra mancuerna imperial, perdón: a pareja presidencial Fox y Sahagún.
El libro denuncia la nueva embestida que desde el poder se hace contra Scherer, su hijo Julio Scherer Ibarra es victima del gobierno de Vicente Fox: “El acoso comenzó el 6 de abril de 2001″. En La pareja Scherer García desmenuza algunas de las14 causas que cayeron sobre Scherer Ibarra, la mayoría relacionadas con un presunto fraude por un subsidio no ejercido en el Consorcio Azucarero Escorpión (CAZE), del que fue director general. Un delito inexistente, afirma el autor, pues el dinero de dicho subsidio nunca llegó a manos de los industriales…
«En un solo día, el 14 de julio de 2002, cayeron sobre Scherer Ibarra nueve denuncias simultáneas de cargos iguales, que fueron turnadas a
nueve distintos ministerios públicos, situación que obligó al acusado a
trabajar en simultáneo nueve defensas para hacerle frente a nueve
litigios que, con menos dolo, podrían haberse concentrado en uno”*.
Granados Chapa citó: “La periodista Carmen Aristegui, propuso que en esta reunión, se diga: “Es tiempo ya, señor Presidente Fox, es tiempo ya de detener la mezquindad”***
«México está contigo prisionero» (Pablo Neruda). México está contigo libre, gracias Scherer. Nuestra generación, prácticamente no creció con Scherer, él salió del semanario Proceso en 1994, volvimos a saber de él por la entrevista que le concedió el subcomandante insurgente Marcos durante la marcha desde Chiapas a la ciudad de México (2001) transmitida por TELEVISA (¡qué cosas tiene la
vida!, TELEVISA presionó la salida de Scherer del diario Excelsior).
Scherer ha sido la casa de toda América, emplazó a colaborar en Proceso a gente como Julio Cortázar, Gabriel García Márquez, Ariel Dorfman, José Emilio Pacheco, Ricardo Garibay, Raquel Tibol, a los moneros Rius y Naranjo y a un infinito de constelaciones y voces del pensamiento contestatario al sistema neoliberal. Es culpable de hacer de la cultura una noticia.
Al final, Julio Scherer caminó entre la multitud que pretendía saludarlo, al pasar junto a la prensa la comitiva se detuvo… quedé frente a frente con la persona que más he admirado en mi vida, “don Julio, aquí para La Jornada Morelos
–¿Casasús? –Preguntó sonriendo Scherer,
-Sí-, respondí -de los amigos de su abuelo. –Busqué una pluma para que me dedicara Siqueiros, la piel y la entraña– Por un momento comprendí al norteamericano Paul Auster, quien se hizo escritor cuando, frente a su jugador favorito de béisbol, no encontró un lapicero. Y nunca se separó de la pluma desde aquel trágico día de la niñez; ahora yo,frente a un fanático del béisbol como lo es Scherer, no encontré por las prisas algo para la rúbrica. Extendió su mano al despedirse, y sentí, por un momento la novena entrada de un juego de béisbol con casa llena, junto a la Novena de Beethoven al ver partir a una leyenda.
Notas:
*www.radioformula.com.mx/programas/tarde/articulos.asp?ID=3528
** Diario Reforma, viernes 25 de noviembre de 2005.
*** Proceso 4 de agosto de 1980.
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* Periodista, director de Umbral, revista cultural del diario mexicano La Jornada Morelos.