La UE sostiene a Ucrania… como la cuerda sostiene al ahorcado… Y aunque parece cuento de Navidad, Kiev pagará la cuerda en cómodas cuotas gracias a un crédito avalado por la UE –a quién, habida cuenta de sus pobres cuentas, no se sabe quién o qué avala– mediante el truco, artificio o pillería que consiste en la emisión de Eurobonos.
¿Qué es un Eurobono? Un título de deuda… Un “Vale por…”
Los mercados financieros ponen el billete, a cambio de una no tan modesta remuneración llamada tasa de interés, cuyo monto depende mayormente de cuan necesitado estés del crédito. Las agencias de calificación de deuda que viven de su bola de cristal, perdón, de su capacidad para evaluar la solvabilidad de quién pide el crédito, premian a la Unión Europea con la nota máxima, 3A+, entre otros porque la UE no tiene deudas, debido principalmente –es un simple detalle
– a que la UE no tiene ingresos, no produce un cuesco y –financieramente– no existe.
¿Quién pagará el crédito? El simple hecho de hacer la pregunta es la prueba de tu inconmensurable ingenuidad.
Originalmente, los linces que regentan este falansterio (utopía fourierista como bien sabes) tuvieron una idea. No te rías: eso puede ocurrirle incluso a ellos. Los malos, o sea los rusos –malo y ruso son sinónimos y ‘ruso malo’ es un pleonasmo– son tan malos que no sólo le vendían energía barata a los países de la UE sino que además dejaban ese billete en los bancos europeos.
Uno arriba del otro, –incluyendo algún billete llegado en plan lavado de activos, fuga de capitales, evasión fiscal, coimisiones ilegales, malversación de fondos públicos, mordidas, etc. –, esos haberes giran en torno a 300 mil millones de euros contantes y sonantes: conocer la cifra exacta, tratándose de movidas financieras, es pedirle peras al olmo. El secreto bancario… ¿conoces?
La idea era simple como una de tus manos (Neruda): “No hay que ser weones, deberíamos incautarnos de ese billete y dárselo a Zelensky quién siempre sabe cómo hacer desaparecer la plata”.
En eso estaban cuando Bart de Wever, primer ministro belga, objetó que técnicamente eso se llama un robo, un hurto, ratería, pillaje o saqueo… “Uds. escojan”. Sus veintiséis pares giraron la cabeza y exclamaron: ¡¿What?! En realidad cada uno lo hizo en su jerga nacional, y Bart de Weber tuvo que traducir: vol, robbery, Raubüberfall, diefstal, furto, assalto, roubo, κλέψιμος, ограбление, pljačka y así…
Si no sabías porqué la UE es un burdel, ahora lo sabes.
Los más sorprendidos fueron algunos banqueros presentes a la espera del negocio, que se miraron extrañados y arguyeron… “Pero… ¿cuál es el problema? A eso nos dedicamos…”
Bart de Weber se armó de paciencia y les explicó –en 27 idiomas– que, justamente, sería un error descomunal “matar la gallina de los huevos de oro”. Agregando: “Lo más sagrado en el ‘mundo libre’ –que por eso es ‘libre’– es el billete. Y junto con el billete la propiedad del billete. El euro se aprecia frente a un dólar frágil de las de quillay, atrae inversiones, colocaciones, ahorros y depósitos… Y si nos robamos los depósitos… ¿Quieren que les pinte el cuadro o ya entendieron?”
Macron –ex banquero él mismo– no captaba. Por eso Bart de Weber se rajó con un par de datos: “El año pasado, los franceses ahorraron 113 mil millones de euros, y el ahorro global, sólo en Francia, suma 6 millones de millones de euros (6 billones). Si los gabachos se asustan y sacan ese billete de los bancos… el hundimiento del Titanic quedará como un pinche incidente de vacaciones…”
Bart no lo dijo, pero lo insinuó: “Por otra parte los rusos podrían perder su renovada fe en la inmanencia del capital y lo que es peor, en los bancos occidentales, renacionalizar la banca y los activos europeos y cagarse en la madre que nos parió”.
Terminó aduciendo que con el euro se puede hacer de todo menos limpiarse el culo, recordando el axioma fundador del coso: cuestión moneda “in God we trust”.
Dicho lo cual alentó la idea de emitir deuda a cargo del presupuesto de la Unión Europea (UE), que ofrece la ventaja de no tener ingresos propios, ni gobierno elegido, ni deudas con nadie precisamente porque la UE –financieramente– no existe.
Los partidarios de profundizar en la integración europea siempre han defendido las deudas comunes como instrumento para arruinar solidariamente a los ciudadanos en beneficio de los mercados financieros.
He ahí pues que ahora haremos la guerra a crédito, aún cuando todo dios sabe que una buena parte de ese billete se convertirá en lujosas mansiones en torno al Mediterráneo.
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