Guerra civil en EEUU: La confrontación entre proyectos estratégicos

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Walter Formento- CIEPE

 

  1. Introducción

En el corazón mismo del poder estadounidense se libra hoy una guerra silenciosa, pero total. Una confrontación que no se desarrolla entre naciones extranjeras, sino dentro del propio territorio de Estados Unidos, entre dos concepciones opuestas del poder, de la soberanía y del destino nacional.

Por un lado, se encuentra la oligarquía financiera globalista, articulada en torno a los centros de poder de Davos, la OTAN y las redes financieras transnacionales, que buscan subordinar a los Estados nacionales bajo una arquitectura global unipolar.

Del otro lado, emergen Donald Trump y Marco Rubio, junto con sectores del empresariado nacional, la oligarquía financiera localista y la continentalista norteamericana, que han decidido asumir la guerra interna contra esos intereses financieros globales que, desde hace décadas, erosionan la soberanía industrial, económica y cultural de los Estados Unidos.

Trump, expresando la fracción localista del capital financiero y empresarial estadounidense, y Rubio, articulando a la oligarquía continentalista con base en Texas y Florida, representan los polos de una resistencia nacionalista norteamericana frente al dominio financiero globalista.

Ambos confluyen en una alianza operativa que une al empresariado nacional, a sectores militares, y a un nuevo bloque político y social que busca recuperar el control del Estado norteamericano frente a las fuerzas que pretenden vaciarlo desde dentro.

2,-Antecedentes históricos del poder financiero global

Para comprender el conflicto actual en los Estados Unidos es necesario remontarse al surgimiento histórico de la oligarquía financiera global y a la forma en que, a lo largo del siglo XX, logró subordinar a las burguesías nacionales y a las estructuras industriales de las principales potencias occidentales.

2.1. De la fusión del capital industrial y bancario al capital financiero (1870–1914)

Entre 1870 y 1914, la fusión entre el capital industrial y el capital bancario dio origen al capital financiero, fenómeno que transformó radicalmente la economía mundial.
Durante este período, las potencias europeas —particularmente Gran Bretaña— consolidaron su dominio económico a partir de la expansión colonial y del control de las rutas comerciales, imponiendo la lógica rentística del capital financiero sobre la producción.

Las grandes crisis financieras de 1890 y 1907 marcaron el inicio de una nueva forma de poder: las oligarquías financieras transnacionales, que operaban por encima de las fronteras políticas, utilizando los sistemas bancarios y los mercados de valores para dirigir la economía mundial.

2.2. El impacto de la Guerra Franco-Prusiana y la hegemonía británica

La doble derrota de Francia y Prusia en la Guerra Franco-Prusiana de 1870 permitió a Inglaterra y Gran Bretaña afianzar su hegemonía financiera global. Desde la City de Londres se consolidó una red de control económico sobre Europa, extendida luego a América del Norte.

Esta hegemonía sentó las bases de lo que, más tarde, se convertiría en la primera red global de oligarquías financieras, caracterizada por su capacidad de intervenir en los procesos políticos y militares de las naciones subordinadas.

2.3. La Revolución Rusa y la reorganización del poder mundial (1917–1950)

La Revolución Bolchevique de 1917 alteró el equilibrio global, abriendo una nueva etapa en la lucha por el control del poder económico mundial.
Mientras en Rusia se consolidaba un modelo socialista antagónico al capital financiero internacional, en Occidente las oligarquías financieras consolidaban su dominio mediante la creación de instituciones de control global, como la Reserva Federal de los Estados Unidos (1912).

Desde entonces, el banco central público norteamericano de 1770, que había representado una visión nacional e industrialista, quedó subordinado a los intereses de la oligarquía financiera internacional. El mismo proceso se replicó en Inglaterra y Gran Bretaña, donde las burguesías industriales quedaron bajo la influencia directa de los grandes bancos y fondos de inversión.

  1. La consolidación de la oligarquía financiera multinacional (1929–1950)

La crisis financiera de 1929 fue el punto de inflexión en la formación de una oligarquía financiera multinacional. Desde entonces, el capital financiero dejó de tener una base nacional definida y comenzó a operar como un sistema transnacional.
Fue precisamente contra esta concentración del poder financiero que el presidente Franklin D. Roosevelt impulsó la histórica Ley Glass-Steagall de 1933, destinada a separar la banca comercial de la especulativa y limitar el poder de los conglomerados financieros sobre la economía nacional.

Roosevelt comprendió que la oligarquía financiera multinacional no solo representaba una amenaza económica, sino también un golpe de Estado financiero contra el propio gobierno democrático estadounidense.
Esta oligarquía, nacida de la crisis del 29, se consolidó en el marco de la Segunda Guerra Mundial (1939–1945), subordinando a las oligarquías locales y nacionales de Occidente a su lógica global de acumulación.

3.1. De la posguerra a la Guerra Fría: el bloque atlantista

Finalizada la Segunda Guerra Mundial, el mundo se organizó en dos grandes bloques de poder:

  • El bloque occidental atlantista, con centro en Estados Unidos, donde la Reserva Federal y el dólar se convirtieron en instrumentos de dominación financiera global.
  • El bloque socialista, liderado por la URSS, se erigió como contrapeso al capital financiero internacional.

Entre ambos emergió un tercer espacio: el movimiento de los países no alineados, que buscaban mantener su independencia frente a los dos polos hegemónicos. Expresando una tercera posición estratégica. Este posicionamiento les permitió ganar grados de libertad respecto a la oligarquía financiera multinacional, mientras profundizaban su desarrollo económico en el modo de capitalismo de estado social.

Durante este período, la oligarquía financiera multinacional se consolidó definitivamente, transformando cada crisis económica en una nueva forma de guerra —financiera primero, militar después—, para imponer su territorialidad de poder.

  1. El enfrentamiento interno en Estados Unidos

Estados Unidos atraviesa hoy una guerra política, económica y cultural que no enfrenta únicamente a partidos, sino a dos proyectos antagónicos de civilización: uno nacional, soberano y productivo, y otro globalista, financiero y rentístico.

Por un lado, la oligarquía financiera global (Clinton, Tony Blair, Obama, etc.), organizada en torno a los grandes fondos de inversión, conglomerados tecnológicos y redes mediáticas internacionales, ha buscado subordinar al propio Estado norteamericano, transformándolo en un simple instrumento de su dominación económica.

Por el otro, Donald Trump y Marco Rubio, junto con un conjunto de corporaciones multinacionales, empresarios nacionales, sindicatos y militares, han decidido revertir ese proceso y recuperar el control del Estado para el pueblo norteamericano.

Esta guerra interna no es nueva. Comenzó silenciosamente con la desindustrialización de los años 80 y 90, cuando las grandes corporaciones decidieron trasladar parte de sus plantas de producción al extranjero, priorizando la ganancia financiera global sobre el trabajo nacional.
Desde entonces, el corazón productivo de los Estados Unidos fue vaciado, su clase obrera fragmentada y su soberanía económica debilitada.

Trump y Rubio representan hoy el intento más decidido de restaurar el poder industrial y militar interno, enfrentando a la estructura globalista que domina desde las sombras los resortes de la economía y la comunicación.

  1. Trump, Marco Rubio y la nueva alianza nacionalista

El presidente Donald Trump expresa directamente a la oligarquía financiera localista: aquella que todavía concibe el poder económico desde una base territorial, nacional y productiva.

Su política se apoya en el empresariado industrial norteamericano, en las cámaras de productores, en los sindicatos y en una amplia franja del ejército estadounidense que comprende la necesidad de recuperar la independencia estratégica del país.

A su vez, Marco Rubio, desde los Estados de Texas y Florida, articula la oligarquía continentalista, que comparte con Trump el rechazo al poder globalista y la defensa del interés nacional americano, aunque proyectado en clave regional.

Texas y Florida se han convertido, en este marco, en centros de resistencia y reorganización política, donde el empresariado y los sectores militares se alinean con la idea de un nuevo orden continental opuesto al globalismo financiero.

Juntos, Trump y Rubio conforman la base de una alianza operativa nacionalista, destinada a enfrentar a la oligarquía global y sus instrumentos de poder, tanto dentro como fuera del territorio norteamericano.

5.1. La ruptura del Partido Demócrata y el realineamiento político

La llegada de Trump a la presidencia en 2016 no fue un fenómeno aislado, sino el resultado de una fractura profunda dentro del sistema político norteamericano.

Durante décadas, el Partido Demócrata —históricamente vinculado al empresariado industrial y a los sindicatos— fue progresivamente tomado por la oligarquía financiera globalista, especialmente a partir de los años 90, con la administración Clinton y la desregulación bancaria.

En ese contexto, figuras como Robert F. Kennedy Jr. y Donald Trump emergieron desde lugares distintos, pero convergentes en su enfrentamiento con los intereses globalistas.

Kennedy representó al viejo partido demócrata productivo e industrial; Trump, a la fracción financiera local que buscaba preservar el capital nacional frente a la hegemonía de los fondos financierosglobales.

El desplazamiento de empresarios y trabajadores industriales hacia el Partido Republicano consolidó así un frente nacionalista, donde coincidieron el capital productivo y el trabajo organizado en defensa de la soberanía norteamericana.

  1. La OTAN, Davos y la red globalista

La oligarquía financiera globalista no opera de manera abstracta, sino a través de una arquitectura institucional y militar concreta.
Su expresión económica se concentra en los foros de Davos, donde las élites financieras, tecnocráticas y mediáticas definen la agenda global de acumulación y control.

Su expresión militar se organiza en la OTAN, brazo armado del globalismo financiero unipolar, encargado de imponer por la fuerza el dominio sobre los territorios y los recursos estratégicos.

En 2014, la OTAN y las redes financieras globales desembarcaron en Ucrania, tomando el control del gobierno en Kiev y utilizaron ese territorio como plataforma para desplegar en profundidad una guerra indirecta contra Rusia.

Este conflicto, presentado mediáticamente como una “defensa de la democracia”, fue en realidad una guerra por la expansión de la territorialidad financiera globalista hacia el este europeo. Donde Rusia, es el gran oponente a vencer para poder avanzar.

El mismo modelo de intervención y control se proyecta sobre India, China, Irán, África y América Latina, regiones vistas como obstáculos o espacios de disputa frente a la expansión del capital financiero global y su oligarquía.

6.1. China como polo estratégico de la globalización

La oligarquía financiera global fortaleció a China como centro productivo de su estructura global.

Desde Hong Kong y Shanghái, bajo influencia británica, se constituyó un nodo financiero clave de la red globalista, aprovechando la capacidad industrial y demográfica del país asiático para consolidar su proyección económica mundial.

De esta manera, el globalismo financiero utilizó a China como plataforma de producción global, al tiempo que la transformó en un campo de tensión: un socio estratégico y, a la vez, un competidor geopolítico.

7.- La respuesta de las naciones: el surgimiento del mundo multipolar

Frente al avance de la oligarquía globalista, diversos Estados comenzaron a conformar una alianza multipolar de resistencia y cooperación.

La columna vertebral de este actor estratégico y proceso son los BRICS —Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica—, que surgió como una red de naciones decididas a defender su soberanía económica y política frente al poder unipolar.

Los BRICS representan el primer intento sistemático de organizar un orden mundial alternativo, basado en la cooperación regional, el desarrollo industrial propio y la soberanía financiera.
Desde 2014, este bloque ha crecido e incorporado nuevos miembros, articulando también con América Latina, África y Medio Oriente.

Para los globalistas, este bloque multipolar es una amenaza directa a su dominación. Para las naciones soberanas, es la base de un nuevo equilibrio internacional, en el que el poder financiero global deja de ser absoluto.

Esta base se amplió en enero de 2024 con la incorporación de Arabia Saudita, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán, se convertirían en nuevos miembros de los BRICS a partir del 1 de enero de 2024.

Mientras, la incorporación de Argentina fue bloqueada por la oligarquía financiera en su conjunto, a partir de una operación política especial de desestabilización. Por lo que esto significa a para los BRICS como para la CELAC y, el pueblo y la nación argentina misma.

 

  1. La reunión militar de Trump y la declaración de guerra interna

En los últimos meses, Donald Trump, en su condición de presidente electo y comandante en jefe de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, convocó a una reunión extraordinaria con los altos mandos militares.

El objetivo fue claro: advertir que el principal enemigo de Estados Unidos ya no se encuentra fuera, sino dentro del propio país.

Trump señaló directamente a los conglomerados financieros globalistas, a los medios de comunicación controlados por ellos —como la cadena CNN—, y a los cuadros políticos subordinados a los intereses de Davos y la OTAN como los responsables de la degradación económica, moral y cultural de la nación.

“El enemigo principal está en casa”, afirmó Trump ante los generales, en una declaración que marca un punto de inflexión en la historia contemporánea de Estados Unidos.Según su diagnóstico, esos intereses financieros son antinorteamericanos por su “naturaleza”.

Porque han deslocalizado la producción, debilitado las capacidades industriales, transferido el poder tecnológico y militar al extranjero, y promovido la lucha y fragmentación social interna.

Trump definió su programa político —MakeAmerica Great Again (MAGA)— como la expresión directa de esta guerra por la soberanía. Una guerra no sólo económica, sino civilizatoria, entre quienes defienden el Estado-nación norteamericano y quienes buscan disolverlo en un sistema financiero global sin fronteras ni pueblo.

 

  1. Conclusión: la guerra por la soberanía nacional

La historia muestra que toda crisis financiera es la guerra por otros medios. Lo que comenzó como un proceso de especulación y desregulación económica terminó en una confrontación abierta por el poder mundial. Hoy, Estados Unidos es el escenario central de esa guerra, donde se enfrentan la oligarquía financiera globalista y las fuerzas nacionales que buscan recuperar la independencia del país.

Trump y Marco Rubio, junto con la nueva coalición de empresarios, trabajadores y militares, encarnan la respuesta norteamericana a más de un siglo de dominación financiera extranjera. Su lucha no se limita al territorio estadounidense: forma parte de un proceso global en el que las naciones buscan restaurar su soberanía frente al capital financiero global.

La guerra declarada por los intereses de Davos y la OTAN contra los pueblos del mundo ha encontrado, por fin, una respuesta en el propio corazón del sistema.

Estados Unidos, bajo el liderazgo de Trump y sus aliados, se prepara para recuperar su destino histórico como nación libre, industrial y soberana, en un nuevo mundo que ya no será unipolar, sino multipolar, continental y nacional.>>>

 

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