Ha llegado carta. – OBISPO DE LA FLORIDA, EEUU, ESCRIBE AL SEÑOR BUSH

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La verdad es que ninguna de nuestras millares de armas nucleares pueden protegernos de esa amenaza. Ni el sistema de «guerra en las estrellas» –no importa cuan técnicamente avanzado sea ni cuantos trillones de
dólares se hayan gastado en él– podrá protegernos de un arma nuclear traída en un barco, avión o auto alquilado. Ni siquiera ningún arma de nuestro vasto arsenal, ni siquiera un centavo de los US$ 270.000.000.000.000

(si, esos mismos doscientos setenta billones de dólares)

gastados por año en el llamado «sistema de defensa» puede evitar una bomba terrorista; esto es un hecho militar.

Como teniente coronel retirado y frecuente conferencista en asuntos de seguridad nacional, siempre cito el Salmo 33 del (Libro de los Salmos de la Biblia): «Un rey no está a salvo por su poderoso ejército, así como un guerrero no está a salvo por su enorme fuerza». La reacción obvia es: ¿Entonces, qué podemos hacer? ¿No
existe nada que podamos hacer para garantizar la seguridad de nuestro pueblo?

Existe. Pero para entender eso, precisamos saber la verdad sobre la amenaza.

Señor Presidente, usted no contó al pueblo americano la verdad sobre por qué somos el blanco del terrorismo, cuando explicó por qué bombardearíamos Afganistán y Sudán. Usted dijo que somos blanco del terrorismo porque defendemos la democracia, la libertad y los derechos humanos del mundo.

foto¡Qué absurdo, Sr, Presidente!

Somos blanco de los terroristas porque, en la mayor parte del mundo, nuestro gobierno defendió la dictadura, la esclavitud y la explotación humana.

Somos blanco de los terroristas porque somos odiados. Y somos odiados porque nuestro gobierno ha hecho cosas odiosas. ¿En cuantos países agentes de nuestro gobierno depusieron a líderes popularmente elegidos,
sustituyéndolos por dictadores militares, marionetas deseosas de vender a su propio pueblo a corporaciones norteamericanas multinacionales?

Hicimos eso en Irán cuando los marines y la CIA derrocaron a Mossadegh porque tenía la intención de nacionalizar el petróleo. Y lo sustituimos por el cha Reza Palhevi y armamos, entrenamos y pagamos a su
odiada guardia nacional –la Savak– que esclavizó y embruteció al pueblo iraní para proteger el interés financiero de nuestras compañías de petróleo.

Después de eso, ¿será difícil de imaginar que existan en Irán personas que nos odien?

Hicimos lo mismo en Chile, hicimos lo mismo en Vietnam, más recientemente intentamos hacerlo en Iraq. Y, claro, cuántas veces hicimos eso en Nicaragua y en otras repúblicas de América Latina.

Una vez tras otra, hemos destituido líderes populares que deseaban que las riquezas de su tierra fueran repartidas entre el pueblo que las generó. Nosotros los reemplazamos por tiranos asesinos que venderían a su propio pueblo para que, mediante el pago de abultadas propinas para engordar sus cuentas particulares, las riquezas de su propia tierra pudiera ser tomada por la Dominó Sugar, la United Fruit Company, la Folgers… Y por ahí va todo.

En cada país, nuestro gobierno obstruyó la democracia, sofocó la libertad y pisoteó los derechos humanos. Es por eso que somos odiados en todo el mundo. Es por eso que somos el blanco de los terroristas.

El pueblo de Canadá disfruta de la democracia, la libertad y los derechos humanos, así como los de Noruega y Suecia. ¿Usted escuchó hablar de embajadas canadienses, noruegas o suecas bombardeadas?

Nosotros no somos odiados porque practicamos la democracia, la libertad o los derechos humanos. Somos odiados porque nuestro gobierno niega esas cosas a los pueblos de los países del Tercer Mundo, cuyos recursos son codiciados por nuestras corporaciones multinacionales. Ese odio que sembramos se volvió en contra nuestra, para asombrarnos, en forma de terrorismo y, en el futuro, terrorismo nuclear.

Una vez dicha la verdad sobre por qué existe la amenaza y una vez entendida, la solución se torna obvia.

Nosotros necesitamos cambiar nuestras costumbres. Librémonos de nuestras armas nucleares –unilateralmente si es preciso– y mejorará nuestra seguridad. Alterar drásticamente nuestra política exterior la asegurará.

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En lugar de enviar a nuestros hijos e hijas a todo el mundo para matar árabes de modo que podamos tener el petróleo que existe debajo de sus arenas, deberíamos mandarlos para que reconstruyan sus
infraestructuras, proveerlos de agua limpia y alimentar a sus niños hambrientos.

En vez de continuar matando diariamente a millares de niños iraquíes con nuestras sanciones económicas, deberíamos ayudar los iraquíes a reconstruir sus usinas eléctricas, sus estaciones de tratamiento de agua, sus hospitales, y todas las otras cosas que destruimos y les impedimos reconstruir con sanciones económicas.

En lugar de entrenar terroristas y escuadrones de la muerte, deberíamos cerrar la Escuela de las Américas.

En vez de sostener las revueltas, la desestabilización, el asesinato y el terror alrededor del mundo, deberíamos abolir la CIA y dar el dinero que ella gasta a agencias de asistencia.

Resumiendo, deberíamos ser buenos en lugar de malos, y de serlo, ¿quién iría a intentar detenernos?¿Quien nos odiaría? ¿Quien nos querría bombardear?

Esa es la verdad, señor presidente. Eso es lo que el pueblo norteamericano precisa escuchar.

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Boletín de noticias independiente de Colombia.

Addenda
Robert Bowan, estadounidense, voló en 101 misiones de combate en Vietnam. Actualmente es
obispo de la Iglesia Católica Unificada (United Catholic Church) en Melbourne Beach, La Florida, EEUU.

La ICU es una cofradía que reúne a creyentes cristianos de origen apostólico: romanos, ortodojos y otros; asegura que su tradición comienza con los mismos apóstoles y que existe desde el cisma de 1054.

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