Hablando de corrupciones: EEUU, gobierno en venta

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Bill Moyers y Michael Winship*

Si quieren saber lo que realmente tiene importancia en Wáshington, no vayan al Capitolio a una de esas audiencias, ni presten atención a esas “asambleas de vecinos” orquestadas por la Casa Blanca. Son puro teatro. Lo que sucede en realidad –los negocios serios de Washington– sucede en las sombras, fuera de la vista, extraoficialmente. Solo de manera ocasional –y por lo general solamente porque alguien en las alturas tropieza– tenemos un atisbo de cuán generalizada está la corrupción.

Un ejemplo: Katharine Weymouth, la directora general de The Washington Post –una de las personas más ponderosas en el D.C.– invitó a su casa a altos funcionarios de la Casa Blanca a una cena íntima para discutir extraoficialmente la reforma de los servicios de salud con algunos de los reporteros y editores que cubrían el tema. Pero también estaban invitados directores generales y cabilderos de la industria de la salud, siempre y cuando soltaran más de $25 000 por cabeza –o hasta un cuarto de millón de dólares si quisieran patrocinar toda una serie de estas íntimas reuniones.

¿Y cuál es el incentivo ofrecido? Nada más y nada menos que “una oportunidad exclusiva de participar en el debate de la reforma de los servicios de salud entre los pocos seleccionados que lograrán hacerlo”.

La invitación recordaba a los directores generales y a los cabilderos que estarían comprando acceso a aquellos pocos poderosos en los negocios y la política que están presionando, legislando y reportando acerca de los temas…

“¿Enérgica?  Si. ¿Contenciosa? No”. La invitación promete que esta cena privada, íntima y extraoficial es una extensión del tipo “investigación periodística de los temas, una oportunidad singular para que los accionistas escuchen y sean escuchados".

Piensen en eso. En este caso, los “interesados” en la reforma no incluyen a la chusma –la gente de todo el país que en realidad necesita servicios de salud de calidad, pero no puede pagarlos–. Si alguno de ellos se apareciera por la puerta de la cocina la noche de esta pequeña soirée, el guarda lo sacaría a patadas hasta más allá de la Circunvalación. No, antes de que ustedes puedan cruzar el umbral para llegar a “los pocos y selectos que en verdad hacen realidad las cosas”, deben aceitar la palma de alguna mano extendida. 

La cena de The Washington Post fue cancelada cuando nada menos que un cabildero filtró una copia de la invitación al sitio web Politico.com. El periódico dijo que era un malentendido –el documento era un borrador que el departamento de marketing había enviado prematuramente por correo–. Eso es, noblesse oblige, culpar a los empleados.

De todas formas, fue suficiente para obtener un atisbo de cómo funcionan en realidad las cosas en Wáshington –una clara comprensión de por qué existe hoy tan gran desconexión entre la democracia y el gobierno, entre Washington y el resto del país.

Según varias encuestas sucesivas, una mayoría de estadounidenses no solo desea una opción pública de servicios de salud, sino que también piensa que la creciente desigualdad es mala para el país, que las corporaciones tienen demasiado poder en la decisión de estrategias, que el dinero en la política es la raíz de todos los males, que las familias trabajadoras y las comunidades pobres necesitan y merecen el apoyo público si el sistema de mercado no genera una prosperidad compartida.

Pero cuando los que tienen acceso en Wáshington hayan terminado de destrozar las buenas intenciones y hayan devorado la carne de los huesos, ninguna de estas reformas se llevará a cabo. “Vean”, dicen, “se trata de llegar a un compromiso. Esa es la naturaleza de la negociación de toma y daca de una democracia representativa”.

Eso, señores, es un engaño –el nutriente básico de los poderosos de Washington.

No se trata del compromiso. No se trata de lo que quiere el público. Se trata del dinero –el boleto dorado de “los pocos y selectos que en verdad hacen realidad las cosas”–. Cuando el Congreso aprobó la Ley de ayuda a las familias para salvar su hogar, “los pocos y selectos” se aseguraron que la ley no incluyera la disposición obligatoria que habría permitido a los jueces reajustar hipotecas. La disposición que más hubiera ayudado a los propietarios de vivienda fue eliminada para favorecer a una industria que dona millones a las campañas políticas.

Igualmente sucedió con un proyecto de ley destinado a protegernos de ataques terroristas a plantas químicas. Como “los pocos y selectos” son los que determinan, cientos de fábricas fueron exentas de medidas que las harían gastar dinero para evitar la emisión de nubes tóxicas que pudieran matar a cientos de miles.

Todo el mundo sabe que las agencias calificadoras de crédito fueron co-conspiradoras de Wall Street en el vergonzoso desmadre que provocó la debacle financiera. Pero cuando la administración Obama se apareció con nuevas reformas para evitar otra crisis, a esas mismas agencias se les concedió un pase. Han sido excusadas por “los pocos y selectos que en verdad hacen realidad las cosas”.

Y para cuando un proyecto de ley de energía fue aprobado el otro día en la Cámara de Representantes, “los pocos y selectos que en verdad hacen realidad las cosas” habían regalado miles de millones de dólares en permisos de emisión y exenciones. Como infomó The New York Times, a medida que la legislación llegaba al pleno de la Cámara, “engordaba con compromisos, eliminaciones, concesiones y regalos evidentes”, por lo cual aumentó de 648 a 1 400 páginas al distribuir su generosidad entre las grandes petroleras y compañías de gas, empresas de servicios básicos y la industria agrícola.

Esta semana los grupos de interés público Causa Común y el Centro pro Política Responsable reportaron que “Según informes acerca de los cabildos, 34 compañías energéticas se inscribieron en el primer trimestre de 2009 para cabildear en el Congreso acerca de la Ley de Energía Limpia Norteamericana y de Seguridad de 2009. Este grupo de compañías gastó un total de US$ 23,7 millones –US$260 000 diarios– presionando a miembros del Congreso en enero, febrero y marzo.

“Muchas de estas mismas compañías también hicieron grandes donaciones a los miembros del Comité Senatorial de Medio Ambiente y Obras Públicas, el cual tiene jurisdicción sobre la legislación y que celebró una audiencia esta semana acerca de la propuesta de sistema de tope y comercio al que las compañías energéticas se oponen. Las cifras muestran que en conjunto las compañías de petróleo y gas, mineras y de suministro de electricidad han dado más de dos millones de dólares solo a los 19 miembros del Comité Senatorial de Medio Ambiente y Obras Públicas desde 2007, inicio del último ciclo completo electoral”.

También le está sucediendo a los servicios de salud. Hasta la revista The Economist, favorable a los negocios, dice que Estrados Unidos tiene el peor sistema del mundo desarrollado, controlado por ejecutivos que no tienen que rendir cuenta e inversionistas cuyo objetivo primario es aumentar el precio de las acciones e incrementar las ganancias –mientras derrochan US$450 mil millones en costos administrativos redundantes y dejan a casi 50 millones de personas sin seguro.

Y aquí llegan “los pocos y selectos que en verdad hacen realidad las cosas”. Tres de cada cuatro de las grandes firmas de servicios de salud que cabildean en el Capitolio tienen en sus nóminas a ex miembros del Congreso o a ex funcionarios del gobierno –más de 350 en total– y todos están luchando duramente para evitar una opción pública, a un ritmo de más de US$ 2,4 millones al día.

La política de los servicios de salud se ha convertido en un refugio de los enterados.  Hasta Nancy-Ann DeParle, la directora de la Casa Blanca para la reforma de la salud, fue miembro de las juntas de varias grandes corporaciones de servicios de salud.

El Presidente Obama ha batallado a favor de una opción pública, pero muchos temen que esté flaqueando, y justamente esta semana, su jefe de personal Rahm Emanuel –el que más acceso tiene a todos los accesos– indicó que un plan público pudiera ser negociable, listo para ser rediseñado, sin duda, por “los pocos y selectos que en verdad hacen realidad las cosas”.

Así es cómo funciona. Y funciona de esa manera porque permitimos que sea así. El juego sigue y los que tienen acceso se siguen repartiendo las mejores cartas. Nada cambiará –nada– hasta que los prestamistas sean expulsados del templo, los cajeros automáticos sean arrancados de los salones de  mármol y echemos abajo los letreros que ellos han colocado en el gobierno, el que dice: “Se Vende”.

* Periodistas.
Bill Moyers es el director editorial y Michael Winship el redactor principal del programa semanal de asuntos públicos “Bill Moyers Journal," que se transmite los viernes por la noche por el Sistema Público de Transmisión (www.pbs.org/moyers).
En: http://progreso-semanal.com

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