Hacia el bloque transregional de Latinoamérica y los países árabes

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Los 33 países de LA y los 22 de la Liga Árabe suman 55 miembros: casi la tercera parte de los 193 países de la ONU.

La suma transregional de sus poblaciones –600 millones de LA y los alrededor 400 millones de la Liga Árabe– constituye mil millones: la tercera población mundial detrás de China e India.

La sumatoria geoeconómica de ambos, medido por el PIB (en poder adquisitivo de paridad de compra) con datos de 2010, alcanza asombrosamente más de 11 billones de dólares (trillones en anglosajón). LA (6.4 billones de dólares) y la Liga Árabe (4.76 billones de dólares) ocupan juntos el tercer lugar mundial, detrás de la Unión Europea (15.2 billones de dólares) y Estados Unidos (14.53 billones) y un lugar antes que China (10.12 billones de dólares).

El PIB transregional representa 15 por ciento del total mundial, con la salvedad de que, según proyecciones de los próximos 10 años, tanto la UE, hoy alicaída, como Estados Unidos, en franca decadencia, proseguirán su declinación, mientras las dos regiones de LA y la Liga Árabe tienden al alza, debido a la consolidación de las materias primas.

Ambas regiones, solas o sumadas, se encuentran en los primeros sitiales de extensión territorial: LA (21.06 millones de kilómetros cuadrados) y la Liga Árabe (13.3 millones de kilómetros cuadrados) cuando se comparan con los cinco primeros lugares mundiales: Rusia (17 millones de km2), Canadá (9.98 millones de km2), Estados Unidos (9.82 millones de km2), China (9.59 millones de km2) y la UE (4.32 km2). La suma territorial de ambas regiones alcanza 34 millones de km2.

Asiento de miríficas culturas y de grandiosas civilizaciones (sumerios, fenicios, egipcios, olmecas, aztecas, mayas, incas etcétera), que los hace más proclives a distanciarse de la imperante barbarie nor-transatlántica de corte financierista, ambas regiones exhiben perturbadoras vulnerabilidades tanto en las geofinanzas como en las nuevas tecnologías (nanotecnología, biotecnología, robótica, genoma y células madre), ya no se diga las «añejas» (nuclear, satelital y cibernética), donde impera la mediocridad, con sus justas excepciones (Brasil y Argentina; el caso del «itamita México neoliberal» es patético).

Con excepción de Brasil, que ocupa dos lugares distantes en la clasificación de las primeras 500 «supercomputadoras», prácticamente LA y la Liga Árabe no tienen presencia en las «nuevas tecnologías», por lo que abogué por la creación de un «banco tecnológico» de sinergia bidireccional, además de «alianzas estratégicas» (en el sentido de joint ventures).

El más reciente índice de desarrollo financiero, del Foro Económico Mundial de Davos, revela el (pre)dominio anglosajón –EU, primer lugar, y Gran Bretaña, segundo sitial, pese a sus debacles financieristas–, mientras LA y la Liga Árabe, cuando aparecen, ocupan los peores puestos.

El control financierista global del G-7 es reflejo del caduco orden unipolar, por lo que tanto LA como la Liga Árabe, además de la creación de bancos transregionales propios (sobran los capitales; falta saber colocarlos), necesitan urgentemente fundar centros financieros creíbles que prohíjen e irradien la multipolaridad del incipiente nuevo orden global. La coyuntura es favorable; ahora falta pasar a la acción creativa.

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