Hacia una unidad africana libre de la tutela francesa
Burkina Faso, Mali y Níger abandonaron este año los organismos regionales vinculados a la injerencia de Francia. El economista Ndongo Samba Sylla analiza en esta entrevista las causas de esta ruptura y su impacto en la lucha contra el neocolonialismo francés y por la soberanía en el Sahel.
Durante casi medio siglo, la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) ha prometido unir a quince países de la región. Ocho de ellos son antiguas colonias francesas, pero entre sus miembros también hay países anglófonos tan importantes como Nigeria y Ghana, así como Cabo Verde y Guinea-Bissau, de habla portuguesa. La CEDEAO llegó a prometer una unión monetaria, pero el proyecto se ha ido retrasando continuamente. Y el domingo pasado, tres Estados anunciaron que abandonaban definitivamente la CEDEAO.
Los países en cuestión —Mali, Burkina Faso y Níger— han sufrido sendos golpes militares desde 2020, con nuevas autoridades que afirman liberarse del «neocolonialismo» y de las estructuras económicas impuestas por la antigua potencia imperial Francia. El pasado agosto, otros Estados de la CEDEAO amenazaron con invadir Níger y derrocar al gobierno golpista. Pero al mes siguiente, los tres Estados formaron un pacto de seguridad denominado Alianza de Estados del Sahel (AES en francés), un acuerdo que el economista senegalés especializado en desarrollo Ndongo Samba Sylla califica de «pacto de defensa mutua, pero también de marco de integración económica y monetaria».
Samba Sylla, autor de Africa’s Last Colonial Currency: The CFA Franc Story, ha escrito ampliamente sobre la presencia neocolonial francesa en África Occidental. Es un crítico del presidente senegalés Macky Sall, que este sábado suspendió indefinidamente las elecciones previstas en el país. Habló con David Broder, de Jacobin, sobre la decisión de los tres Estados de abandonar la CEDEAO, lo que implica su reivindicación de soberanía y las acusaciones rivales de injerencia rusa y francesa en la región.
David Broder – Burkina Faso, Mali y Níger abandonan la CEDEAO, alegando sanciones económicas y falta de apoyo en la lucha contra el terrorismo. El verano pasado, la CEDEAO parecía estar planeando una invasión de Níger, además de imponer restricciones comerciales, antes de buscar después una vía más negociada en nombre del restablecimiento de la democracia en ese país. ¿Por qué abandonan estos tres gobiernos la CEDEAO, y por qué ahora?
Ndongo Samba Syllas – Desde 2020 se han producido seis golpes militares en África Occidental: dos en Mali y Burkina Faso, y uno en Guinea y Níger. El de Níger, el pasado mes de julio, fue el más reciente. Se dijo que Mohamed Bazoum era su presidente «elegido democráticamente», aunque sólo fue nombrado tras un proceso electoral viciado. Fue derrocado por el jefe de la guardia presidencial y hoy se encuentra detenido. Bazoum aún no ha accedido a dimitir.
En el poder, Bazoum se asoció con la Unión Europea para aplicar sus draconianas políticas migratorias. Su reinado, según el propio Departamento de Estado de Estados Unidos, vio una continuación de «asesinatos ilegales o arbitrarios, incluyendo ejecuciones extrajudiciales por o en nombre del gobierno» y «condiciones carcelarias duras y potencialmente mortales». No obstante, en su visita a Níger el pasado mes de marzo, Antony Blinken describió el país como un «modelo de democracia». Bazoum era también un celoso aliado de Francia.
El propio Bazoum respaldó públicamente el golpe militar de 2021 en Chad. En una rueda de prensa conjunta con [Emmanuel] Macron, hablando junto a un presidente francés que lo aprobaba, dijo que el contexto de seguridad justificaba la suspensión y la violación de la Constitución chadiana. Añadió que la razón dicta «correr el riesgo» de trabajar con los militares. Esto no escandalizó prácticamente a nadie, excepto a los chadianos que se manifestaron contra esta medida ilegal. Muchos fueron detenidos y asesinados.
Sorprendido por el golpe contra Bazoum el pasado julio, Macron criticó a sus servicios de inteligencia y lo calificó de «un golpe de más». Francia trabajó inmediatamente en el frente diplomático para conseguir que la CEDEAO lanzara una operación militar para restituir a Bazoum. Senegal, Benín y Costa de Marfil estaban dispuestos a enviar tropas.
El presidente nigeriano, Bola Tinubu, que también ocupaba el cargo rotatorio de presidente de la CEDEAO, estaba del lado de los belicistas. Cuando la CEDEAO anunció su intención de «restaurar la democracia» en Níger por la fuerza de las armas, los regímenes militares de Mali, Burkina Faso y Guinea declararon que cualquier ataque contra Níger sería un ataque contra ellos. Al tiempo que deploraba el golpe de Estado en Níger, Argelia se mostraba hostil a cualquier intervención militar. Argelia no había olvidado el caos permanente creado por la destrucción de Libia por parte de la OTAN, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña.
Al final, la intervención no tuvo lugar. Los pueblos africanos se mostraron mayoritariamente hostiles a ella. Nigeria, principal potencia regional, no obtuvo la luz verde de su parlamento. Estados Unidos prefirió negociar con las nuevas autoridades nigerianas, dejando a Macron aislado. Sin embargo, en lugar de una operación militar, la CEDEAO ha puesto en marcha sanciones económicas, comerciales y financieras contra Níger, incluso más severas que las impuestas a Mali de enero a julio de 2022.
La decisión de estos tres países de retirarse de la CEDEAO se explica esencialmente por la falta de solidaridad de esta última en su lucha contra el terrorismo yihadista y los grupos separatistas, y por la imposición de duras sanciones comerciales y financieras claramente instigadas por Francia y sus aliados africanos como Costa de Marfil, Benín y Senegal.
Francia siempre intentó sabotear la CEDEAO desde mediados de la década de 1970 mediante la creación de organizaciones regionales rivales. Su captura de la CEDEAO puede verse en la naturaleza de las sanciones financieras impuestas a Mali en 2022 y a Níger desde el golpe de Estado de 2023. Ningún país extranjero podría ordenar al banco central de un emisor de moneda soberana que impidiera al gobierno acceder a sus cuentas bancarias y al sistema financiero nacional. Pero esto es posible si se utiliza el franco CFA, es decir, si se pertenece a una unión monetaria nominalmente «africana» cuyo banco central está de hecho bajo la tutela legal del Tesoro francés. Escondida detrás de la CEDEAO, Francia pudo imponer este tipo de sanciones a Mali y Níger, aunque carecen de base jurídica.
Sobrevivir a las sanciones, destinadas a hundir su economía, ha fortalecido psicológicamente a Mali y a su pueblo. Los países del AES se dan cuenta ahora de que no tienen nada que perder por salir de una comunidad bajo tutela imperialista. A pesar de las legítimas preocupaciones sobre sus futuras relaciones con sus vecinos, importantes sectores de sus poblaciones expresaron un sentimiento de liberación.
– ¿Cree que será una ruptura duradera? ¿Cómo calificaría la durabilidad futura de la CEDEAO y su capacidad para convertirse en potencia económica y «policía regional» en cuestiones de seguridad?
– Es difícil de decir. La CEDEAO empezó como una comunidad económica. Pero con el tiempo, amplió sus competencias para incluir cuestiones de defensa y seguridad, así como «democracia y buen gobierno.
Ahí está el problema. Como comunidad económica, sobre todo como unión aduanera regional, la CEDEAO ha quedado algo obsoleta con la implantación de la zona de libre comercio continental africana (AfCFTA). Los países de África Occidental ya no necesitan necesariamente a la CEDEAO para la libre circulación de personas y mercancías a través de las fronteras. Como bloque, la CEDEAO mostró poca unidad al negociar los Acuerdos de Asociación Económica (AAE) con la Unión Europea (Ue).
Mientras que Nigeria se opuso con razón a la firma de estos acuerdos de «libre comercio», países como Ghana y Costa de Marfil prefirieron firmar acuerdos provisionales con la Ue, lo que socavó el impulso de la integración comercial regional y continental. Esta falta de voluntad común y unidad también queda patente en el reiterado aplazamiento del proyecto de introducir una moneda única para los quince Estados miembros.
La CEDEAO empezó siendo una comunidad económica. Pero con el paso del tiempo, amplió sus competencias para incluir cuestiones de defensa y seguridad. Más allá de estos aspectos, la CEDEAO carece de legitimidad política para desempeñar el papel de policía. Los críticos suelen describirla como una unión de jefes de Estado que rara vez son modelos de liderazgo dentro de sus propios países y que no siempre respetan o aplican las decisiones del tribunal judicial de la CEDEAO.
¿Qué credibilidad tiene una institución compuesta por dirigentes que violan alegremente sus propias constituciones, encarcelan a opositores y activistas, utilizan la fuerza para matar a manifestantes y organizan elecciones fraudulentas? Lo que daña aún más la credibilidad y la fiabilidad de la CEDEAO es la percepción popular de que sus inhumanas sanciones están orquestadas desde el exterior. Los pueblos africanos quieren la integración económica, pero no quieren una CEDEAO servil y arbitraria. En caso de cambio de régimen tras las elecciones, otros países podrían unirse a los de la CEDEAO para exigir una nueva forma de integración regional.
– Se ha hablado de una moneda de la CEDEAO como alternativa al franco CFA de África Occidental, que utilizan estos tres países del Sahel. ¿Qué opina de los recientes acontecimientos en estos países en relación con este proyecto? ¿Qué posibilidades hay de que creen una moneda común propia, y con qué efectos económicos?
– La idea de una moneda única para la CEDEAO se remonta a 1983. Su lanzamiento se ha pospuesto varias veces: 2015, 2020 y 2027. Creo que no la veremos pronto. Hay dos razones. En primer lugar, la metodología es inadecuada. Tras el lanzamiento del euro en 1999, la CEDEAO «importó» los criterios de «convergencia nominal» de Maastricht —relativos al déficit y la deuda públicos, la tasa de inflación, etc.—.
Estos criterios fueron exigidos por Alemania para prescindir de la necesidad de solidaridad con sus vecinos de la eurozona. Estos criterios deben cumplirse para formar parte de la futura zona monetaria de la CEDEAO. Pero desde hace algunos años, los países no consiguen cumplirlos, por diversas razones. A esto se añade el llamado enfoque «gradualista»: los países que cumplan los criterios tomarán la delantera, y luego se les unirán los demás. Un enfoque que no tiene sentido: Por ejemplo, ¿cómo pueden uno o dos países pequeños ser las locomotoras de la integración monetaria regional?
Luego está la política. Los ocho países que utilizan el franco CFA han preferido hasta ahora seguir bajo la tutela del Tesoro francés, mientras que Nigeria no parece muy interesada en ejercer un liderazgo monetario regional. Esto ha dado a Macron la oportunidad de intentar torpedear el proyecto de integración monetaria de la CEDEAO.
En este contexto, las sanciones de la CEDEAO, a menudo ilegales, difícilmente crean un impulso político para la unificación monetaria entre quince países. ¿Quién quiere formar parte de una unión monetaria no democrática en la que los países más poderosos pueden hacer lo que les plazca?
Mi opinión es que, suponiendo que este proyecto sea viable, sólo sería una alternativa simbólica al franco CFA. Siguiendo el modelo de la zona euro, daría lugar a un «euro tropical», una moneda sin soberano, un instrumento de guerra de clases. Los tres países de la AES han anunciado un plan de integración económica y monetaria. Veremos cómo evoluciona y si se deshacen del franco CFA.
– Las recientes tomas de poder militares en Níger, Mali y Burkina Faso se presentan a menudo —incluso por las propias nuevas autoridades— como una afirmación de soberanía frente a la influencia neocolonial francesa. ¿Se trata de demagogia o tiene efectos materiales? ¿Y en qué se parecen realmente los tres casos?
– Dados los horrores de los regímenes militares en África, especialmente durante la guerra fría, es necesario hacer algunas advertencias. Muchos comentaristas especulan sobre un «retorno» de los golpes de Estado en África. Suelen explicar esta situación en términos de ausencia de «buen gobierno», pobreza y cualquier otro supuesto factor que pueda parecer plausible. No estoy de acuerdo con este enfoque.
No hay un «retorno» de los golpes de Estado. Más bien existe un problema golpista de larga data en el África francófona. Las explicaciones en términos de «mal gobierno», pobreza, etc. carecen de especificidad. Estas características pueden encontrarse en muchos países de toda África donde el derrocamiento del gobierno es cosa del pasado (lo que no implica que sean «democráticos»). Desde 2020 se han producido nueve golpes de Estado en África: ocho en países francófonos y/o en un contexto geopolítico militarizado por Occidente (los países francófonos del Sahel y Sudán).
Una de las «especificidades» de los golpes militares en el África francófona es que, desde una perspectiva histórica, han sido el único medio para deshacerse de algunos aspectos del imperialismo francés. Esto no quiere decir que los golpes militares sean intrínsecamente progresistas. En absoluto. La mayoría han sido reaccionarios y han contribuido a consolidar el orden neocolonial.
Pero, dado el control francés sobre la «elección» de los líderes africanos, y su éxito a largo plazo en el aplastamiento de la izquierda civil, los raros líderes que tenían un proyecto de ruptura con el neocolonialismo francés procedían del ejército. Pensemos, por ejemplo, en líderes carismáticos y honestos como Thomas Sankara en Burkina Faso.
El período reciente en el África francófona está marcado por el «retorno» de prácticas de la época del régimen de partido único. Los gobernantes en el poder se permiten cada vez más amañar las elecciones eligiendo a sus propios oponentes, manipulando las normas constitucionales y las leyes, presionando al poder judicial y desplegando un nivel de violencia sin precedentes contra sus propias poblaciones, todo ello con la complicidad de la «comunidad internacional», que equipara la «democracia» con la servidumbre neocolonial y la aplicación de la agenda neoliberal.
Las circunstancias que condujeron a los recientes golpes de Estado son diferentes de un país a otro. También lo es su «perfil» político. Mientras que algunos golpes permiten al neocolonialismo francés reorganizarse y evitar un cambio de régimen indeseable (como en Gabón y en Chad), los golpes incruentos de Malí, Burkina Faso y Níger se oponen claramente a la llamada Françafrique.
En Níger concretamente, mi sensación es que inicialmente fue un golpe palaciego, pero que rápidamente tomó un giro antiimperialista ante el amplio apoyo popular impulsado por la inmediatez y dureza de las sanciones impuestas por la CEDEAO y la «comunidad internacional». Sin duda, los golpistas nigerinos no podían imaginar la enorme popularidad de su golpe. Esto es muy revelador de la desconexión que suele existir entre la clase política y el pueblo llano sediento de cambios radicales.
En un contexto de tensas relaciones diplomáticas, las tropas francesas fueron expulsadas de estos tres países. En cambio, en Gabón y Chad, dos bastiones de la influencia francesa, los golpistas recibieron el respaldo de París y de la «comunidad internacional». En su caso, no hubo verdaderas sanciones económicas o financieras. Las tropas francesas están presentes y los intereses económicos franceses no se ven amenazados.
Mali, Níger y Burkina Faso son países sin salida al mar, empobrecidos y de gran superficie. Aunque manifiesten la voluntad de conquistar más soberanía, no podrán hacerlo solos. El pago de la deuda no es tan elevado como en otros países africanos. Pero las transferencias de beneficios y dividendos son considerables, una realidad que suele ir unida al robo y la transferencia al extranjero de recursos. En su caso, parece inevitable una estrategia económica más «autocentrada» —progreso en la producción de alimentos, mayor control de los sectores financiero y extractivo, etc.— en un marco de integración económica, que ayudaría a aliviar su balanza de pagos de los elevados costes de transporte. Frente a los retos climáticos y de seguridad, las transferencias de recursos serán esenciales, además de los esfuerzos internos. El Sahel necesita claramente un «Plan Marshall».
– Hace unos meses, las nuevas autoridades de Níger cancelaron el acuerdo de 2015 con la Ue sobre contención de la migración, similar a una serie de acuerdos de este tipo que pregona Giorgia Meloni con diversos países del Norte de África y del Sahel (a menudo muy endeudados) a cambio de ayuda al desarrollo. ¿Qué cree que buscan las autoridades nigerianas? ¿Y qué nos dice esto sobre cómo pueden negociar otros Estados su papel de policía fronteriza subcontratada para Europa?
– Esta medida política es una forma que tiene el gobierno de Níger de afirmar su «recién descubierta» soberanía frente a la Ue, cuyas políticas migratorias inhumanas a menudo contravienen el principio de libertad de circulación dentro de la zona de la CEDEAO. También es una forma de deshacerse de una medida impopular. Las autoridades nigerinas envían así un mensaje a la Ue: las relaciones político-diplomáticas, sobre todo en materia de migración, ya no serán las mismas; se necesitan asociaciones más equilibradas y respetuosas. Queda por ver si los países del AES desarrollarán una respuesta concertada sobre este punto.
– A menudo, a pesar de sus diferencias, se dice que los tres Estados recurren a Rusia en busca de «ayuda en materia de seguridad», sobre todo debido a la presencia de Wagner en Mali ¿Hasta qué punto es esto real?
– Proporcionar servicios de seguridad ha sido la ventaja comparativa de Rusia en África, sobre todo en su parte francófona. En Occidente se suele destacar la influencia rusa en el continente. Pero la narrativa occidental dominante suele omitir decir que Rusia, incluido el Grupo Wagner, ha ayudado y está ayudando a países como la República Centroafricana y Mali a restablecer su unidad territorial, allí donde Francia (incluidos los grupos de seguridad privados franceses) ha fracasado. En Mali, Francia está presente desde 2013. Sus resultados en el frente de la lucha contra el yihadismo han sido más que dispares. Las tropas francesas han ido siendo percibidas por la población como fuerzas de ocupación.
Antes de la llegada de los militares al poder, el gobierno «democráticamente elegido» de Mali rara vez podía desplegar sus tropas en su propio espacio aéreo, ¡por falta de autorización de Francia! Tras la salida de las tropas francesas y de la MINUSMA (Misión Multidimensional Integrada de Estabilización de las Naciones Unidas en Malí), el régimen militar logró retomar Kidal, ciudad que Francia había dejado en manos de grupos separatistas.
Aunque persisten los problemas de seguridad, todos estos países, gracias a la cooperación militar con países del Sur Global y Rusia, están mejor equipados y sus ejércitos mejor entrenados. Como señala el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz , ante la reticencia de Francia y Estados Unidos a vender armas a Mali, Rusia se ha convertido en su principal proveedor.
Occidente puede estar enfrentado a Rusia. Pero no pueden culpar a los países africanos a los que han defraudado por buscar socios que les ayuden a hacer frente a los problemas de seguridad que las propias intervenciones militares occidentales han contribuido a crear.
– También me interesa saber cómo interpreta usted la política estadounidense hacia Níger: por ejemplo, la visita de la vicesecretaria de Estado Victoria Nuland el pasado agosto, el hecho de que Washington no haya hablado formalmente de «golpe de Estado» y sus fuertes vínculos militares.
– Washington ha sido más astuto diplomáticamente que la belicista París. En un momento dado, Estados Unidos apoyó el regreso de Bazoum al poder, antes de negociar rápidamente con el régimen militar sin referirse a la situación como un «golpe». Efectivamente, fue un golpe. Pero reconocerlo como tal habría obligado a Estados Unidos a abandonar Níger, país en el que opera una base de drones y tiene tropas sobre el terreno. Aunque se dijo que las negociaciones entre Nuland y el nuevo régimen habían sido «difíciles», sin duda debieron verse facilitadas por el hecho de que Estados Unidos entrenó al nuevo jefe del ejército nigerino, uno de los «generales favoritos de Estados Unidos».
Pero no nos equivoquemos. Estados Unidos no está en Níger para ayudar al país a afrontar sus retos de seguridad. Su motivación es esencialmente imperialista: bloquear el camino de sus competidores, especialmente Rusia y China (¡e incluso Francia!), y vigilar a sus aliados en el continente.
La militarización occidental de África ha sido un caldo de cultivo para la inestabilidad política y la aparición de regímenes militares. Como reacción, el levantamiento panafricanista y popular que comenzó en el epicentro saheliano amenaza ahora con engullir a los regímenes neocoloniales vecinos etiquetados de «democracias».
*David Broder es el editor de Jacobin en Europa e historiador del comunismo francés e italiano.
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