Oct 21 2009
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Cultura

¿Hasta cuándo?

Wilson Tapia Villalobos.*

Esta es una pregunta que refleja hastío. Y es la que desde hace años deben estarse haciendo los profesores de Chile. Por distintas razones. Pero en cada oportunidad, alguna trapacería los ha transformado en víctimas. Y cuando no son perjudicados en su peculio, es la dignidad personal y gremial la que soporta las arremetidas del gobierno de turno.

Así ha sido desde que tengo recuerdo. Aunque antes de la dictadura, al menos contaban con un reconocimiento social que en los años del general Pinochet perdieron.

Hasta ahí, se podía pensar que eso es propio de las tiranías. Con la llegada de la democracia se arreglarían las cosas. Y algo mejoraron, es cierto. Los problemas de fondo, sin embargo, continuaron. Y cuando se hizo evidente que la educación estaba en crisis, la mala calidad de los docentes fue una explicación muy recurrida. Saltándose olímpicamente los desaciertos cometidos por años en esta política pública, que debería ser una de las más cuidadas y mejor pensadas.

Hasta ahora, los maestros son personal de segunda categoría. Y eso redunda en que las pedagogías no representen las carreras universitarias más requeridas. Aunque, justo es decirlo, en los últimos años ha subido la demanda, producto de mejoras salariales. Pero nada comparable con lo apetecible de las ingenierías o medicina. Como si ayudar a formar a un ser humano para el resto de su vida fuera menos importante que hacer puentes o mejorar la salud. Desde ahí se parte mal.

Después viene el manejo político de la relación con el magisterio. Y eso ha sido lamentable. Hasta la guinda de la torta, que pareciera haberla cocinado un mago. O, mejor, un hada. Porque por un golpe de varita, una deuda histórica se esfumó, nunca existió. Los afectados son 84.002 profesores. El monto de lo adeudado ascendería a $ 5.2 billones. El problema se arrastra desde 1981, cuando los profesores que dependían del Estado, pasaron a la administración municipal. Desde el año anterior, se había establecido un bono para los docentes, que jamás fue pagado. Han pasado 28 años y la deuda ha crecido.

Hasta ahora, el problema era considerado “histórico”, como lo atestigua su antigüedad. Nunca había sido desconocido. Estaba en la categoría de otros manejos dolosos de que fueron objeto distintos sectores de la población durante la dictadura. Como los pensionados. Y todos esos problemas se incluyeron en una especie de “bolsa de deudas históricas” que resolvería la institucionalidad democrática. Así, al menos, las trató el Congreso. Y la Cámara de Diputados aprobó, por unanimidad, una propuesta para resolver la situación de los maestros. En las conversaciones participaron, incluso, los ministros de la Secretaría de la Presidencia, José Antonio Viera Gallo, y de Hacienda, Andrés Velasco.

Ahora resulta que la deuda no existe, ni existió jamás. Así lo declaró el gobierno, respaldado por fallos emitidos por la Corte Suprema desde año 1994 al 2001. Cabe señalar que tales fallos ya existían cuando el Ejecutivo analizó el problema con la participación de dos de sus secretarios de Estado.

El problema no es menor. No sólo por el monto de lo adeudado, sino por las implicaciones políticas que de él se derivan. Un período electoral como el que vivimos no aconseja a los partidos de la Concertación dar vuelta la espalda a un gremio numeroso. Y ya las primeras voces disidentes se han hecho escuchar.

Pero eso no ha bastado para silenciar a la ministra de Educación, la asistente social Mónica Jiménez. Ella ha dicho que no hay nada que discutir y que es necesario mirar hacia el futuro y no al pasado. Además, amenazó con suspender la entrega del dinero para el pago de los profesores si éstos se atreven a ir a una huelga. Una manera bastante revolucionaria de serenar ánimos.

Es como para preguntarse hasta cuándo seguiremos con las decisiones erradas en educación. ¿Hasta cuándo los maestros serán tironeados y tratados como elementos prescindibles y no como formadores que son? Las respuestas vendrán cuando el Estado chileno sea capaz de generar políticas de largo aliento, como son las que necesita la educación.

Cuando realmente la clase política se atreva o quiera superar las barreras que levantó la dictadura. Mientras tanto, seguiremos sujetos a veleidades políticas de poca monta. A decisiones que no toman en cuenta que en materia educacional cualquier iniciativa es una inversión a largo plazo. Una inversión que dará buenos dividendos para hacer un país desarrollado a futuro, o quebrará la columna vertebral nacional, también en el porvenir.

* Periodista.

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Jul 31 2006
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Opinión

¿HASTA CUÁNDO?

Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoEsta carnicería de civiles se desató a partir del secuestro de un soldado. ¿Hasta cuándo el secuestro de un soldado israelí podrá justificar el secuestro de la soberanía palestina? ¿Hasta cuándo el secuestro de dos soldados israelíes podrá justificar el secuestro del Líbano entero?

La cacería de judíos fue, durante siglos, el deporte preferido de los europeos. En Auschwitz desembocó un antiguo río de espantos, que había atravesado toda Europa. ¿Hasta cuándo seguirán los palestinos y otros árabes pagando crímenes que no cometieron?

Jezbolá no existía cuando Israel arrasó el Líbano en sus invasiones anteriores. ¿Hasta cuándo nos seguiremos creyendo el cuento del agresor agredido, que practica el terrorismo porque tiene derecho a defenderse del terrorismo?

Irak, Afganistán, Palestina, Líbano… ¿Hasta cuándo se podrá seguir exterminando países impunemente?

Las torturas de Abu Gjraib, que han despertado cierto malestar universal, no tienen nada de nuevo para nosotros, los latinoamericanos. Nuestros militares aprendieron esas técnicas de interrogatorio en la Escuela de las Américas, que ahora perdió el nombre pero no las mañas. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que la tortura se siga legitimando, como hizo la Corte Suprema de Israel, en nombre de la legítima defensa de la patria?

Israel ha desoído 46 recomendaciones de la Asamblea General y de otros organismos de las Naciones Unidas. ¿Hasta cuándo el gobierno israelí seguirá ejerciendo el privilegio de ser sordo?

Las Naciones Unidas recomiendan pero no deciden. Cuando deciden, la Casa Blanca impide que decidan, porque tiene derecho de veto. La Casa Blanca ha vetado, en el Consejo de Seguridad, 40 resoluciones que condenaban a Israel. ¿Hasta cuándo las Naciones Unidas seguirán actuando como si fueran otro nombre de Estados Unidos?

Desde que los palestinos fueron desalojados de sus casas y despojados de sus tierras, mucha sangre ha corrido. ¿Hasta cuándo seguirá corriendo la sangre para que la fuerza justifique lo que el derecho niega?

La historia se repite, día tras día, año tras año, y un israelí muere por cada diez árabes que mueren. ¿Hasta cuándo seguirá valiendo diez veces más la vida de cada israelí?

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En proporción a la población, los 50 mil civiles, en su mayoría mujeres y niños, muertos en Irak, equivalen a 800 mil estadounidenses. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando, como si fuera costumbre, la matanza de iraquíes, en una guerra ciega que ha olvidado sus pretextos? ¿Hasta cuándo seguirá siendo normal que los vivos y los muertos sean de primera, segunda, tercera o cuarta categoría?

Irán está desarrollando la energía nuclear. ¿Hasta cuándo seguiremos creyendo que eso basta para probar que un país es un peligro para la humanidad? A la llamada “comunidad internacional” no le angustia para nada el hecho de que Israel tenga 250 bombas atómicas, aunque es un país que vive al borde de un ataque de nervios. ¿Quién maneja el peligrosímetro universal? ¿Habrá sido Irán el país que arrojó las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki?

En la era de la globalización, el derecho de presión puede más que el derecho de expresión. Para justificar la ilegal ocupación de tierras palestinas, la guerra se llama paz. Los israelíes son patriotas y los palestinos son terroristas, y los terroristas siembran la alarma universal.

¿Hasta cuándo los medios de comunicación seguirán siendo miedos de comunicación?
Esta matanza de ahora, que no es la primera ni será, me temo, la última, ¿ocurre en silencio? ¿Está mudo el mundo? ¿Hasta cuándo seguirán sonando en campana de palo las voces de la indignación?

Estos bombardeos matan niños: más de un tercio de las víctimas, no menos de la mitad. Quienes se atreven a denunciarlo son acusados de antisemitismo. ¿Hasta cuándo seguiremos siendo antisemitas los críticos de los crímenes del terrorismo de Estado? ¿Hasta cuándo aceptaremos esa extorsión? ¿Son antisemitas los judíos horrorizados por lo que se hace en su nombre? ¿Son antisemitas los árabes, tan semitas como los judíos? ¿Acaso no hay voces árabes que defienden la patria palestina y repudian el manicomio fundamentalista?

Los terroristas se parecen entre sí: los terroristas de Estado, respetables hombres de gobierno, y los terroristas privados, que son locos sueltos o locos organizados desde los tiempos de la Guerra Fría contra el totalitarismo comunista. Y todos actúan en nombre de Dios, así se llame Dios o Alá o Jehová.

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¿Hasta cuándo seguiremos ignorando que todos los terrorismos desprecian la vida humana y que todos se alimentan mutuamente? ¿No es evidente que en esta guerra entre Israel y Hizbollá son civiles, libaneses, palestinos, israelíes, quienes ponen los muertos? ¿No es evidente que las guerras de Afganistán y de Irak y las invasiones de Gaza y del Líbano son incubadoras del odio, que fabrican fanáticos en serie?

Somos la única especie animal especializada en el exterminio mutuo. Destinamos 2.500 millones de dólares, cada día, a los gastos militares. La miseria y la guerra son hijas del mismo papá: como algunos dioses crueles, come a los vivos y a los muertos. ¿Hasta cuándo seguiremos aceptando que este mundo enamorado de la muerte es nuestro único mundo posible?

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* Periodista y escritor.

Publicado en la revista uruguaya Brecha.

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