Antonio Turiel - The Oil Crash

Un ejemplo de la falta de capacidad de intervenir de manera real y efectiva por parte de los gobiernos tiene que ver con la discusión sobre el Ingreso Mínimo Vital y la más ambiciosa propuesta de Renta Básica Universal (RBU). Aparte del ruido y las alharacas que ha generado la salida a escena de la RBU, este debate es un ejemplo perfecto de falso debate.
Al margen del coste real que acarrearía implementar la RBU y los supuestos efectos negativos sobre el mercado del trabajo (según dicen algunos, porque la gente no querría trabajar si puede vivir sin hacerlo)), el mayor problema de una RBU sería que generaría un efecto inflacionario que neutralizaría su efectividad. Efectivamente, si la gente dispone de mayor cantidad de dinero gracias a esta renta extra, el precio de bienes y servicios subiría hasta llegar a un nuevo precio de equilibrio, sin que de manera práctica nada hubiera cambiado.
En realidad, la verdadera solución al problema de creciente penuria que padecen tantas familias que ahora se han quedado sin trabajo y sin ingresos serían los Servicios Básicos Universales; es decir, no monetizar la ayuda, sino hacer la ayuda física y concreta sobre los problemas que se quieren contrarrestar (alimentación inadecuada, falta de acceso a energía asequible, educación de calidad…).
Unos Servicios Básicos Universales serían probablemente más baratos que la RBU e irían a la raíz de los problemas reales, pero nadie propone esto en el debate público. Y es que los Servicios Básicos Universales atentarían, de nuevo, contra ese mercado que tiene que regular todos los aspectos de la vida de las personas; esos servicios gratuitos para todo el mundo quitarían «oportunidades de negocio» a tantos emprendedores (y, sobre todo, a las grandes empresas).
Por tanto, es un debate que no se abre, y se centra toda la discusión en una dirección diferente, equivocada y fallida, con lo que nos encontramos una vez más con la situación de la hormiga bajo la manzana. Por demás, la falta crónica de recursos del Estado (por una parte por esa concepción de que se tiene que vivir al día sin excedentes, y ahora agravado por el descenso de ingresos vía impuestos) hacen la vía del rescate imposible. No se va a poder organizar el rescate desde arriba, cuando para empezar ni siquiera vamos a la montaña donde se encuentran las personas que esperan ese rescate.




La estructura de nuestros Estados no está preparada para producir y gestionar excedentes para las épocas de vacas flacas, y no puede adaptarse a nada que no sea ir al mismo ritmo desbocado. Pero justamente, por entrar en la época del descenso energético que forzará un descenso del ritmo económico, y la concomitancia de otras crisis como la climática o la ecológica (de la que la CoVid es simplemente una manifestación), los Estados no pueden adaptarse a la nueva situación.
No cabe esperar ninguna reacción correcta por parte de ningún Estado; solo podemos adaptarnos -y apartarnos- para que no nos arrastren en su caída. Cosa de la que hablaremos en el siguiente post, con el que cerraré esta serie.
* Científico y divulgador licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid. Trabaja como científico titular en el Institut de Ciències del Mar del CSIC. Publicado en su blog, The Oil Crash
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