IGNACIO MANUEL ALTAMIRANO EN MI VIDA Y FAMILIA
In memoriam de mi hermana Miryam.
Mi tatarabuelo Ignacio Manuel Altamirano (imagen de apertura), indígena tlapaneco, nació un 13 de noviembre de 1834 en la montaña de Tixtla (Guerrero), su boda fue un 13 de junio de 1859 y su muerte, como sortilegio, se cumplió un 13 de febrero de 1893 en San Remo, Italia. Creador de la primera novela mexicana moderna Clemencia (1868). Altamirano instaló, póstumamente a Yautepec (Morelos) en el mapa literario de México con El Zarco publicado en Barcelona en el año 1901.
La región limítrofe donde se escribió El Zarco ha sido universalizada desde: Tepoztlán por Quetzalcóatl, Cuautla por José María Morelos, el poblado de Ayala por Emiliano Zapata, Cuernavaca por Siqueiros y por Ignacio Manuel Altamirano, que allí comenzó a trazar su celebre novela.
“Yautepec es una población de la tierra caliente, cuyo caserío se esconde en un bosque de verdura. De cerca… presenta un aspecto original y pintoresco… porque los árboles que forman ese bosque de que hemos hablado son naranjos y limoneros, grandes y frondosos, cargados siempre de frutos y de azahares que embalsaman la atmósfera con sus aromas embriagadores… Algunas casas de pintadas de colores chillantes, las más de tejados oscuros y salpicados con las manchas cobrizas de la humedad”. (El Zarco, editorial Océano, 1999, pp. 25).
Todavía recuerdo al historiador Jesús Sotelo Inclán –autor del clásico
Raíz y razón de Zapata– de visita en la quinta de mi familia en Cuautla Morelos. Era un 28 de abril de 1988, el antropólogo Carlos Barreto Mark lo había invitado para que conociera a una nieta de don Joaquín Casasús (literato, abogado y diplomático de Porfirio Díaz); en resumen, mi mamá era bisnieta de Ignacio Manuel Altamirano y conservaba algunos documentos inéditos (cartas y fotografías) que sobrevivieron al exilio en Francia, obligado por la Revolución de 1910.
La ópera prima que permaneció inédita en mi familia de 1892 a 1992, se trataba de las últimas palabras de Altamirano, en su agonía, a su yerno Joaquín Casasús; me permito citar la epístola original en
mi poder:
“Ya podré escribir sin desvanecerme, y mi primera carta, como es natural, es para Usted y para Cata. Yo conocí mi gravedad en el camino. Estaba yo desfallecido. Llegué a Lyon y a Marsella a meterme en la cama y a temblar de fiebre. ¡Que pueblo tan encantador San Remo! Constante cielo azul y radioso, sol de fuego, nubes con coloraciones de amaranto y de rosa, y abajo el Mediterráneo de color índigo, y las colinas revestidas de olivos… Pero en medio de este cuadro poético, risueño y amable, me estoy muriendo de inanición y de fiebre, y la mitad de él con las sombras que proyecta mi tristeza”
(San Remo, Italia, diciembre 18 de 1892, papel membretado: Monograma I.M.A. con la leyenda “loin des yeux, près du coeur”).
La carta fue cedida (en formato facsimilar) por mi madre Rocío Casasús a Sotelo Inclán para su publicación en el tomo 22 de las Obras Completas de I.M.A. y tiempo después, como agradecimiento, el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) restauró un cuadro de Catalina Altamirano, que cuelga frente al comedor de la vieja casona de mis padres y montado para la exposición Los otros amores de Altamirano en el museo Casa de Morelos, Cuautla (1998).
Monsiváis e Ignacio Manuel Altamirano
Nuestra Alma Mater, la Universidad Autónoma del Estado de Morelos (UAEM), le otorgó el doctorado Honoris Causa a Carlos Monsiváis (izq.) en 2003 por su trayectoria como escritor y periodista, pero el Consejo Universitario descuidó el aporte regional de Monsiváis con su trabajo en la compilación de las Obras Completas de I.M.A. en 24 tomos (SEP/CONACULTA 1986-2002). El poeta José Emilio Pacheco (también Honoris Causa de la UAEM –en 2005– apuntó en su columna Inventario del 29 de marzo de 1993: “En los tomos VII, VIII y IX Carlos Monsiváis ordena las Crónicas, quizá la parte más atractiva para el lector de hoy e indispensable en el estudio del periodismo mexicano
(semanario Proceso No. 856).
Carlos Monsiváis fue un amigo personal de mi tía Catalina Sierra Casasús (nieta de Don Justo Sierra Méndez), alguna vez en el Colegio de San Ildefonso (cuna del muralismo mexicano, ahora sede de la UNAM), en la calle Justo Sierra, del Centro Histórico de México, Monsiváis me dedicó, por el cariño que sintió por Catalina Sierra: A Mario Casasús, el descendiente de una dinastía importante, con el saludo amistoso de Carlos Monsiváis. 2005 (puño y letra de Monsiváis en Tomo VII de las Obras Completas de I.M.A.).
La herencia de Altamirano en el México contemporáneo
El escritor José Agustín, nacido en Acapulco (Guerrero) me ha confesado que Altamirano es parte de su mitología familiar; siendo ambos del Estado de Guerrero, no es difícil pensar que sus antepasados hayan conocido a I.M.A.; José Agustín, en cambio, es parte de mi fábula como aspirante a escritor: crecí leyendo y escuchando, todo el tiempo a José Agustín, siendo mi vecino en Cuautla desde hace más de 30 años, y que junto a su compadre, el antropólogo Carlos Barreto Mark, han compartido u organizado mesas literarias, con Poli Délano, Enrique Serna, Jorge Volpi, Rius, Francisco Rebolledo, Jesús Silva-Herzog Márquez y un largo etcétera.
El muralista Diego Rivera pintó a I.M.A. en el cubo de la escalera principal del Palacio Nacional –calle de La Moneda, en el antiguo teocalli de Moctezuma en Tenochtitlán– y también en el mural Sueño de la una tarde en La Alameda -Paseo de la Reforma, D. F.–. José Guadalupe Posada hizo un grabado de I.M.A, el novelista Carlos Fuentes enlistó a I.M.A. en su libro La región más transparente como parte de su influencia literaria.
En lo personal, acompañé al historiador Eugenio Aguirre, en la presentación de su novela Victoria (ed. Planeta, 2005) sobre el primer presidente del México Independiente, Guadalupe Victoria (quien combatió en el Sitio de Cuautla de 1812 (der.) al mando de José María Morelos), Aguirre me habló de su amistad con Catalina Sierra Casasús, mientras yo le explicaba que a la vuelta del exilio, el bisabuelo Joaquín Casasús buscó los paisajes de que le contaba “Tata Nacho” sobre sus años de juventud (1854-1855), que los vivió en la hacienda de Santa Inés (Cuautla), sus recuerdos de la época como profesor rural en Cuautla y Yautepec, que al final le dieron todos los pasajes para recrear a El Zarco.
Mención especial para los intelectuales: Nicole Giron, José Luis Martínez, Cristina Barros, José Joaquín Blanco y Arturo Arnáiz y Freg, integrantes del consejo editorial de las Obras Completas de I.M.A junto a Monsiváis y otros.
Cuando la historia familiar salta de los libros.
I.M.A. representa a toda una generación que defendió la naciente
República Mexicana, su bautizo en sangre y campo de batalla fue contra la dictadura santanista (Santa Ana en la imagen); en 1869 publicó la revista El Renacimiento: tres veces diputado del Congreso de la Unión y Procurador General de la República, fiscal, magistrado y presidente de la Suprema Corte, así como oficial mayor del Ministerio de Fomento. Cónsul General de México en Barcelona (1889) y Francia (1890). Como legislador dejó el principio de la educación primaria, gratuita, laica y obligatoria en su discurso del 5 de febrero de 1893.
Un biógrafo de Altamirano es mi primo Carlos Tello Díaz, (columnista del semanario Proceso) quien escribió un excelente “relato de familia” titulado El exilio (editorial Cal y Arena -1993-, reeditado por Planeta en 2005), sobre el éxodo de las familias de Porfirio Díaz y Joaquín Casasús a Francia y una singular visita a Egipto en la portada de su libro. El padre de Carlos Tello Díaz es el economista Carlos Tello Macías, embajador de México en Cuba, Portugal, la URSS y Francia, presidente del Banco de México calificado por el New York Times como “izquierdista” y actualmente colaborador de la revista Nexos, La Jornada Morelos y catedrático de la UNAM.
Carlos Tello Macías bautizó a mi querida hermana Miryam, (Q.E.P.D.), mi única hermana consanguínea estudió su Licenciatura en Relaciones Internacionales (Universidad del Valle de México) por la influencia de todas esas historias que se asomaron en nuestros libros y la cercanía a los personajes de la historia diplomática de México. Por azares del destino Miryam, al final de su vida, asistió al municipio de Yautepec, a ejercer el oficio de maestra que nos heredó Ignacio Manuel Altamirano.
La gran familia prerrevolucionaria
Dibujar la yuxtaposición genealógica de Porfirio Díaz y Joaquín Casasús (y otros “científicos positivistas”), no es tan importuno como suena: del matrimonio entre Porfirio Díaz y Delfina Ortega nacen Porfirio (Jr) y Luz, ella se casa con Francisco Rincón Gallardo (¿recuerdan al neopanista Gilberto Rincón Gallardo?), Porfirio hijo se casa con Luisa García y procrean a Porfirio, María Luisa, Genaro, Ignacio, José, Luis y Manuel (¿se acuerdan de Manuel Bartlett Díaz, el ladón de la democracia en 1988? ¿el mismo infame Secretario de Educación Pública del PRI?) José Díaz se casa con Christiane Casasús para dar a luz a Bernardo y Catalina (abuela del escritor y periodista Carlos Tello Díaz).
Ignacio Manuel Altamirano se casó con Margarita Pérez Gavilán y adoptan a Catalina, Palma y Guadalupe; Catalina Altamirano se casa con Joaquín Casasús (mi bisabuelo); de ese matrimonio nacen: Héctor, Evangelina, Margarita (que se casó con el único hijo de Justo Sierra), Mario (mi abuelo, bautizado por José Ives Limantour), León y Jorge.
El poeta Amado Nervo escribió sobre mi abuelo: y Mario, que no sé qué duende inspira, un campo de Agramante hace en la mesa (31 de diciembre de 1900).
La Revolución Mexicana que no advirtió Altamirano
Comisionado por Porfirio Díaz, I.M.A. vivía en San Remo (Italia) al final de su vida, cansado y enfermo, jamás insinuó la Revolución que viviría México una década más tarde. Altamirano había dejado las armas, desde aquellos días en que era la espada y la pluma de la República contra la dictadura de Antonio López de Santa Ana (1833 a 1855) y contra la tropas imperialistas de Maximiliano de Habsburgo (l864-1867). ¿Cuántas cosas han cambiado desde su muerte en 1893?
Ahora Yautepec se parece más un páramo descrito por Juan Rulfo, un municipio atiborrado de sombras y escombros, los ingenios azucareros de la región, transfigurados en ruinas; miles de expatriados a los Estados Unidos, familias cercenadas por la pobreza, indígenas que no tienen acceso a becas, que como a I.M.A. le permitieron estudiar en la
Universidad. De hecho, un gobierno conservador que mira sin respeto a su país, a su historia y raíz indígena. Un México administrado por el imperio de la pareja presidencial Fox & Sahagún, un Partido Acción Nacional (PAN) al igual que el bando conservador en tiempos de Altamirano.
Regresemos, pues, a las lecturas de aquella valiosa generación de la República, hagamos nuestra la espada y pluma de Altamirano, hurguemos en nuestra memoria las historias inhibidas, sólo así podremos evitar, ser todas estas ruinas que vemos en todas las regiones del país.
Notas del autor:
1.- El caricaturista Eduardo del Rio, “Rius” escribió en La interminable conquista de México (editorial Grijalbo, 1983) “La lista de los grandes capitalistas mexicanos aliados a los nuevos invasores norteamericanos junto al general Porfirio Díaz: Enrique Creel, Joaquín Casasús, Julio Limantour, Rodolfo Reyes, etc. etc.” Bajo una lectura tradicional de la izquierda, sólo pretendo ser la “oveja negra de mi positivista familia”.
2.- Sobre Carlos Tello Díaz ver Milenio Diario 1º.10.2004, la página 10 de Ciro Gómez Leyva: “Entrevisté a Carlos Tello Díaz el 31 de diciembre del año en que los chiapanólogos y los fanáticos del subcomandante Marcos se la pasaron jugando tiro al blanco con él: 1996.
El historiador había publicado La rebelión de las cañadas, libro maldito, porque, decían los adoradores del EZLN, estaba armado página por página con documentos del Ejercito mexicano… Él reconoció que tendría que haber sido menos reservado con los críticos. Y que, cierto, debería haber informado con claridad que el Ejercito mexicano le había dado los documentos clandestinos del EZLN y las FLN” (www.milenio.com).
Considero que sería un excelente ejercicio democrático la entrevista entre el sup Marcos y Carlos Tello Díaz, encuentro solicitado por el historiador al guerrillero y literato zapatista. En lo personal, confío plenamente en el trabajo intelectual de Carlos Tello Díaz, tanto como amo a la poética palabra zapatista.
3.- Los republicanos españoles Adolfo Sánchez Vázquez (2005) y Joan Manuel Serrat (2003) son los otros doctores Honoris Causa de nuestra UAEM, sumándose a Carlos Monsiváis (2003) y José Emilio Pacheco (UAEM 2005 y Premio de Literatura Pablo Neruda 2004).
Carlos Monsiváis cedió en exclusiva para el presente ensayo, fragmentos de su prólogo de la novela El Zarco de Ignacio Manuel Altamirano.
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* Editor del nuevo suplemento cultural Umbral de La Jornada Morelos.
(www.lajornadamorelos.com/index.php?module=pagesetter&func=viewpub&tid=6&pid=535).
¡Hola!
Yo tambien me apellido Altamirano. En cambio a ti, en mi familia tenemos documentos que habalan nuestra ascendencia referente con Hernándo Cortés Pizarro De Monroy Y Altamirano.
Tras una exhaustiva investigación descubrí que todos los Altamirano tenemos parentezco. El punto es, me encantaría entablar una conversación fructifera contigo. Ya que mi bisabuelo era indígena Zapoteca nieto de señoríos guerrerenses
Buen Dia
Ignacio también es mi tatarabuelo. Es un honor ser parte de esta gran decendencia . Mi abuelo su nueto tambien el es de guerrero. Espero pronto reencontrarme con mis raices .
!Fascinante!
Cómo todo encuentro inesperado. Estoy documentado para el proyecto de la Delegación Cuauhtémoc «En este lugar de la…» que propone colocar placas en los lugares donde vivieron grandes personajes o sucedieron hechos trascendentes. Tengo conocimiento de la casa de Altamirano en la calle de san Ándres (Aquiles Serdán 1.), la de Factor 1ª. No. 6, en sus memorias habla de la vida cenobita que lleva en san Fernando (?). ¿Cuál sería el lugar más significativo?