Impacto inminente (ante la caída de la disponibilidad de petróleo)
Antonio Turiel - The Oil Crash
Hace unos días, la Agencia Internacional de la Energía (AIE) anunció una lista de 10 medidas de emergencia para reducir rápidamente el consumo de petróleo del mundo en aproximadamente 2,7 millones de barriles diarios (Mb/d), cantidad a comparar con los alrededor de 100 Mb/d que se consumen hoy en día en el mundo. Estas medidas solamente son recomendaciones para los países de la OCDE, a los cuales la AIE asesora en materia de energía, y su justificación vendría de que las sanciones que se le están imponiendo y se le van a imponer a Rusia debido a su invasión de Ucrania van a crear un problema de suministro que necesita ser abordado para evitar las peores consecuencias económicas.
La realidad a la que nos enfrentamos es mucho peor de lo que la AIE quiere reconocer, aunque sin duda en esa venerable institución deben comprender muy bien su verdadera naturaleza. La primera cuestión a resaltar es que la caída de la disponibilidad de petróleo no viene principalmente de las posibles sanciones a Rusia. Rusia ya se ha buscado compradores alternativos a los que vender su petróleo, con cierto descuento respecto al barril de Brent pero, como éste está muy caro, en realidad el precio es muy ventajoso.
Lo hemos comentado muchas veces: el petróleo es muy fungible y si dejas de comprar a un proveedor éste se busca nuevos compradores y tú acabas comprándole el petróleo a los antiguos proveedores de éstos, y en la práctica nada cambia; como mucho, importar petróleo se vuelve más caro, si viene de más lejos. Sancionar a Rusia con no comprarle petróleo es por tanto un gesto bastante inútil si lo que se quiere es estrangular la economía rusa, aunque esta vez sí que ha tenido consecuencias negativas, pero para los sancionadores: la India se está planteando pagar el petróleo ruso en yuans chinos, lo que pondría en jaque la hegemonía del petrodólar, la cual es básica para que el resto del mundo financiemos el déficit comercial de los EU y que así la primera potencia mundial pueda mantener su insostenible tren de vida.
En cualquier caso, la razón por la que va a faltar petróleo no es por las sanciones a Rusia, sino, simplemente, porque la producción de petróleo está en caída libre. El pico de todos los líquidos del petróleo fue en diciembre de 2018, y debido al fuerte clima de desinversión de las compañías petroleras, lo que hasta la propia AIE prevé es diversos picos de precio del petróleo hasta 2025. Acabamos el año pasado con un déficit de oferta de petróleo con respecto a la demanda del 3%, y todo indica que al final de este año el déficit podría ampliarse hasta el 10%. Éste, y no otro, es el motivo de las actuales prisas.
Hay quien ha interpretado las medidas contenidas en la recomendación de la AIE como algo positivo (incluso algún incauto las ve de «fácil aplicación»). Lo cierto es que esas medidas, adoptadas como se podrían adoptar ahora (con precipitación) son tremendamente negativas para la economía y para la población unas, y simplemente imposibles otras. Echemos un vistazo a las medidas y analicemos por qué en general no son positivas:
1.- Reducir los límites de velocidad en las carreteras en al menos 10 km/h. Ésta ya tuvimos ocasión de analizarla con detalle en 2011, porque en aquel momento el Gobierno de España la adoptó con carácter provisional. Esencialmente es legislar algo que mucha gente ya está empezando a hacer por razones económicas: circular más despacio para ahorrar combustible. Esa medida produce un pequeño ahorro pero, en sí misma, no es mala. Eso sí, siempre es mal recibida por la población (recordemos el malestar que se produjo en 2011).
2.- Teletrabajar desde casa 3 días a la semana: Fantástico para quien se lo puede permitir, que no es el caso de la generalidad de los trabajadores. Encima, en el caso de los que sí que puedan hacerlo resultará que pagarán un incremento de su factura de la luz por el tiempo de más que pasen en casa, que además se incrementará aún más al cocinar en casa y quizá hacer otras tareas en horas que la electricidad no está barata. Ahorra petróleo, ciertamente, pero empobrece a los trabajadores.
3.- Domingos sin coches: Por supuesto ahorra petróleo, pero es una medida de difícil implementación en muchas ciudades pequeñas y ciudades dormitorio de las grandes ciudades. Como siempre, a quien más penaliza es a las rentas menos pudientes.
4.- Transporte público más barato y micromovilidad: Como usuario del transporte público que soy, creo que mucha gente coincidiría conmigo en que el principal problema del transporte público es su escasez, y más si más gente se ve obligada a usarlo. Que se abarate está bien, pero lo más importante sería que se incrementase. La escasez de transporte público a lo que lleva es a que los más pobres paguen con lo que tienen: tiempo.
5.- Acceso alternativo a las grandes ciudades: Sin concretar más, pero seguramente lo que se pretende es que se pueda circular con coches con matrícula par los días pares, y con matrícula impar los días impares. Esta medida produce un gran ahorro de combustible y estimula que la gente comparta coche (en plena era CoVid, pero, bueno, la CoVid ya se ha olvidado). Perjudica poco a quien tiene más de un coche en casa, y mucho más a las familias que necesitan el coche para hacer recados, comprar, ir a buscar a los críos…
6.- Aumentar el uso del coche compartido: Sin duda, de las medidas más eficaces para disminuir el consumo de combustible sin afectar gravemente la vida cotidiana de las personas, aunque solamente respecto al traslado al lugar de trabajo. Sigue sin resolverse el tema de las compras, recogida de niños, etc, a no ser que se busque un acompañante para cada ocasión.
7.- Conducción eficiente de mercancías: Yo creía que los camioneros se las sabían todas en términos de maximizar la eficiencia al tiempo que se cumplían los plazos de entrega. Los camiones tienen la velocidad limitad por ley, con tacómetros que son comprobados regularmente por la policía de carreteras. Claro que quizá lo que se quiere decir es que los camioneros tiene que conducir lento, mucho más lento: de hecho, la velocidad óptima es 40 km/h, porque es justo a esa velocidad en que el comportamiento del flujo de aire circundante deja de ser predominantemente laminar y se vuelve predominantemente turbulento. De nuevo, que los pobres paguen con lo que tienen, con tiempo.
8.- Uso de trenes nocturnos y de alta velocidad en vez de aviones: No ir en avión ahorra mucho petróleo, así que en principio es una medida positiva. Claro que los trenes convencionales gastan mucha menos energía que los de alta velocidad, así que aquí la apostilla «nocturnos» es relevante, de nuevo, para quien no pueda pagar tanto. Los ricos irán en alta velocidad y los pobres pagarán con su tiempo (típicamente, el de estar con la familia) pasando la noche en un tren.
9.- Evite los viajes aéreos de negocios: Única medida que apunta directamente a la clase más pudiente y derrochadora. Por supuesto es una medida eficaz.
10.- Adopción de la electricidad y vehículos más eficientes: Una medidas urgente no puede basarse en la compra de nuevos vehículos. No todo el mundo ni todas las empresas se lo pueden permitir, ni quizá hay suficiente stock como para hacer una sustitución significativa. Esta medida es un brindis al Sol.
Todas estas medidas recuerdan mucho a las que ya formuló la AIE en su «Saving oil in a hurry» en 2008, actualizado 10 años después. Es significativo que ahora vuelvan: la situación es análoga a la del 2008, posiblemente peor. La crisis económica que viene será seguramente peor, mucho peor. En cualquier caso, no hay nada nuevo: son las mismas ideas, remozadas. No hay ninguna medida que apunte a una reforma estructural de la economía, todas apuntan a poner parches y a apuntalar el actual sistema. Son medidas con vocación de transitorias, a ser suprimidas en cuanto la coyuntura mejore. Porque es así: se asume que los problemas actuales son coyunturales. Pero no lo son. Son estructurales, han venido para quedarse y no es nada probable que alivie la situación una sustitución por renovables eléctricas, entre otras cosas porque la falta de energía fósil evidencia que no son tan baratas como creíamos.
Limitadas y parcheantes como son, lo peor de estas medidas es que de momento ningún gobierno ha mostrado ninguna intención de adoptar como mínimo alguna de estas recomendaciones. Todos están a la expectativa, a ver si el problema se resuelve solo, a ver si bajan los carburantes, a ver si la grave crisis alimentaria ya en ciernes acaba por desaparecer ella solita.
Mientras tanto, la crisis del diésel es inminente. Los medios económicos empiezan a hablar de ello con insistencia. Ya viene. Y ésta no es una crisis de encarecimiento (que ya está siendo problemático para múltiples sectores, desde la agricultura hasta la pesca, pasando por el transporte): ésta es una crisis de escasez. De desabastecimiento. De no tener suficiente. Algunos países ya lo están sufriendo. Falta diésel en Paquistán. En Sudáfrica se habla de racionamiento. En Francia, como en España, el precio del diésel supera ya al de la gasolina. En Alemania, BP y Shell ya no venden diésel al contado.
En un extraño movimiento, Arabia Saudita (país productor de petróleo) coloca una orden masiva de compra de diésel. Mientras tanto, China suspende las exportaciones de combustible de las refinerías estatales a partir del 1 de abril. Esta próxima crisis no es como las anteriores: no es un shock de precios, es un shock de suministro. Una crisis que anticipamos aquí, producida por la escasez de petróleo de calidad. Cuando llegue, las medidas de la AIE serán insuficientes y tendremos que pasar al siguiente nivel. No estamos preparados psicológicamente ni para una crisis más suave que la que se nos tira encima. Impacto inminente.
*Científico y divulgador licenciado en Física y Matemáticas y doctor en Física Teórica por la Universidad Autónoma de Madrid. Trabaja como Investigador Científico en el Institut de Ciències del Mar del CSIC, ubicado en Barcelona.