¿Infanticidio? Unamos todas las voces, todas las manos
Es ahora perentorio no olvidar las lecciones del pasado. Recordar lo que sucedió en Europa y Asia para que fuera posible desencadenar los horribles agravios históricos de la esclavitud, el colonialismo, el supremacismo… y el holocausto, porque no se tuvo en cuenta el valor de cada vida, porque se omitió el fundamento de todos los derechos humanos: la igual dignidad.
Al término de las dos grandes guerras “calientes”, en 1918 y 1945, dos destacados Presidentes norteamericanos, Wilson y Roosevelt, respectivamente, habían intentado establecer un orden mundial basado en la fuerza de la razón y no en la razón de la fuerza. En ambas ocasiones, desgraciadamente, el perverso adagio “si quieres la paz, prepara la guerra” se aplicó sin cortapisas, impulsado siempre por los grandes productores de armamento, y la seguridad prevaleció, como había sucedido durante siglos, sobre la paz.
Considero importante destacar el inconmensurable perjuicio que causó el Partido Republicano de los Estados Unidos al no apoyar a la Sociedad de Naciones… ¡creada por el Presidente norteamericano Wilson! Se hizo posible el resurgir bélico de Alemania… y que Hitler, en 1933, escribiera en su libro “Mi lucha” que “la raza aria es incompatible con la judía”.
Las semillas del fascismo fructificaron también en el liderazgo de Benito Mussolini y en el terreno abonado del Imperio del Sol Naciente nipón, con el Plan Tanaka y el emperador HiroHito…. Esta confluencia de grandes movimientos supremacistas dio lugar a la segunda guerra mundial, atroz, con millones de víctimas, al final de la cual el presidente Franklin Delano Roosevelt establece, con un diseño perfecto, las Naciones Unidas que, de nuevo, no pudieron despegar el vuelo tan bien previsto y necesario, por la carrera armamentística de las dos superpotencias y por la animadversión -como tuvo lugar al término de la primera guerra mundial- del Partido Republicano que, al finalizar la “guerra fría“ no aceptó la propuesta del presidente Mikhail Gorvachev (Reikiavik, octubre 1986) de eliminar todas las ojivas nucleares y puso la gobernanza del mundo en manos del G-6.
Es urgente proceder a una auténtica refundación de la Unión Europea, sobre los fundamentos éticos del año 1950. Para saber bien dónde queremos ir, para establecer con precisión la “hoja de ruta” y no volver nunca más a empezar la construcción del edificio europeo por el tejado (como se ha hecho llevando a cabo una unión monetaria sin una previa unión económica y, lo que es peor, sin una previa unión política), es indispensable revisar bien de dónde venimos: ver las bases del Tratado del Carbón y del Acero… leer los pronunciamientos de sus artífices y releer los Acuerdos que suscribieron…
¿Qué proclamaron Robert Schumann, Jean Monet, Konrad Adenauer…? Pues que para que nunca más se resolvieran los conflictos por la fuerza, era necesario buscar espacios de entendimiento, de conciliación… inspirados siempre por los principios democráticos que, desde aquel momento, guiarían a Europa. “Tendremos que ser capaces de inventar formas nuevas de gobernación”, exclamó Schumann… Actualmente el veto impide el funcionamiento democrático de la gran organización multilateral de las Naciones Unidas y de la Unión Europea.
Ante la terrible situación que están viviendo y padeciendo miles de niños actualmente la ciudadanía tendría que reaccionar y, por fin, dejar de ser espectadora impasible de lo que acontece y pasar a ser actora activa, disponiéndose resueltamente a eliminar el veto que ha impedido, durante 78 años, la puesta en práctica de la Carta de las Naciones Unidas, cuya primera frase expresa la solución tan esperada, tan apremiante, tan impostergable: ”Nosotros los pueblos… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras, el horror de la guerra” y que impide también que la Unión Europea se pronuncie y denuncie.
El día 5 de febrero de 2012 escribí: ”Y fue la mirada de aquel niño, en aquella guerra, la que cambió de un golpe, el rumbo de mi vida”… Desde entonces, teniendo siempre a la vista a mis nietos y bisnietos y a todos los niños del mundo, no he cesado de llamar a rebato en favor de la paz, de la justicia, de la igual dignidad, de compartir, de convivir… de pregonar que, si somos capaces de mirar a los ojos de los niños, seremos capaces de emprender, sin vacilar, las sendas de la cultura de paz y no violencia, de una cultura -suprema, definición del comportamiento cotidiano- de paz y concordia.
Ciudadanía consciente de que, sin ulterior demora, puede movilizar a los medios de comunicación y muchas instituciones y personas para un gran clamor popular que sea capaz de sustituir el veto por la acción democrática, multilateral… El “complejo bélico-industrial“, que el propio Eisenhower señaló como el auténtico poder norteamericano, debe dejar de ser el representante de la fuerza para convertirse a escala global en el gran protector de la palabra, permitiendo que la razón de la fuerza se transforme en fuerza de la razón, Inspirándose en lo que establece el preámbulo de la Constitución de la UNESCO: “actuaréis inspirados en los principios democráticos”.
Es impostergable la movilización de las instituciones académicas, artísticas, científicas… en favor de una nueva era en la que la gobernanza, plutocrática y supremacista se reemplace adecuadamente por la gobernanza democrática, teniendo la mediación y la palabra bien protegidas y aseguradas. Garry Jacobs, Presidente de la World Academy of Arts and Science, ha fraguado el concepto de “seguridad humana“ para que la paz, a escala territorial y en términos militares, se convierta en la paz a escala de cada ser humano (nutrición, educación, medioambiente, igualdad en dignidad…).
De pronto, escribió Leonardo Da Vinci, ya no hay a bordo ricos o pobres, jóvenes o ancianos, blancos o negros… sólo pasajeros afanados, trabajando en común para sobrevivir, para evitar el naufragio.
Ese es el consejo que ahora deberíamos difundir por todos los medios para que los “pueblos” tomen conciencia de la situación en la que, por primera vez en la historia, se halla la humanidad. En efecto, desde hace unos años, han aparecido una serie de amenazas globales como procesos potencialmente irreversibles, que exigen que se las aborde y trate a tiempo, antes de que sea demasiado tarde.
Cuanto más alerta deberíamos estar, cuanto más reactivos, cuanto más tendríamos que tener en cuenta el mañana… más tenemos en cuenta el presente, más ensimismados nos hallamos, más miopes… y aceptamos sin remordimiento lo inaceptable.
Hambre, desamparo, sumisión. Tenemos que implicarnos decididamente y con denuedo contra todo tipo de violencia. El Papa Francisco dijo en una ocasión que “no es fácil saber si el mundo de hoy es más o menos violento que antes, ni si los medios de comunicación modernos y la movilidad de nuestra era nos hacen más conscientes de la violencia o más acostumbrados a ella”. Recuerdo cuánto me impresionó escuchar al Prof. Juan Antonio Carrillo Salcedo alertarnos, con la anticipación que le caracterizaba, sobre la “globalización de la indiferencia”.
Seguimos de espectadores impasibles, “distraídos”, indiferentes, silenciosos… ¡Delito de silencio…! ¿Hasta cuándo?
En París, el 20 de enero de 1990 escribí estos versos al final de un poema:
“Sabemos / y por lo tanto / no tenemos excusa. / ¿Cómo podemos / conciliar el sueño / siendo cómplices?”. Hasta hace poco no sabíamos lo que sucedía. Ahora sí. Ahora la indiferencia es culposa… 21 de marzo de 2024.
* Doctor en Farmacia por la Universidad Complutense de Madrid (1958), ha sido catedrático en diferentes universidades españoles y ha desempeñado numerosos cargos políticos, entre otros el de ministro de Educación y Ciencia (1981-82). Entre 1987 y 1999 fue director general de la Unesco. Actualmente es presidente de la Fundación para una Cultura de Paz.