Inteligencia artificial y democracia

El mundo de internet le hizo un lugar, en estos últimos días, a un reciente reportaje a Martin Hilbert, un alemán de 39 años, que anduvo por Chile como funcionario de la CEPAL y es experto en redes digitales. No haremos aquí un comentario pormenorizado sobre sus dichos, pero sí señalaremos algunos detalles que nos evidencian dos aspectos de los mismos. Por un lado el crecimiento exponencial de la información y en segundo lugar de qué modo la misma es utilizada para transformar a nuestra democracia representativa en una “dictadura de la información”, según lo definiera el alemán que inspira estas reflexiones.

Acerca del crecimiento de la información, según este reportaje, la misma se duplica cada 2 años y medio. La información incorporada en los últimos 3 años es igual a la que habíamos acumulados en los miles y miles de años anteriores que van desde la prehistoria hasta el 2014. Esa masa informativa no la podemos procesar sin el auxilio de las máquinas, las mismas que nos abren las ventanas hacia lo que conocemos como inteligencia artificial que hoy se organiza bajo el mismo sistema de redes neuronales que tiene el cerebro.

Ese cúmulo de informaciones tiene que ver con cuestiones externas a nosotros, pero también con datos sobre nosotros, cómo somos, qué hicimos, qué queremos y cómo actuamos. Es bueno saber que la principal fuente para tal información la proporcionamos nosotros mismos. En ese sentido las famosas “redes sociales” cumplen un rol clave. Pero además la tecnología que usamos -por sí misma- ayuda a este conocimiento, así por ejemplo, un celular con wifi permite saber dónde estuvo su titular en cada momento de los últimos 2 ó 3 años y eso está autorizado por nosotros al aceptar los “términos de licencia”, lo que se conoce como “letra chica”. Este cúmulo de informaciones permite predecir el comportamiento de una persona y eso está en el centro de la publicidad actual. Eso le permite dirigirse a los consumidores según sus gustos, de un modo “personalizado” como les gusta decir a los profesionales del tema. Por eso todas las grandes empresas que manejar información valen tanto (Facebook, Twiter, Google). Como nada de ello ha sido masivamente repudiado cabe concluir que la sociedad acepta estas reglas de juego. Ello está produciendo una mezcla, una convergencia, una fusión entre tecnología y vida, haciendo que ambas vayan de la mano, seamos conscientes o no. Por un lado, la tecnología al servicio de los grandes intereses y por el otro, la pobre e individual vida nuestra.

Como esas máquinas manejan más información que la que nosotros podemos reunir, y dado que la información es poder, sobre muchas cuestiones son esas máquinas las que toman la decisión.

Los resultados, sobre el uso de este incremento informativo, se hacen aún más elocuentes y dramáticos cuando nos referimos al aspecto socio-político y específicamente a lo que se suele denominar “democracia representativa”. En este sentido y en el trabajo comentado  hay varias observaciones sobre cómo Barack Obama y Donald Trump moldearon la opinión de una vastedad de votantes a favor suyo. Se menciona la bronca de algunos de científicos y técnicos de Valley Silicom con Trump, por el uso que éste le dio a sus investigaciones. Un modo operativo usado fue tomar un dicho del candidato y acompañarlo con un contexto determinado según el estudio ya realizado, atendiendo a las característica de los votantes individualmente considerados.

De ese modo la información que le llegaba a cada uno de los votantes era la que él quería escuchar. Esa propaganda responde a la actual fragmentación social llevándola hasta el infinito, haciendo propaganda según los intereses individuales de cada persona. Según los datos existentes, sobre un total de 250 millones de votantes, Obama trabajó el perfil de 16 millones, Trump tuvo el de la totalidad. Esta es una de las claves de los límites de la actual democracia. Cabe recordar que Aristóteles sostenía que la democracia no podía ir más allá de un radio de 70 kilómetros, eso era lo que la información podía viajar en un día, por eso había democracia por ciudad. La historia de las complejas primarias de los Estados Unidos tiene que ver con la posibilidad del desplazamiento que permitía el caballo, medio más común de transporte para el momento en que se redactó esa norma.

Respecto a las distancias geográficas la informatización contribuye a resolverlo. En cuanto a la fragmentación social, los avances informáticos los reconocen y se organiza para dar una respuesta propagandística individuo por individuo, pero ello explica –luego- la distancia que se establece entre el votante atendido individualmente para el momento del voto y las decisiones institucionales tomadas en lejanía y con escasos o nulos vínculos respecto del votante. Ahí está uno de los problemas de la actual democracia representativa y habrá que atender al mismo para pensar una democracia de nuevo tipo.

 

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