Iraq: una salida cerrada

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

La idea de Colin Powell de involucrar tropas árabes y musulmanas en un intento para llevar orden a Iraq -que continúa altamente inestable- no tuvo éxito. La difusión pública de la propuesta fue confiada al premier del gobierno provisorio iraquí, Ayad Allawi; pero, por cierto, no es casualidad que la misma haya surgido después del encuentro entre Powell y Allawi en Gedda, hace unos días.

Además la propuesta de Arabia Saudita, que se trató sin éxito en la última reunión de la Liga Árabe en Túnez, permite intuir que existe un diseño más amplio en este sentido. La propuesta Saudita resultó ser aún menos viable que la sugerida por Powell-Allawi.

De hecho, mientras el gobierno saudita anunciaba la imposibilidad de ofrecer sus propias fuerzas, se solicitaba -al mismo tiempo- el envío de tropas de países árabes y musulmanes «no colindantes con Irak», para integrar el ejército de la coalición, «sin sustituirlas y bajo el mando estadounidense.

Fue inevitable que casi todos los países implicados se apresuraron a tomar las debidas distancias. Assam Haki, el portavoz de la Liga Árabe, cerró las argumentaciones al expresar que no se había llegado a «ningún acuerdo» sobre dicho asunto.

Allawi ha relanzado una declaración explicita sin hacer ninguna alusión a países colindantes o no limítrofes. «La participación de los países musulmanes -dijo- es importante, no solo para ayudar a Iraq -que de todo modo está en condiciones de superar sus dificultades-, sino porque es importante que la región juegue un rol decisivo contra los grupos que amenazan su estabilidad».

El primer «no» -seco- llegó del presidente egipcio Hosni Mubarak, quien por medio de su canciller, Ahmed Abdul Gheit, puntualizó: «Egipto no enviará tropas bajo ninguna circunstancia». El otro líder que tomó una posición negativa, directamente y anticipándose a la propuesta, fue Muammar Gadafi.

Otras actitudes del mundo árabe musulman, tuvieron el mismo sentido. A lo sumo se dicen dispuestos a participar en la formación de un contingente internacional, pero rigurosamente bajo el paraguas de la cobertura de las Naciones Unidas.

Pocos dicen presente ante la idea de quedar bajo órdenes anglo-americanas, lo que los enfrentaría a una situación deshonrosa en sus países. Todos los regímenes árabes de la región -y otros musulmanes no árabes- olfatean el peligro de que la inestabilidad iraquí pueda, tarde o temprano, traspasar las fronteras de Iraq.

No cabe duda que todos los dirigentes de esos Estados, sin excepción, prefieren quedar al margen del embrollo de la guerra, también porque saben muy bien que -en la opinión de su gente- la guerra de Iraq se debe comprender como el efecto de una larga resistencia popular contra el gobierno de Allawi, sostenido en el poder por los Estados Unidos de América.

La cosecha de Allawi-Powell, en este agosto sangriento, es entonces de flacos resultados. Y estos son muchos más exiguos cuando se tiene en cuenta que Wáshington presiona muy fuertemente para obtener resultados sustanciosos.

Por ahora solo cinco países han aceptado «participar», pero algunos con declaraciones tan vagas y variadas que hacen pensar que tomaran su tiempo para negociarlo. Estos países son: el Pakistán de Pervez Musharraf -cuya adhesión no dejó dudas-, Argelia, Yemen, Bahrein y Túnez.

Colin Powell debió atenuar el «frío» que despertó la idea dejando la puerta abierta a soluciones diferentes. «Se trata apenas de ideas preliminares», declaró en Gedda. Pero nadie se debe hacer ilusiones al respecto.

El dispositivo de mando de una eventual fuerza militar no es pensable sin el férreo control estadounidense. Es muy difícil imaginar la presencia en Iraq de otras tropas -además árabes y musulmanas- que actúen independientemente de aquellas de la coalición. Ponerlas bajo el mando del actual gobierno de Allawi -que no tiene un ejército propio completamente formado- es una hipótesis irreal: significa abrir tantas y variadas contradicciones que sería como prender una mecha debajo de un polvorín. Todo indica que Wáshington deberá caminar sola.

El gran interrogante es si los muertos americanos superarán el número mil antes de la primeras semana de noviembre. Una cuota simbólica si se quiere, pero que no beneficiaría en nada a George W. Bush.

(Traducción de Luigi Lovecchio).

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*Giulietto Chiesa, periodista y escritor italiano; su ensayo La guerra infinita, el mundo después de la invasión a Afganistán, está disponible en castellano publicado por Ediciones del Leopardo (www.pieldeleopardo.com) y la revista El Periodista (www.elperiodista.cl).

La obra se puede consultar si costo alguno en: (www.wordtheque.com/pls/wordtc/new_wordtheque.w6_start.doc?code=70636&lang=es.

Artículo anterior: http://noticias.arcoiris.tv/modules.php?name=News&file=article&sid=273

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