Israel y EEUU provocan disturbios religiosos en Egipto

Alfredo Jalife-Rahme*
 
Lrevolución del jazmín del paradigma tunecino iniciada en el pasado invierno boreal se encamina a vivir cíclicamente todas las estaciones climáticas en los 22 países de la Liga Árabe. Tras una extática primavera vertiginosa –que vivió desde tres defenestraciones hasta una vigorosa reacción contrarrevolucionaria al estilo Thermidor de la revolución francesa– todo apunta a un candente verano en algunos de sus focos regionales.
 
 
Luego de un breve respiro, la dinámica de la revolución del jazmín sufre sofocaciones y reincendios en sus diferentes focos: se complica en Libia, se reaviva en Egipto, se intensifica en Siria, estremece a Yemen, retorna a Bahrein, sitia a Arabia Saudita, se insinúa en Marruecos y amaga a Líbano.
 
Entre los políticos de Beirut me llama la atención la constante de la resignada proclividad sicológica de mis interlocutores sobre el escenario de las balcanizaciones en la región.
 
En beneficio de su implacable argumentación, mis paisanos libaneses (pertenecientes a cualquier polo de su fragmentado espectro político), exageradamente bien informados, citan la génesis de las balcanizaciones y vulcanizaciones regionales en Sudán (carcomido en el sur pletórico de petróleo), su silenciosa implementación en Somalia (fracturada entre tribus piratas), su aplicación de facto en la bipolaridad geográfica de Libia (entre Bengazi, en manos rebeldes, y Trípoli, todavía bajo control gubernamental), su epifenómeno en Irak (tres provincias: el norte kurdo sunnita, el centro árabe sunnita, y el sur chiíta árabe) y su nada descabellada probabilidad en el exquisito mosaico de Siria (por extensión, al vecino Líbano donde cohabitan acrobáticamente 17 sectas religiosas).
 
Los libaneses también temen el choque frontal entre sunnitas y chiítas locales (Hicham Safieddine, Al Jazeera, 1/7/11) a consecuencia del acta de acusación del polémico tribunal especial internacional sobre el asesinato del ex premier Rafic Hariri (líder de la comunidad sunnita) que ha indiciado a cuatro miembros cercanos a Hezbolá.
 
No todas las balcanizaciones tienen los mismos efectos geopolíticos ni la misma exposición de parte del circo multimediático y sus vociferantes propagandistas, quienes asuelan y desinforman cacofónicamente al planeta.
 
La balcanización de Sudán –a parte de los especialistas del petróleo, del devenir del continente africano, de quienes somos teóricos de la subrepticia guerra bipolar entre EU y China por los recursos primarios en cualquier rincón del planeta (en este caso, el agua del río Nilo), y de los seguidores del artista hollywoodense George Clooney, otro embajador especial de la ONU para la fragmentación inducida de los países –pasó prácticamente desapercibida.
 
El inicio de la pulverización de Sudán –país de mayoría islámica y otrora el más extenso tanto de África como de la Liga Árabe– desembocó en el desprendimiento del sur: concentrado de cristianos y animistas y, más que nada, pletórico en petróleo. Sus concéntricas repercusiones apenas se empiezan a sentir y resguardan una extensa agenda en consecuencias geopolíticas y geoeconómicas.
 
En mi clasificación de las cinco subregiones del mundo árabe, que tuvo gran aceptación de los conocedores, coloqué en una sola subregión (la del Nilo) a Egipto y Sudán, quienes comparten en su transfrontera al antiguo país de los nubios.
 
En similitud a Sudán, antes de su balcanización, Egipto comporta una mayoría islámica con una relevante minoría de cristianos coptos: más de 10 por ciento del total de 80 millones de habitantes.
 
No es lo mismo la situación de la minoría de los coptos cristianos (más de 8 millones) en la aciaga satrapía de Hosni Mubarak –quien los persiguió sin rubor, con bendición tácita de EU, Gran Bretaña e Israel– que durante la revolución de las pirámides en la que participaron en forma relevante.
 
La asombrosa revolución de las pirámides no ceja y lleva un ritmo vertiginosamente diferente al diapasón de la junta militar que opera la transición a un nuevo orden democrático y geopolítico en Egipto. Hasta ahora se trata del mismo carril, pero con diferentes velocidades, y su asincronía y desfasamiento son explotados por los mismos enemigos tanto internos (lo que queda del letal espionaje del ancien régime, los mukhabarat) como externos: en particular, aquellos países (v. gr. EU, Gran Bretaña e Israel) quienes se han visto afectados por el acercamiento de la teocracia jomeinista de Irán con la junta militar y el grupo de la sociedad civil de Egipto –los presidenciables Mohamed el Baradei y Amer Musa, anterior secretario general de la Liga Árabe.
 
Es evidente que durante la satrapía de Mubarak como después de su humillante defenestración, a alguien le convino, conviene y convendrá instigar la matanza religiosa entre los salafistas (fundamentalistas islámicos) y los coptos, la cual, nada descabelladamente, puede llevar a la balcanización del país milenario de los faraones.
 
Una cosa es conjeturar hipótesis y otra es acusar en forma oficial a los servicios de espionaje de EU (CIA) e Israel (Mossad), señalados por el viceprimer ministro de Egipto, Yahya Al Gamal, de provocar los disturbios religiosos mediante sus agentes provocadores generosamente subvencionados con el fin de someter y debilitar a Egipto (Reuters y Ria Novosti, 27/6/11). Según el viceprimer ministro, Israel teme a Egipto como fuerza influyente y respetada en la región.
 
La acusación es sumamente grave, amén de oficial, ya que la revolución de las pirámides ha sido consustancialmente ecuménica, donde los contestatarios perseguidos de ambos credos rezaron conjuntamente en el altar común de la democracia, simbólicamente erigido en la plaza Tahrir.
 
No es gratuito que en fechas recientes Egipto haya sido sacudido por una ola de enfrentamientos religiosos en varias regiones, los cuales colisionan con el espíritu de la revolución de las pirámides.
 
A la luz de las develaciones sobre la ampliamente conocida perversidad conjunta de la CIA y el Mossad y sus habituales tácticas subversivas, De Defensa (28/6/11), centro europeo de estrategia militar, considera que su profundo significado evoluciona en relaciones conflictivas con Israel y en relaciones de desafío con EU.
 
Como exploramos en su momento, se ha gestado un alejamiento entre Egipto e Israel en cuatro temas: 1) Travesía de barcos y submarinos de Irán por el canal de Suez por primera vez desde 1979 (revolución jomeinista); 2) promoción de la unificación entre la Autoridad Nacional Palestina y Hamas; 3) levantamiento de la prohibición al cruce de palestinos en los sensibles 11 kilómetros de la transfrontera con Gaza (la mayor cárcel viviente del planeta cercada por Israel), y 4) Renegociación de la venta del gas egipcio a Israel.
 
Aunque la acusación del viceprimer ministro sea altamente significativa, tampoco hay que desdeñar que la junta militar egipcia mantiene excelentes ligas con EU (de ayuda pecuniaria, suministro, equipamiento y entrenamiento).
 
El peor error de juicio sería creer cándidamente que EU (con la CIA) e Israel (con el Mossad) están en pro de la genuina democracia en los 22 países árabes a quienes no saben cómo seguir controlando geopolíticamente.
 
*Analista internacional mexicano,columnista de La Jornada

 

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