Jerusalén, la ciudad de los corazones divididos
Jerrold Kessel y Pierre Klochendler *
Un dicho popular señala que Jerusalén usa tantos sombreros -judíos, musulmanes, cristianos- que es difícil llegar a su cerebro. Mientras israelíes y palestinos se disputan el derecho a usar el principal sombrero de Jerusalén, el presidente estadounidense Barack Obama va asumiendo que su enviado especial para Medio Oriente, el senador George Mitchell, no tendrá que apelar al cerebro de la ciudad sino a su corazón.
Bendita, pero también maldita por su propia santidad, Jerusalén todavía puede echar por tierra los objetivos de paz de Obama.
El gobierno del primer ministro israelí Benjamín Netanyahu aprobó en marzo la construcción de 1.600 nuevas viviendas en un asentamiento de la ocupada Jerusalén oriental. A consecuencia, y pese a los deseos del jerarca, la ciudad saltó al primer plano en las discusiones.
Pero aunque Obama vigila lo que hace Netanyahu en Jerusalén, también tiene que ocuparse de lo que ocurre en su propio territorio. Y allí, quienes apoyan al líder israelí insisten en que Estados Unidos no ignore las preocupaciones del Estado judío en torno al destino de Jerusalén.
Quien viene presionando con más intensidad a la Casa Blanca es Elie Wiesel, sobreviviente del Holocausto y premio Nobel de la Paz (1986).
El mes pasado Wiesel publicó un aviso a página entera en The Washington Post, The Wall Street Journal y The New York Times, en un intento por reducir la presión de Estados Unidos para que Israel frene todas las nuevas construcciones en Jerusalén oriental.
"La presión no acarreará una solución. ¿Por qué abordar prematuramente el problema más complejo y delicado?", escribió Wiesel.
Para los judíos, la importancia de la ciudad está por encima de la política, insistió.
"Jerusalén es mencionada más de 600 veces en las (Sagradas) Escrituras, y ni una sola en el Corán", sostuvo.
"Pertenece al pueblo judío y es mucho más que una ciudad. Jerusalén es el corazón de nuestro corazón y el alma de nuestra alma", continuó.
"Hoy, por primera vez en la historia, judíos, cristianos y musulmanes pueden (orar) en sus lugares sagrados", planteó.
"A judíos, cristianos y musulmanes se les permite construir sus casas en cualquier parte de la ciudad. La angustia en torno a Jerusalén no tiene que ver con los bienes raíces sino con la memoria", agregó. Otra destacada figura judía de Estados Unidos –y que, como Wiesel, es un importante partidario de Netanyahu– es Ronald Lauder, presidente del Congreso Judío Mundial.
En una carta que publicó en The Washington Post y en The Wall Street Journal, Lauder llegó incluso a cuestionar el compromiso de Obama para con la seguridad de Israel.
Muchos israelíes, especialmente los de línea dura que integran el gobierno de Netanyahu, insisten en que Obama está cometiendo un error al dar prioridad al tema de Jerusalén.
Sin embargo, otras voces israelíes se manifiestan en contra de la súplica "dejen a Jerusalén en paz".
En una columna publicada en el diario Haaretz, Yosi Sarid, ex ministro de gobiernos israelíes favorables a la paz, escribió sobre las propias palabras de Wiesel: "Leyendo su carta, alguien ajeno probablemente concluirá que en Jerusalén los judíos, cristianos y musulmanes adoran a su Dios sin obstáculos, que a todos se les permite construir sus casas en cualquier parte de la ciudad".
"Alguien le ha engañado, mi querido amigo. No sólo es posible que un árabe no construya ‘en cualquier parte’, sino que puede agradecerle a Dios si no lo desalojan de su casa y lo arrojan a la calle a él y a su familia", escribió.
"Jerusalén es sagrada para todos", continuó Sarid.
"Es por eso que una solución no puede esperar hasta el fin del conflicto. Éste no tendrá fin si se posterga una resolución hasta que, como usted dice, ‘los israelíes y los palestinos hallen maneras de vivir juntos’", añadió.
"Usted escribe que ‘Jerusalén está por encima de la política’. ¿No es acaso la política la que aborda los asuntos más pesados de la humanidad, con las cuestiones de la guerra y la paz, la vida y la muerte? ¿No es la vida misma más sagrada que los derechos históricos, que la memoria nacional y personal, más sagrada incluso que Jerusalén?", planteó.
Sarid sostuvo que no se debe permitir que dominen los alegatos religiosos. "Nuestros peores enemigos estaría contentos de vestir este conflicto épico con el atuendo de una guerra santa. No nos unamos a sus filas, ni siquiera de modo no intencionado", señaló.
Sarid defiende el enfoque del presidente de Estados Unidos. "Obama es muy consciente de sus obligaciones de intentar resolver los males del mundo. Permitámosle usar su influencia para salvarnos de nosotros mismos. Él puede presionar a ambas partes para dividir la ciudad en dos capitales –para dar a Israel las áreas judías y a los palestinos las áreas árabes–, con los sitios sagrados bajo una autoridad internacional acordada", dijo.
También en Haaretz, el historiador israelí Zeev Sternhell advirtió específicamente sobre las consecuencias de continuar permitiendo que los ultranacionalistas religiosos se adentren en barrios palestinos de Jerusalén oriental.
"Jerusalén no es un asentamiento, pero quienes la están convirtiendo en uno solamente atizarán las crecientes llamas de la deslegitimación de Israel", escribió Sternhell.
*Análisis distribuido por Inter Press Service