José Miguel Varas. – OTRA MIRADA: LA MEMORIA, EL AFECTO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Casi sin excepciones, en todos los artículos que he leído sobre José Miguel y hechos a propósito del Premio, sale su nombre, edad o año de nacimiento, algo sobre estudios y sus obras publicadas, que con más o menos detalles, muestran la sapiencia del autor del artículo. foto Sapiencia sobre los escritos de José Miguel, pero nada sobre el hombre. Nada sobre sus alegrías y tristezas. Nada sobre una vida llena de ideales. Nada sobre los valores de una persona que por ser excepcionalmente humana, no es noticia. Y como no es noticia, salvo para sus amigos y para un increíble grupo de fans –o cultos seguidores de su obra–, José Miguel era un periodista casi desconocido que escribía cuentos simpáticos.

Para mi, además de ser cuentos simpáticos, son lecciones morales, son cabales descripciones del alma de personas con problemas diversos que los solucionan o tratan de hacerlo, como lo haría usted o yo en situaciones similares. Narra hechos heroicos con igual calor humano, con igual amor, como describe el alma de sus personajes y todo esto, con un toque de humor que en una ocasión me hizo reír entre lágrimas. Cuando entré a esta «mi familia» de hoy –el hombre hace su familia, en torno a la familia de su mujer y en mi caso, de Esther mi extraordinaria mujer– ya José Miguel era amigo de la casa, pero era un amigo realmente muy singular.

Mis amistades entre 1947 y 1950, al término de la segunda Guerra Mundial y comienzo de la Guerra Fría, tenían en común sus valores morales, sus posiciones democráticas y el convencimiento que la cultura junto con el respeto a los valores humanos, fueron las grandes victorias de los aliados, en una guerra contra nazis asesinos, destructores de la vida y de las obras del hombre.

En ese idealismo conocí a Miguel Lawner (después exiliado él y su esposa Ana María en 1973), Esther su hermana y mi compañera de una vida. Conocí a José Tohá (asesinado por la dictadura del 73), a Jorín Pilowski (exiliado por id. dictadura), a los dos Pachos el Pintor y el Profesor de Literatura, a Pinturelli (si hubiera estado vivo el 73 creo que también habría sido exiliado), a Joaquín Gutiérrez (tuvo que irse de Chile el 73), que antes de conocerlo me torteó en una partida simultánea de ajedrez, a Fernando Ortiz, brillante profesor, dirigente comunista y por tanto también asesinado, técnicamente desaparecido por la dictadura de la derecha chilena, y tantos otros idealistas, que han vivido y en algunos casos fallecido, con sus manos limpias de sangre y de robos, igual como hoy se ve en la comunidad política de Chile y del mundo.

Dentro de este heterogéneo pero selecto grupo de estudiantes universitarios o jóvenes promesas culturales, convivían los más diversos caraceteres. Estaban los doctorales, los centros de mesa, los retraídos, etc. pero no había ningún tonto. Dentro de los callados y observadores, cuyos agudos, penetrantes, y graciosos comentarios, hechos sin ánimo de herir ni molestar, estaba José Miguel, con una cara, al parecer, cultivadamente inexpresiva, que con los años se ha hecho permanente, salvo para esos amigos que vemos su risa estallar sólo en la mirada.

Esa agudeza para observar al hombre lo llevó a escribir cuando aún era estudiante de liceo. Y mientras él más aprendía del hombre, más y mejor escribía. Por eso, como José Miguel no escribía para los demás, sino como una necesidad personal de expresión, es que yo siempre lo he leído pensando que él, al darme alguno de sus escritos, sólo me estaba dejando compartir sus secretas vivencias. Eso mismo sentí con los escritos de nuestro viejo amigo Pancho Coloane, cuando cuenta sus días en nuestro bello sur. Igual sentí con las obras de nuestros amigos y maestros, escritores y poetas, Víctor Franzani, Rubén Azócar, Angel Cruchaga Santa María y Juvencio Valle, cuando en sus escritos nos abrieron sus corazones.

Finalmente deseo contar la siguiente anécdota, que retrata a José Miguel. En la comida homenaje que le ofrecieron sus amigos, José Miguel dio una clase sobre el humor y dijo:˙

«¿De dónde viene el humor? Nadie lo sabe con certeza. Se dice que sus inventores fueron los ingleses, pero no lo creo, salvo en cuanto a cierto estilo del humor, humour, en el que lo más importante es que quien lo practica, verbalmente o por escrito, se mantenga perfectamente serio y hasta grave».

De alguna manera, así es mi amigo. Rico en ideas, en inteligencia, en simpatía, en todo menos en salud y en dinero. Ahora tengo un amigo famoso, cuya obra será estudiada por los niños de Chile. Lo que no sé es si también se estudiarán los valores de un hombre que a pesar de haber sido expulsado-exiliado de Chile, siempre ha amado a su país volviendo a su ingrato nido, pero su nido al fin.

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