José Mujica : El fracaso de la paz en Colombia y la situación de los Estados latinoamericanos

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Hay una deuda grande con nuestra América Latina. Me sugirieron que tenía que dedicar unas palabras a Colombia, en su fallido proceso de paz. A la falta de voluntad política por quienes dirigen a Colombia hoy, de cumplir con un acuerdo costoso y que en realidad puso mucho por el camino, señaló el expresidente uruguayo José Mujica, en su intervención virtual en la reunión del progresista Grupo de Puebla. Estas fueron sus palabras:

Porque de haber triunfado este proyecto de paz, habría una carta de racionalidad hacia el futuro de conflictos de la humanidad. No es eventualmente un fracaso de Colombia, es un fracaso de la humanidad entera.

Desgraciadamente conflictos van a existir y cómo no van a existir en un mundo que está gastando 3 millones de dólares por minuto en presupuestos militares. Y eso es una expresión, de cierta parte de la política, mucho más que lo que se gasta en investigaciones médicas.

Entonces, este fracaso en Colombia, es un fracaso que nos envuelve a todos. Colombia paga un precio demasiado alto, probablemente 20 millones de trabajadores sin seguridad social, aparte de todo lo demás, porque en última instancia, el costo siempre lo van a pagar los más débiles.

En este mundo, esto no admite discusión, ya no es solo cuestión de empatía o de solidaridad, son tan estrechas las relaciones de este mundo y la interdependencia que hay una verdadera lucha en que los poderosos tienen que darse cuenta que no tiene mucha durabilidad ninguna forma de poder cuando se sigue solventando semejante desigualdad y semejante penuria.

Y en realidad, esta pandemia ha venido a poner arriba del tapete la debilidad de esta humanidad, y mi pregunta es la siguiente: ¿el Sapiens ha llegado a los límites posibles de su gobernanza? Y si es así, ¿qué nos espera? Porque todos nos damos cuenta que en el ámbito internacional existe una tremenda debilidad para enfrentar estos problemas, que a los organismos válidos que hemos podido crear en esta humanidad no le damos poder, ni iniciativa y que este mundo necesita más que nunca un conjunto de decisiones que cubran todo el planeta. Pero no tenemos fortaleza política para encararlo.

Y si no lo superamos, ¿qué porvenir le queda a nuestra humanidad? Es la pregunta que nos queda por delante.

Por consiguiente, queda bien claro que hay que gastar mucho más en salud y que tienen que gastar mucho más en previsiones de salud los Estados, porque el mercado no puede gastar en cosas por las dudas, en cosas que no le dejen ganancias.

Pero un buen aparato para defender la vida, tiene que estar como el cuerpo de bomberos, a veces sin trabajar mucho tiempo, pero no sabemos cuándo salta un incendio. Si el Estado no se hace cargo de esto tengamos en cuenta que nadie se va a hacer cargo y no tendremos respuesta. Y esto nos lleva de la mano a otro problema, ¿cuál es la fiscalidad del Estado?

Estamos en el continente donde los ricos pagan proporcionalmente menos y esto es una realidad impuesta, con Estados pobres. No creo que la concepción del Estado mínimo se pueda sostener históricamente porque las sociedades modernas cada vez son más complejas, pero se abren dos campos. ¿No tendrá que ser el Estado un inversor sustituyendo parte de lo que hace el sistema financiero, para recibir renta?

¿No tendrá el Estado que asociarse? Y hay que hacerse esta pregunta, porque una de las penurias de los Estados Latinoamericanos es la falta de recursos. ¿No tendrá el Estado, no habrá que emprender una lucha para la formación de un trabajador público que sea muy distinto?

Y que en realidad si tiene que haber Estado y soy un libertario en mi forma de pensar, si tiene que haber Estado tiene que tener los mejores trabajadores en un país, no los de relleno. Por lo tanto, hay que formarlos, hay que luchar por formarlos y formarlos como categoría y llevarlos a la categoría de servidores públicos.

Todas estas batallas me parece que están, junto a la batalla de la integración, pero la batalla de los recursos de la fiscalidad del Estado, en esta América Latina, están unidos a este enfrentamiento. Una parte de la capacidad de ahorro de América Latina está fuera del continente, somos exportadores de capital, como revelaron los fenómenos de Panamá, de los papers.

Mi pequeño país, tiene más de 20/ 26 millones de dólares, afuera del país, muchos de los cuales seguramente no pagan impuestos. Y esta cifra se multiplica varias veces en el conjunto de América Latina. A su vez clamamos por la venida de capital.

Entonces, hay una responsabilidad en nosotros mismos, porque quiero señalar que el segundo Presidente de Estados Unidos decía por ahí: “hay dos maneras de dominar un país, por la espada o por la deuda”. ¡Y vaya que la utilizaron! La deuda como instrumento de capitalización, es un instrumento importante. La deuda sólo para sobrevivir, es el camino de enterrarnos y enterrarnos y enterrarnos. En última instancia creo que la tragedia de Colombia, con todo lo que significa, es un ejemplo y es un ejemplo del fracaso de la política.

Si no hemos podido influir en quienes dirigen a Colombia para cerrar una página histórica de un conflicto interminable y si Colombia por segunda vez en su historia no cumple con lo acordado, las consecuencias son hacia el futuro francamente imprevisibles.

Nadie puede asegurar que en el futuro de nuestra América no surjan conflictos, incluso conflictos armados. Si cerramos la puerta a que la política pueda suturar definitivamente las heridas de la guerra, estamos poniendo una mecha interminable para el sostenimiento de formas de guerra que ni siquiera probablemente hoy podemos pensar. Allí está el mundo cibernético, ahí está la civilización digital, ahí están siempre los hombres aplastados que encontrarán la forma de intentar resistir.

Porque es un parte de la condición humana, cuando la política fracasa, fracasa la paz y al fracasar la paz, es la mayor negativa que puede existir contra la vida. Por todo esto, amigo, no soy optimista en el tiempo presente que viene en lo inmediato. Van a haber muchas convulsiones, muchos chalecos amarillos en el mundo, seguramente, porque nadie va a querer cargar con el costo de la pobreza emergente y la van a intentar descargar como siempre en los más débiles.

Nos quedan por delante horas entretenidas, pero para cerrar este espacio, una chilena me escribió una carta que la voy a terminar y se las voy a leer, es una mujer que no conozco, se llama Natalia Jeldres y me dice así: “Yo decido creer en el hombre y no en dioses perfectos, todopoderosos e invisibles. Yo quiero creer en la gente que encarna los valores en los cuales creo y me demuestra con ejemplos que vale la pena luchar por ellos. Prefiero creer en el poder de los valores solidarios y humanos que han llevado a grandes hombres a preservar, militar, luchar y morir por defenderlos sin importar si ganaron o perdieron la batalla, lo importante es que no se rindieron”. Gracias compañeros.

 

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