Sarita se encarga de cuidarme desde que murió mamá, hace seis meses.
Sarita es buena. No sé si verdaderamente me quiere, pero lo aparenta.
Sarita me cambia los pañales, me baña, me da de comer el puré de batata bien caliente, como a mi me gusta.
Pero yo sigo extrañando mucho a mi mamá. Sin ella me siento desamparado.
Papá murió en un accidente apenas yo nací. Mamá para mí era todo. Extraño sus caricias, sus besos, su sonrisa.
Por eso lloro mucho, y me da rabia que Etelvina, la enfermera, se enoje y me diga: "Miren a este viejo idiota que se pasa el día entero lloriqueando por su mamita".
En Redes de papel
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