Juan Gelman/ De cómo castigan a Haití

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La fuente de contaminación es muy probablemente la base de tropas nepalesas de Artibonita, que siguen tirando sus heces al río del mismo nombre. A pesar de las protestas diarias, la Minustah se niega hasta ahora a investigar el origen de la epidemia y a ponerle remedio. Desde luego, no está para cuidar la salud de la población, sólo su incierta seguridad.

En noviembre del 2007, 111 soldados y tres oficiales del batallón enviado por Sri Lanka fueron repatriados por explotar y abusar sexualmente de menores haitianas. Pero ninguno de estos abusadores pudo ser juzgado por los tribunales haitianos: el acuerdo vigente entre la ONU y el gobierno de Haití que establece el estatuto legal de la Minustah garantiza una amplia inmunidad a sus efectivos que cometen delitos. Por ejemplo, a los autores de 640 violaciones cometidas desde el terremoto del año pasado, según contabilizó Kofaviv, una organización de mujeres del país. No todos los cascos azules de la ONU se dedican allí a guardar la paz.

En vísperas de la renovación del mandato de la Minustah por un año más, cabe recordar la opinión que formulara el diplomático brasileño Ricardo Seitenfus, representante de la OEA en Haití: “El sistema actual de la ONU destinado a prevenir disputas es inapropiado para Haití. Haití no es una amenaza internacional. No estamos en medio de una guerra civil. Haití no es Irak o Afganistán.

Pero, a mi entender, en la escena internacional, Haití está pagando sobre todo su proximidad con EE.UU. Hace mucho que el sistema internacional presta una atención negativa a Haití. Le tocó a la ONU coaligarse con ese poder y transformar a los haitianos en prisioneros de su propia tierra”. El diario suizo Le Temps publicó estas declaraciones el 20 de diciembre último. Dos días después, Seitenfus fue renunciado.

*Poeta y escritor argentino

 

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