Judith Miller, periodista: un caso de dignidad y persecución

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoJudith Miller, del ‘The New York Times’, podría pasar hasta 18 meses en prisión
si no descubre al juez federal Thomas Hogan quien le dio las pistas de la filtración de información que «quemó» a la espia Valerie Plame en un episodio de venganza política. Una sucia historia, porque la agente de la CIA fue sacrificada en las altas esferas del poder de la Casa Blanca para perjudicar a su marido, el ex embajador Joseph Wilson, un crítico de la política de George W. Bush en Iraq.

Lo absurdo es que el poder castiga a una periodista «que sabe» pero todavía no ha dicho ni escrito nada. ¿Y qué sabe? Tiene indicios de quiénes armaron toda la intriga. Y más absurdo todavía es es que la justicia no investiga quién delató a la Plame, o dónde fue develado el secreto de su condición
espía, sino cómo lo supo el periodismo, quien lo contó.

Una rara concepción de delito, que radica en saber y cómo se supo. Es casi un castigo al conocimiento.

fotoQuemar a un espía es un crimen federal que se paga con prisión, según la
ley estadounidense. Si la periodista mantiene la boca cerrada puede estar un año y medio entre rejas. Pero el gran delator en esta historia -que comenzó en junio de 2003 -fue otro periodista «amigo» de la
Casa Blanca, Robert Novak, que identificó a la Plame como agente encubierta de la CIA, citando «fuentes oficiales pero anónimas» en una columna del diario The
Washington Post
; publicada después de que el ex embajador Wilson, su marido, dijera, en otra columna, esta vez del The New York Times que Bush utilizó información falsa, o sea mentiras, para justificar la invasión a Iraq.

Novak, un columnista conservador muy bien relacionado el gobierno, se niega a revelar quién le dio la información sobre Plame, después que
las críticas de Wilson irritaron a la Casa Blanca. Wilson está convencido que la venganza del gobierno fue revelar que su esposa había trabajado para
la CIA. Se desconoce si los investigadores federales han entrevistado, interrogado
o citado a declarar a Novak, aunque sí lo han hecho con otros periodistas que publicaron artículos sobre quiénes pudieron darle la información a Novak en la Casa Blanca.

El abogado de Judith Miller apelará de inmediato a la resolución condenatoria alegando que la periodista ni siquiera esribió sobre el caso Plame, y sólo había reunido material para hacerlo. «Realmente asusta que se pueda enviar a prisión a los periodistas porque hacen su trabajo de manera eficiente», dijo Miller.

fotoEl fiscal federal a cargo de la investigación, citó también a otros periodistas de la cadena de televisión NBC, la revista Time y del The Washington Post. Algunos dieron información sobre sus fuentes después de que jefe de gabinete del vicepresidente Cheney, los liberó de su compromiso de mantener el secreto profesional.

Miller y el director ejecutivo del New York Times, Bill Keller, dijeron que no aceptarán atestiguar «bajo ninguna circunstancia». A fines de agosto quedó anulada la declaración de desacato dictada por otro juez federal contra el periodista Matthew Cooper, de la revista Time, que declaró en el caso para librarse de una condena de 18 meses y salvar a su revista de una multa de mil dólares diarios.

Los grandes medios gráficos
y las cadenas de TV pierden credibilidad

fotoLa confianza de los estadounidenses en la gran prensa, entretanto, descendió -después de haber llegado al 62 por ciento en 1987- al 38 por ciento a lo largo de esta campaña electoral, según el prestigioso Pew Research Center.

La pérdida de credibilidad incluye al The New York Times, que en mayo
de 2002 tuvo que pedir disculpas por las andanzas de su periodista estrella Jason Blair, cuya fecunda imaginación producía «reportajes» vinculados a la invasión de Iraq sin salir de su departamento de Manhattan y ni siquiera
usar el teléfono o internet. Pero el de Blair no es el único caso.

La Miller también se las trae. Cuando estuvo en Irak, mintió hasta por los codos, utilizando a su fuente principal, nada menos que Ahmed Chalabi, un banquero y agente de la CIA que se desempeñó como miembro del desaparecido
Consejo de Gobierno que cantaba las canciones que a Bush le gusta escuchar.

Por mucho tiempo, gracias a ella, Chalabi emitió noticias
fantásticas que alimentaron el hambre guerrerista de Bush. Sus lectores -de Miller- todavía lamentan que la periodista no haya pedido las disculpas que ameritan su conducta profesional anterior.

En cuanto a Chalabi, cayó en desgracia.

Lo curioso es que los televidentes ya no creen en aquellos grandes medios que asumieron sin reservas las mentiras oficiales que justificaron la guerra y ahora reivindican la objetividad, simplemente porque el negocio se les cae.

fotoDan Rather, la estrella de la CBS que en 2002 anunció que su cobertura no sería objetiva porque ante todo era un patriota, hoy está en la picota por haberse pasado al lado del periodismo de investigación. pero usando documentos amañados para demostrar de qué modo Bush evadió el servicio militar. En rigor no hacía falta inventarlos, porque el documentalista Michael Moore demostró en Fahrenheit 9/11, que existe esa evidencia documentada en los archivos públicos.

Los espectadores ya no se informan como antes a través de las grandes cadenas de televisión, como CBS, mientras que los electores de diarios y revistas comienzan a preferir buscar noticias en la internet. Muchos estudios académicos y encuestas reflejan la desconfianza de los estadounidenses hacia los grandes medios de comunicación.

fotoSegún las cifras del Pew Center, los televidentes parecen convencidos de que la objetividad es un mito. Abandonan las cadenas de TV abierta que cultivan un supuesto «periodismo neutral» -como CBS, NBC y ABC- y se inclinan por otras claramente ideologizadas, hacia la extrema derecha, claro, como la Fox News, del empresario australiano Rudolph Murdoch, que no tiene todavía cuatro años en el mercado y se distribuye limitadamente por cable y satélite.

El espectador dejó de creerle a los «hombres ancla», como Peter Jennings, Tom Brokaw y Dan Rather, quienes perdieron su pedestal en los grandes informativos de la televisión.

Lo mismo que narran los «hombres ancla» el público interesado en la información veraz lo busca en internet, si es de signo progresista, o de frente en las cadenas reaccionarias si es de derecha. «Estas elecciones se van a recordar como el final de la era de los grandes informativos», escribió en The Washington Post»Tom Rosenthiel, director del Project for Excellence in Journalism (Proyecto para la excelencia en el periodismo). Los informativos tradicionales de la televisión abierta terminaron derrotados por las cadenas de noticias abiertamente manipuladas, como Fox News y CNN.

El «Rathergate»

El llamado «Rathergate» demolió a las estrellas de televisión. Según Broadcasting & Cable, se trata de «el golpe más humillante recibido por las cadenas convencionales, que llevan 10 años sufriendo una erosión de prestigio, presupuesto y audiencia».

fotoLa estrella de CBS tuvo que pedir disculpas por haber exhibido en pantalla documentos falsificados sobre el pasado militar de Bush -pese a que existen pruebas auténticas como las mostradas por Moore-. Pero el síndrome Rather, o las andanzas al estilo de Jason Blair, no sólo han sacudido a la TV y al The New York Times, sino también a otros grandes medios corporativos, incluido USA Today, una de las mayores circulaciones de EEUU. Por ello David Broder escribió en el Post que siente «vergüenza y ridículo» por la pérdida de objetividad y prestigio de una profesión antes apegada limpiamente a las normas de la ética profesional».

El desastre ético de los medios estadounidenses -por otra parte un fenómeno mundial- no sólo alcanza a la información política. CNN y Fox News convirtieron, por ejemplo, a la temporada de huracanes en un espectáculo trágico que puede observarse tranquilamente desde la comodidad del hogar.

CNN anuncia la «Temporada de Huracanes 2004» como si fuera la gira de un gran circo de los tiempos del Ringling Barnim & Brothers. Y si no hay huracanes, todos los días se encuentra un hcho sin mayor importancia que se convierte en noticia para embrutecer más al televidente. Y mientras los otrora importantes noticiarios de TV pierden influencia por sus estafas y errores periodísticos, los periódicos no saben cómo salir de la crisis de lectores y prestigio.

«No sabemos todavía quién ganará las elecciones de 2004», dijo Broder, «pero sabemos quiénes las han perdido: los medios informativos de EE UU han recibido una paliza».

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