Katrina: …y otra vez las cosas no serán como fueron

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Uno piensa en los desastres naturales –cada vez más naturales mientras más se depreda el planeta–; uno ha visto pueblos derrumbados. El terremoto asesina en seco, he ahí la diferencia entre los cadáveres hinchados en las riadas y las calles enmerdecidas y aquellos otros, los que quedan bajo escombros de madera, cemento y rocas.

Es imposible deshacerse de la tristeza. Es imposible ver entre las víctimas pasados o futuros invasores de países que no conocen y que desprecian. Uno sabe que ellos fueron los despreciados esta vez. Son material descartable, y se darán cuenta, quizá cuando pase el miedo, la ira, el abandono. Pertenecen al 30 o más por ciento que le sobra a la «globalización». Son los que están fuera del mercado.

Escribió en Rebelión el periodista uruguayo Luciano Álzaga: “Parece cada vez más evidente que han tomado la decisión política de no ayudar a la población con el objetivo de imponer un nuevo ingrediente del ideario neoliberal: el Estado no está para socorrer a los afectados por los desastres naturales.

“‘Nuestros corazones y nuestras plegarias están con nuestros compatriotas en la Costa del Golfo que tanto han sufrido por el huracán Katrina’, dijo el presidente Bush en otro de sus mensajes. Lo que no está con nuestros compatriotas es nuestro inmenso presupuesto y nuestros inmensos recursos, leo yo.

“En resumen, que el problema no parece ser la ineficiencia de Bush ni el mal uso de los recursos, si no un bien pensado plan con profundas motivaciones ideológicas (…) Proteger y ayudar al poder financiero y empresarial a colonizar el mundo en busca de beneficio económico”.

Haga cuenta presidente –le escribe al señor Bush el cineasta Michael Moore– “que Nueva Orleans y la costa del Golfo están cerca de Tikrit”. Probablemente lo considere, cuando llegue el momento de los contratos para la reconstrucción de la infraestructura destruida por el huracán.

fotoEL VIENTO Y EL AGUA TERMINARON
LA TAREA DE LA PLUMA Y EL PAPEL

“Al huracán hay que cambiarle el nombre; debemos llamarlo William Faulkner”, dice el escritor Rodrigo Naranjo. Tal vez. El Nobel cambió los estereotipos del sur estadounidense, algodonoso, ebrio y violento, y Katrina simplemente lo destruyó. Acaso necesiten esas tierras otro Faulkner para contar el relato de los próximos años. Un Faulkner que, seguro, no será periodista de CNN ni firmará los guiones de las próximas películas sobre heroísmos y maldades provincianas desanudados por el viento, la lluivia y la mierda flotante.

Paralelo 21, de la radio de la Universidad de Guadalajara, México, publicó un artículo de Ted Córdova; en parte dice: “El presidente Bush, que debió interrumpir sus largas vacaciones para prestar atención a la catástrofe, anunció medidas federales y el probable lanzamieno al mercado interno de las reservas estratégicas de petróleo. Y advirtió: «la recuperación tomará varios años?. Bush observó la magnitud de la catástrofe desde la seguridad de una ventanilla del Air Force One que sobrevoló las inundaciones en un vuelo de Texas a Washington.

“En un análisis noticioso el NY Times observó que esta catástrofe era una ‘nueva prueba para el presidente en momentos en que todavía hay una guerra en curso, conflicto que no es precisamente popular entre los norteameicanos.

“La tremenda inundación en Lousiana, Mississipi y Alabama, estados sobre el golfo de México, que algunos medios compararon con un Tsunami, recordaba el dramatismo de los relatos de William  Faulkner, el gran novelista del deep South norteamericano, especialmente en su obra cumbre El sonido y la furia, que describe una gran inundación en esas regiones.

En una medida lo ocurrido, más que una catástrofe, es el martirologio provocado por una masacre anunciada.

El periodista y escritor cubano Jorge Gómez Barata lo piensa así, según un despacho de ALTERCOM: “Todos los expertos coinciden en que en Nueva Orleans las cosas comenzaron a fallar cuando se ordenó una evacuación por medios propios y a partir de decisiones individuales de los ciudadanos, que en realidad se convirtió primero en una huída y luego en una estampida.

“Por otra parte, cuando las autoridades locales fueron rebasadas por las dimensiones de la tragedia y cuando su capacidad de respuesta colapsó, no apareció la imprescindible intervención de las agencias federales coordinadas por el gobierno central, en primer lugar, por el presidente del que se espera el máximo de competencia, autoridad y consagración.

“Durante la tragedia y después de ella se echó de menos al ejército, no sólo a la Guardia Nacional que es una reserva, sino a las tropas regulares formadas por hombres jóvenes, entrenados, con recursos, mandos y determinación suficiente para actuar bajo riesgo y que, incluso en las más adversas circunstancias pueden desplazarse a cualquier punto del país en breves plazos.

“Recuerdo ahora que la guerra de Vietnam se libró durante la Guerra Fría y que durante ese período, Estados Unidos se involucró en otros muchos conflictos de menor entidad, incluso internos cuando tuvo que lidiar con la oposición a la guerra y la lucha por los derechos civiles”.

El periodista chileno Raúl Sohr apuntó en un análisis para Chilevisión que en Nueva Orleans el 35 por ciento de la población es –¿era?– negra, y que ellos aportaron el 80 por ciento de las víctimas. Pero Katrina hizo aun más: puso en jaque la refinación del crudo, haciendo, de paso, que suba el valor de los combustibles en medio mundo. Las “hermanas” no pierden.

No sólo se debe hablar de los efectos físicos, territoriales, del huracán. Habrá otros.

UN “SECADO” DE CEREBRO

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Escribe Ernesto carmona: “Por suerte, algunos estadounidenses todavía resisten el lavado el cerebro de la propaganda de los cuatro grandes grupos que controlan los medios de comunicación en ese país (Time-Warner-CNN-AOL, Disney, Viacom y News Corp.-Fox).

“El alcalde (negro) de Nueva Orleans, Ray Nagin, fue capaz de graficar el abandono cuando este viernes dijo: ‘El Congreso aprobó rápido ocho mil millones de dólares (para comenzar la guerra en Irak) después del 11 de septiembre (Torres de Nueva York) … El Congreso le dio al Presidente (George W. Bush) facultades discrecionales», (pero el gobierno federal) “no tiene idea de lo que está ocurriendo aquí. Que se ponga las pilas, tome su avión y venga de inmediato con la gobernadora».

“Pidió buses para trasladar gente, no transportes escolares ni chóferes a pie. Dijo que el viernes todavía había 50.000 personas que llevan cinco días sin comer ni beber, en peligro de morir de hambre y contraer enfermedades en los refugios tipo ghetto y sobre los techos de sus ex casas. El alcalde añadió una frase críptica, que quizás tenga doble sentido: ‘Yo no soy un drogadicto y estoy pensando con toda claridad’.

 
“Bush debió interrumpir unas vacaciones tan largas que Jesse Jackson jr. las describió como un récord,  pero su debilitada mente genocida no atina con medidas cuerdas. No tardó en enviar tropas y ordenó matar –lo que sabe hacer mejor–, o sea, tolerancia cero con los ladrones de víveres. La gobernadora de Luisiana, Kathleen Blanco (que por añadidura luce blanca y rubia, quizás teñida), piensa usarlas para matar más gente, esta vez a los saqueadores que buscan alimentos. ‘Estos soldados acaban de regresar de Irak, están bien instruidos, tienen experiencia, han sido probados en batalla y tienen mis órdenes de restablecer el orden en las calles’, advirtió”.

Mientras, caminan por el país hacia Wáshington Cindy Sheehan (ver en Piel de Leopardo Heroína contra la guerra) y un grupo seguidores –que se engrosa cotidianamente–, los que esperan manifestarse en la capital estadounidense el 21 de setiembre próximo. Primavera aquí, otoño allá. Símbolos de la esotérica de la historia.

La razón en Estados Unidos suele crear monstruos –aunque no sueñe con los 10.000 muertos de Katrina–.

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