Kintto Lucas/ Locura-Primer Laberinto (inédito)
Nacer y renacer es nuestra locura de cada día. Nacer y renacer es amar y volver a amar después de amar. María, ese es su nombre, pero, aunque siempre me recuerda al tango, para mi su verdadero nombre es otro. Nos encontramos por las tardes para tomar un café y conversar, luego caminamos unas cuadras por la avenida ancha, donde muchos nos miran un tanto incrédulos de que seamos pareja. Ni a mi ni a ella nos importa mucho. Cuando llegamos a nuestro cuarto es como una especie de liberación.
El cuarto es un escenario. Cuando la música aparece en el tocadisco, el cuerpo de ella se enciende, arde, se agita. Mujer de la música, música de la noche, noche de mujer. Para ella la danza es como un paisaje del deseo o sea del alma. El escenario abre su vida a esa alma… que tiene movimientos e imágenes que son como una poesía del cuerpo. La danza es una poesía, ella es como la danza, como la poesía. Ahora está ahí, se mueve con la misma ternura con la que mira a los ojos, entrega una sonrisa que le sale de algún escondido lugar de su vida y comienza a desvestirse lentamente. El rojo transparente de su falda mojada se funde en sus curvas antes de quedar entre las piernas, en el piso.
Yo, sentado en una esquina de un escenario lleno de misterios, hago volar mis fantasías nocturnas, las libero… entonces, ella, que saca su ropa haciendo círculos en el aire, de pronto es Scheherazade… Bailar es parte del goce de su cuerpo, parte de la libertad que se regala a sí misma y me regala, parte de una emoción que enciende la piel. La emoción es como una caricia del movimiento. Sus senos aparecen sobre mi boca, cuando su blusa roja cae a mis pies.
Para ella, la historia que se va creando en este cuarto, con su cuerpo desnudándose pieza a pieza sobre mi, yo susurrando y siendo parte de la danza, parece ser parte de las Las Mil y Una Noches. Mis ropas comienzan a caer una a una, arrancadas por ella con la suavidad de sus manos y la furia salvaje de su boca. Cuando sostiene cada prenda entre los dientes va descubriendo otros secretos del placer. Entonces, recién ahí logra espantar totalmente la soledad y las nostalgias que se reflejan en sus ojos, en sus palabras y en los dibujos de su cuerpo.
A último momento, cuando la danza está llegando a su fin, o sea al comienzo, siente contradicciones profundas entre sus senos, se preocupa, se angustia. Teme que la obra se le vaya de las manos, y ya no represente lo que ella, yo y nuestros cuerpos fueron imaginando durante el viaje hacia el desnudo. Un momento en que la felicidad y la tristeza se juntan, ya son una antes de la hoguera. Sin embargo, se deja llevar por la hermosura y los cuerpos se trenzan en la oscuridad, retornando a la tierra, ya son la imagen del barro, del sol, del mar. Los cuerpos crecen con cada ola, toman distintas formas en el piso, en el aire, en la cama. Esculturas que viven de la misma danza. Locuras que representan el infinito del arte. Cuerpos de fuego.
Después de tantas batallas los cuerpos caen, se entregan a la paz por un instante, como dos guerreros al terminar la pelea. Saben que más tarde, luego de la calma, volverán a ser fruta madura pidiendo más placer. Entonces, tal vez, la coreografía termine.
Puerta B
La felicidad y la tristeza son como las lágrimas, aunque intentemos esconderlas aparecen y no se pueden ocultar. Él decía que yo era una especie de Scheherazade con capacidades de bruja, que podía realizar embrujos cuando contaba o escribía historias, pero yo no tenía esos poderes que él imaginaba, yo no tenía nada que ver con los hechizos de la gente en el Pelourinho. Tampoco tenía que ver con Yemanja o la Pomba Gira, como dice mi madre. Yo respeto todas las diosas y dioses, pero no tengo vínculo con ellas o con ellos. Creo que me ayudan siempre por el respeto, porque sé lo poderosas y poderosos que son, pero yo no tengo vínculo con ellas ni con ellos. Tampoco las invoco, apenas voy cada 2 de febrero a la playa para ver a Yemanjá.
Bueno, es verdad que alguna vez pedí a Pomba Gira que él se quede conmigo, que nos amemos hasta la muerte. Amar hasta morir porque eso es la vida. Pero no fui consecuente en mi pedido. No supe mantener la constancia necesaria para que ella me ayudara en ese pedido vital. Según mi madre, Pomba Gira te ayuda a mantener o recuperar cualquier amor, solo debes demostrar que lo deseas de verdad para ayudarte, sino lo haces así no te hace caso. Entonces, al hacer el pedido debes demostrar que en cada palabra llevas el deseo de mantener o recuperar a ese amor. Además, debes hacer el pedido de forma suave como zuzurrando a su oído, durante siete días. Según mi madre no falla, a nadie en el Pelourinho le ha fallado.
Si a mí me falló es porque no puse todo el corazón en el pedido, porque estaba contagiada de su incredulidad. Él es totalmente incrédulo de todo. Siente respeto por nuestras diosas y dioses pero es incrédulo. Peor es con la Iglesia Católica, ahí él siente un rechazo profundo por todo lo que es esa religión. Pero él volaba con la imaginación como nadie: unía las historias de Las mil y una noches con las historias del pueblo africano y de nuestras diosas y dioses. Incluso, creo que la imaginación a veces nos llevaba a la locura, y la locura a la felicidad, y la felicidad a la tristeza, y la tristeza nuevamente a la locura. Nuestra mayor brujería era hacer el amor de todas las formas, con todos los sentidos. Esa era también nuestra mayor felicidad, nuestra locura vital.
Pero nuestra mayor locura la vivíamos en Tierra Negra. ¡Qué manera de volar! Cuántas brujas bajo la luna haciendo el amor de todas las formas. Qué locura, imaginábamos todo y, al final, tal vez creíamos en todo. Imaginamos Tierra Negra entre los dos y yo inventaba una historia cada noche. Cada noche una historia, como Scheherazade, entre la tristeza y la felicidad. Así caminamos construyendo nuestra vida en estos rincones de Bahía. La felicidad y la tristeza eran parte de nuestra vida, pero sabíamos construir cada día nuestra felicidad vital. ¿Cómo descifrar los sentidos de la felicidad y la tristeza?
Hay un poeta grande llamado Vinicius. Él dice que la tristeza no tiene fin, la felicidad, en cambio, si. Dice que La felicidad es como una pluma, que el viento va llevando por el aire. Vuela tan leve, pero tiene vida breve, precisa que haya viento sin parar. La felicidad del pobre parece la gran ilusión del carnaval, la gente trabaja el año entero, por un momento de sueño, para hacer su fantasía, para hacer de rey, de pirata, de jardinera, para que todo finalmente termine el miércoles de cenizas…
Los símbolos de la tristeza y la felicidad son como mensaje a descifrar, a comprender, en los caminos de dos almas que van juntas en este inmenso país, en este Brasil, siempre feliz siempre triste. Ayer y hoy, más allá del fútbol y del carnaval, más allá de la telenovela y los golpistas. Ayer y hoy, mañana o después, vale la pena escuchar esa voz tan linda de Gal Costa acariciando con A Felicidade, aunque la tristeza no tenga fin…
En Río, por ejemplo, durante el carnaval, la felicidad sale a desfilar por la avenida, a pasearse en el paso de las portabandeiras, en la interpretación de un samba enredo, en la evolución de miles en un asfalto impregnado de magia, en el colorido y la creatividad de la fantasías, en el sonido de las baterías, en la belleza y la sensualidad de la mulatas llevando en el cuerpo el esplendor del samba.
La vida del Brasil se transforma durante cuatro días. El favelado, que pasó un año preparándose para febrero, porque durante cuatro días deja de ser visto como un posible ladrón e invade las calles de la ciudad maravillosa para ser admirado; el rico porque se ve desplazado del centro de la atención por los «neguinhos do morro», a no ser que se sume a las escolas, claro. Y los cuerpos arden, se queman al ritmo del samba, para interpretar el mestizaje cultural y las distintas realidades del Brasil. Los muchos brasiles como decía alguna vez Gil. En todo caso, para nosotros, la felicidad es un instante que, como dijo Vinicius en otro poema, definiendo al amor, es infinita mientras dura… Aunque la tristeza no tenga fin y dure para siempre…
Podemos seguir cientos de caminos intentando descifrar por qué la felicidad y la tristeza van tan juntas en el Brasil. Muchos se preguntan cómo hace el pueblo del Brasil para crear esa fiesta maravillosa. Cómo con tanta pobreza, baila en las calles y hace el carnaval, no solo en Río.
El sambódromo tal vez sea el peor ejemplo de comercialización del carnaval. ¿Cómo es posible que las ganas de vivir, el arte y la alegría se desparramen por toda la geografía del país? Un día Jorge, el escritor de Salvador de Bahía, dijo: no hay que confundir. El hecho de que el brasileño tenga su arte de vivir no quiere decir que sea un pueblo que no lucha contra las situaciones adversas. Doy gracias que este pueblo mestizo sea tan fuerte, tan resistente. Que esté vivo, lo que ya es un milagro, y que tenga la capacidad de hacer la fiesta, y no dejarse matar y enterrar.
Jorge narraba las realidades del Brasil, ese mundo en el que la vida y la muerte son una misma alma. La vida y la muerte son, al final de cuentas, dos imágenes vitales del Brasil que van prendidas a cada historia, a cada memoria. Por ejemplo, en Doña Flor y sus dos maridos y en Quincas Berro de Agua, para recordar dos novelas de Jorge, la vida y la muerte son la misma. Dos caras de la misma moneda. Acá todos somos alegres y tristes, porque eso es la locura. Estar alegres y tristes al mismo tiempo, dormidos y despiertos. Pero la vida y la muerte no son la felicidad y la tristeza. Puede pasar que la felicidad esté en la muerte y la tristeza en la vida. Todo puede ser, aquí y en cualquier lugar.
Yo creo que el negro, que llegó a Brasil como esclavo, o sea en la más desgraciada de las condiciones humanas, nos salvó de la melancolía portuguesa, decía Jorge. El portugués es un pueblo admirable, de una ternura, de una gracia, de una inteligencia enorme, pero muy melancólico, muy volcado para la muerte, más que para la vida. Y el negro que llegaba de Africa y tenía una sed de vivir, un amor a la vida tan grande, nos salvó de esta melancolía. La mezcla que se ha dado de la sangre negra, latina, ibérica, portuguesa e indígena, pues ha hecho un pueblo alegre. Muchas veces los críticos más radicales, me acusan de que yo presento un pueblo que vive en la miseria, pero que hace la fiesta. Pero es así Brasil, esa es la realidad.
En las décadas primeras del siglo, dicen que la lucha del coronel Prestes fue una ráfaga de esperanza. Pero las cárceles del régimen de Getulio se fueron llenando de presos políticos. Alguien dijo por ahí, que Prestes fue el Caballero de la Esperanza, cuando Brasil tenía esperanza. La esperanza está en la felicidad y en la tristeza. En una y otra puede haber esperanza, que nunca muere, pero a veces tampoco vive. La tristeza y la felicidad también se esconden en la esperanza.
Prestes fue marcado por la lucha de Olga: una mujer que traspasó los tiempos… Olga va y regresa en el tiempo: Río de Janeiro, 1936. Los soldados de don Getulio llegan a la cárcel donde está detenida para llevarla. Los hombres de la Gestapo esperan en el puerto. Los presos se amotinan. Entre ellos, un escritor de rostro serio y mirada triste llamado Graciliano, escribe sus memorias de la cárcel. Ella, con su panza grande como un mundo, no permite una masacre y se entrega sabiendo lo que le espera… Pero a pesar del océano que la lleva a la cámara de gas, ella se niega a dejar de soñar. Y se convence que siempre existirán pequeños rincones donde cobijar los sueños. Gracias al mar, y a pesar de él, los ojos de Olga van hacia el futuro.
Las botas militares todavía retumban sobre el pavimento. La vida de Olga sigue siendo un golpe a la conciencia del Brasil. Su felicidad vital era hacer revolución. Muchos años después de Olga, otra mujer, ¿la mayor cantante de la historia del Brasil?, supo interpretar canciones que fueron y siguen y siendo golpes a la conciencia. En el año 1979, O Bébado y a equilibrista o El borracho y la equilibrista, cantada por Elis Regina fue himno por la Amnistía General. Canción que fue y es una metáfora del Brasil. La felicidad vital de Elis, era entregar el corazón en cada canción.
Nuestra felicidad vital es sobrevivir a la locura, pero sobre todo a la cordura. Un día me preguntaron si estaba enamorada porque repetía y repetía la misma canción. Entonces les cambié de canción, pero seguí enamorada, aunque no quería demostrarlo. Me identifico con Elis, pero un poco más con Clarice, quien caminó mundos interiores en busca de los hilos que unen felicidad y tristeza. Caminó por una y por otra.
Recorrió historias en busca de respuestas. Finalmente no sé si encontró respuestas o más interrogantes. También le dijeron que estaba loca. Cuando niña, su felicidad era leer un libro, aunque fuera una felicidad clandestina: …tu te quedas con el se libro todo el tiempo que quieras. ¿Entendido?. Eso era más valioso que si me hubiesen regalado el libro. El tiempo que quieras es todo lo que una persona, grande o pequeña, puede tener la osadía de querer. Pero ella simulaba no tener el libro únicamente para luego sentir el sobresalto de tenerlo. Creaba los obstáculos mas falsos para esa cosa clandestina que era la felicidad. Para mi la felicidad siempre habría de ser clandestina. Cuando adulta, su felicidad vital era el amor, la locura del amor clandestino.
Toda felicidad es clandestina, por eso nunca ha de ser total. Para mi ahora, la única felicidad vive en la clandestinidad. Pero hay quienes creen que hay un Dios que da y quita las felicidad. Alguien en Brasil dijo alguna vez que Dios es brasileño. Y alguien le respondió que tal vez por eso el pueblo del Brasil es un pueblo feliz, aunque la tristeza no tenga fin. Gil hizo una canción en la que menciona las absurdas acciones de cordura del ser humano para poder hablar con Dios. Se eu quizer falar com Deus se titula la canción, Si yo quisiera hablar con Dios.
Escuchar a Elis, cantar a capela esa canción es como un regalo, tal vez no de los dioses, pero un regalo al fin. Si yo quisiera hablar con Dios / Tengo que aceptar el dolor / Tengo que comer el pan / Que el diablo amasó / Tengo que volverme un can / Tengo que lamer el piso / De los palacios, de los castillos / Suntuosos de mi sueño / Tengo que verme tristoño… / Si yo quisiera hablar con Dios/ Tengo que aventurarme / Tengo que subir a los cielos / Sin cuerdas que me aseguren / Tengo que decir adiós / Dar la espalda, caminar / Decidido, por la ruta / Que al final va a dar en nada / Nada, nada, nada, nada / De lo que yo pensaba encontrar. Pero, ¿cuál será finalmente, la felicidad de Dios? Y la tristeza, ¿por qué no tiene fin?
A veces paso horas yendo y viniendo de la felicidad, de la tristeza, de la literatura, del cine, de la música, de la historia. Así, voy y vengo de la vida, de mi vida. Porque mi vida es eso, tristeza y felicidad entre la realidad y la ficción. Escuchar a Gonzaguinha es también caminar por la tristeza y la felicidad de Brasil. Mañana o después, recuerda hombres y mujeres que se entregaron por un nuevo día luchando contra la dictadura. A pesar del dolor es una canción llena de vida. Mi hermano mañana o después / La gente retorna al viejo lugar / Se abraza y habla de la vida que se fue por ahí / Y cuenta los amigos en la punta de los dedos / Para ver cuántos viven y quién ya murió / Mañana o después.
O tal vez: Quién me dirá dónde está / Aquel muchacho fulano de tal / Hijo, marido, hermano, enamorado que no volvió más) / Insisten los anuncios en las hojas de nuestros periódicos / Hallados, perdidos y muertos/ Saudades demás / Mas yo pregunto y la respuesta / Es que nadie sabe / Nadie nunca vio / Solo sé que no sé / Cómo desapareció / Si es que desapareció / Y si se sabe algo / Acerca de su paradero / Callejón de las libertades / Estrecho y olvidado / Una pequeña marginal / De esta inmensa Avenida Brasil.
Ayer, mañana o después, la felicidad y la tristeza, pueden, también, estar juntas en ese beco o callejón de las libertades, o tal vez en alguna esquina de la derrota, en un manicomio, en tantos pensamientos caminamundos… Caminamundos, esa es una palabra inventada por él para definir a los sin tierra, con quienes estuvimos comprometidos en el sur y en Bahía, en su felicidad y en su tristeza.
Más allá de la felicidad y de a tristeza que nao tem fin, Brasil es un país de luchas varias a los largo de su historia. Las luchas de los esclavos liderados por Zumbí y la creación comunitaria del Quilombo dos Palmares, la lucha de Tiradentes, la lucha guerrillera, la lucha por la tierra, la lucha en las ciudades, la lucha intelectual, la lucha sindical, la lucha… La felicidad y la tristeza también van juntas en esas luchas tantas. Al igual que las luchas, la música de Chico traspasa los momentos históricos. Escuchar su música, es como irse a volver de una Construçao permanente. Su música y sus letras, tal vez, sean una forma de decir que la felicidad y la tristeza están en permanente construcción.
Brasil es un país con ricos que, desde su independencia, solo han defendido sus bolsillos. Cada cierto tiempo Brasil muestra su peor cara. Esa cara peor del Brasil, no es la cara de las favelas, ni la de los pobres del nordeste, ni siquiera de la violencia, ni la de las cárceles, ni la de los manicomios, su peor cara es la de la elites políticas y económicas. En todo caso, a pesar de ellas, y de los que se someten a ellas, y a pesar de la tristeza que no tiene fin, seguramente mañana, como dice Chico, seguramente será otro día.
Pero me quedo pensando en la Pomba Gira que, en realidad, no es una, es muchas. Si bien mi madre habla de María Padilha y otras hablan de María Quitería, ella es la Reina de la Siete Encrucijadas y es, puede ser, tantas mujeres, adelantadas a su tiempo, luchadoras, profundamente bellas, profundamente vitales en su sexualidad y en el placer, muchas veces perseguidas, a veces sin una muerte tranquila por lo que se siguen reencarnando tratando de liberar su alma. Muchas de las brujas de los aquelarres, muertas en las hogueras bárbaras de la Iglesia Católica llevaban una Pomba Gira dentro. Rojas, revolucionarias como Olga Beneraio o Rosa Luxemburgo llevan a Pomba Gira en su cuerpo. Son la pasión vital… aunque la tristeza no tenga fin…
Puerta C
El cerebro, el problema es el cerebro. Todo viene del cerebro. La locura y la cordura están en el cerebro. El amor, la felicidad, la tristeza, el dolor, están en el cerebro. A unos el cerebro les funciona para pensar en los otros, y a otros para pensar sólo en ellos. Entonces el cerebro es el problema. El mal de amor, la pérdida del amor, la locura por amor está en el cerebro. La felicidad y la tristeza. Acá dicen que estamos locos por el cerebro.
Alguna vez me dijeron cuida el cerebro, sino te vas a volver loco. ¿Y los doctores qué hacen con sus cerebros? Acá uno dice que el cerebro de los doctores tiene la forma de una pastilla. Porque para todo dan pastillas. Pastillas para la locura, pastillas para la cordura. Nosotros siempre estamos al borde de algo. Siempre estamos al borde de la locura y al borde de la cordura, pero no estamos locos ni cuerdos. Siempre estamos al borde de la felicidad y de la tristeza, al borde de la libertad, al borde del camino, al borde de la ciencia. Pero no somos felices, ni tristes, ni libres, ni sabemos dónde está el camino ni somos científicos. Bueno, los doctores son científicos, claro. Yo estaba enfermo porque creía que la paz era posible.
Un día le dije a los doctores: el día que llegue la paz me voy de acá, porque la paz es salud, entonces la paz es la cura para nosotros. Pero se rieron, porque la paz es la enfermedad. Hay que estar loco para creer en la paz, me dijeron. Primero no les entendí, después ya utilizando el cerebro, me di cuenta. Dicen que hay dos lugares para refugiarse de la locura, del amor y de la decepción, uno es el manicomio, el otro la poesía.
Nosotros acá caminamos por mundos interiores buscando respuestas, pero nunca las tenemos, entonces nos dicen que estamos locos. La única respuesta de los doctores está en las pastillas. Pero bueno, la vida nos coloca, a veces, en momentos que son difíciles de describir con palabras. Hasta podríamos decir que son momentos de paz. Así estemos locos o cuerdos. Momentos en los cuales se reinventa el sentido mismo de la vida. La vida se inventa y se vuelve a inventar y se reinventa nuevamente en algunos momentos que tal vez hayan sido felices y nunca lo supimos.
El manicomio es un espacio de la derrota. Pero cómo construir la felicidad y la tristeza en el manicomio nacional, no ya en este pequeño espacio de los derrotados, en esta casa que habitamos quienes, según algunos, estamos locos. Este laberinto de múltiples pasadizos y corredores llenos de puertas que no van a ninguna parte, como nosotros. Las puertas para nosotros no se abren, se cierran, no hay nuevos caminos detrás, hay muros. Cuando abrimos una puerta está tapiada con ladrillos. No hay ninguna caverna detrás, tampoco hay otros laberintos.
El cerebro es como una puerta: tapeado con pastillas. Tal vez el cerebro nunca sepa cuáles son los días más felices hasta que pasan, hasta que se van. Pero, ¿dónde está la felicidad? ¿Existe algún rincón de nuestro cerebro dónde se esconde la felicidad, que no sea la felicidad de las pastillas claro, que sea la felicidad vital de un aquelarre? ¿Dónde está la tristeza? ¿La lluvia es triste o alegre?, preguntó un ruiseñor en Tierra Negra, mientras recordaba las hogueras en el Aquelarre de Zugarramurdi. La tristeza puede ser una hoguera. Puede ser un momento, puede ser algunos momentos, o tal vez para siempre. La tristeza puede ser un lugar, una mirada, un recuerdo, un olvido. Hay quienes viajan por el mundo con la tristeza a cuestas, como el poeta Gelman. Poeta de mirada triste como los ruiseñores que recuerdan las hogueras en lugar de la lluvia.
Hay momentos que uno cree que el mundo es parte de la tristeza. El mundo todo es una gran tristeza. En ese gran mundo de la tristeza, hay tristes por naturaleza, hay quienes huyen de la tristeza o intentan hacerlo. En todo caso, hoy que estoy tan alegre, ¿qué será de mi tristeza? ¿Qué será del mundo después de esta alegría repentina? ¿Que será de la tristeza después de ésta felicidad? ¿Qué será de la felicidad cuando se termine? ¿Qué será del tango sin el poeta triste? ¿Qué será del poeta triste sin la nostalgia? ¿Cómo será la tristeza del ciempiés que dejó de caminar o de la araña que dejó de tejer?
La música puede ir de un lado a otro, como la poesía. La tristeza y la felicidad también pueden ser de todos los lugares, traspasar fronteras, un día quemarse en la llamas de la guerra y otro ahogarse en el mar. A veces se puede ser feliz llorando también. A veces la felicidad es una máscara. ¿Qué sería de Garrick sin la ironía, sin el humor, sin la farsa representada en la sátira? ¿Qué sería de Garrick sin la tristeza? ¿Qué sería de Paganini sin el diablo? ¿Que sería del diablo sin la tristeza y sin un dios del cual reírse?
En todo caso vuelvo al principio: ¿La lluvia es triste o alegre? ¿Se esconde la tristeza en medio la lluvia? Pobre lluvia. La imaginación hace llover, como si la lluvia tuviera algo que ver con la tristeza. Pobre del que crea que la lluvia es triste. Si la lluvia fuera triste o fuera alegre sería un sentimiento, y la lluvia solo llueve cualquier día. En la mañana, o en la tarde, en la montaña o en el mar, la lluvia llueve. A veces tierna, a veces furiosa, a veces también triste o alegre, la lluvia moja. Pero no es por ella. Pobre del que crea que es por ella.
A veces culpamos a la lluvia de la tristeza. La culpamos como si fuera un torrente de lágrimas, que también lo es, porque queremos que lo sea. ¿Cómo será la lluvia de los ruiseñores el día que dejen de cantar porque la tristeza del mundo les mojó el corazón? El día que la tristeza del mundo les haga llorar el corazón, les haga llover el canto, llover el corazón, no digan que la lluvia es triste, triste es la mirada lloviendo. Pobre mirada, pobre lluvia…