La agresión de la angustia

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Gisela Ortega.*

La angustia es una situación por la que casi todos los seres humanos atravesamos a lo largo de nuestras vidas. Es un sentimiento de amenaza, cuya causa es desconocida, pero que aparece en el momento en que menos lo esperamos, que experimentamos cuando sin motivo alguno nos preocupamos en exceso por la posibilidad de que en el futuro nos ocurra algo temido sobre lo que no tenemos control y que, en caso de que sucediera supondríamos “espeluznante”.

La angustia está asociada a la incertidumbre o riesgo, no obstante nos pone en alerta y nos permite responder mejor a las exigencias del mundo externo e interno.

El filosofo Soren Kierkegaard en su libro El concepto de la angustia, la relaciona con el pecado y con la libertad. Engendrada por la nada, alimentada por la impaciencia. La angustia es “el vértigo de la libertad” y al mismo tiempo un medio de salvación que conduce a la fe.

Por otro lado Martín Heidegger ha tratado la angustia como lo que experimenta el hombre ante la finitud de su existencia, donde éste intenta escapar refugiándose en valores ficticios y no auténticos, y por lo contrario, lo autentico estará en que el hombre acepte que es un ser destinado a morir.

Vivimos en un mundo que cambia en forma vertiginosa y donde nada o muy pocas cosas resultan estables. Es común escuchar que muchas personas se quejan de estar angustiadas. Algunas de ellas, lejos de superar esta situación, se dejan hundir en la angustia misma sin poder lograr afrontarla de una manera auténtica, como una oportunidad de progreso, cambio, crecimiento y mejora.

Hay varios tipos de angustia. Existe la angustia existencial, la de la muerte, la de no poder llegar a tiempo, la angustia tributaria, la inflacionaria, la angustia de no tener justicia. La angustia de no creer, la de buscar en qué y quien creer, la de cómo nos creen y la de cuanto nos creen; y que no alcance el sueldo,

Produce angustia: ser cuestionado, no ser tomado en cuenta, no ser invitado o serlo y no saber si aceptar, la de ser ignorado.

Son motivos de angustia: leer el periódico, escuchar los noticieros, esperar un decreto, despedir a un empleado ineficiente, los correos electrónicos, las informaciones de “buena fuente” de los amigos, las "bolas" y las que resultan ser verdad.

Existen angustias tradicionales como las de hablar o callar, opinar o permanecer en silencio, la de tener que guardar un secreto. La angustia a la angustia Realizar encuestas y análisis confidenciales revela angustia y produce angustias. Y aquella de verse obligado a oír al que tiene poder… La mayor de las angustias es la de quienes ignoran o subestimen cuántos angustiados hay.

No existe época en la historia de la humanidad, más proclive a la angustia como la actual. Hoy por hoy en todos los países se viven situaciones conflictivas que generan angustia.

Los dirigentes y líderes políticos, religiosos y sociales deberían catalizar esos problemas para contribuir en la sociedad, se atenúe o se evite la angustia definitivamente. religiosos.

 Y, en lo personal e inmediato, cómo terminar este artículo. ¡Qué angustia!

* Periodista.

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