La batalla cultural, el relato libertario
El libertario presidente argentino Javier Milei planteó una «batalla cultural» para erradicar las «ideas socialistas» que ponen «en peligro los valores occidentales», como sostuvo en decenas de entrevistas y expuso en el Foro de Davos y también en la Asamblea General de Naciones Unidas.
El gobierno acelera al mismo tiempo en los tres campos de batalla: el primero es el económico, prioridad absoluta del Presidente; el segundo es la batalla política (volver cada vez más dóciles a sus aliados o deglutirlos) y el tercero la conformación de La Libertad Avanza como partido nacional (con Karina Milei a la cabeza).
El 16 de noviembre, en la Sociedad Italiana de San Miguel, uno de los oradores señaló que “la derecha se organiza y combate” y habló de ser el “brazo armado” de Javier Milei, lo que se percibió como una apuesta hacia la violencia política.
Pero los referentes “Las Fuerzas del cielo” –como se llama la convergencia de distintos sectores de La Libertad Avanza (LLA)– aclararon que el brazo es, en realidad, la mano que libra la batalla en redes sociales. Sin embargo, una retórica violenta con una estética fascista es una señal de alerta para quienes estudian la avanzada de la ultraderecha.
Ya antes de ingresar a la política, cuando era un famoso comentarista económico, había denunciado que «la educación pública se convirtió en un centro de adoctrinamiento marxista». Ahora, como mandatario, reiteró la misma idea. El gobierno anunció la prohibición del llamado «lenguaje inclusivo» y cualquier referencia a la perspectiva de género en los documentos oficiales.
«No se va poder usar la letra e, la arroba, la x y evitar la innecesaria inclusión del femenino en todos los documentos de la administración pública”, precisó el vocero presidencial Adorni en una de sus conferencias de prensa diarias. El vínculo institucional es responsabilidad de la secretaria de la Presidencia y hermana del mandatario, Karina El Jefe Milei, y el andarivel económico del superasesor presidencial Santiago Caputo.
Su «batalla cultural», alimentada por la ilusión de reforzar la cohesión de la base social, ha ahondado las divisiones de la sociedad. El efecto de sus reformas ha sido el desmantelamiento desorganizado de un pasado que se niega a desaparecer, pese a que su decreto de emergencia económica paralizó gran parte de la industria cultural del país.
Esa batalla está expuesta en el ejército de bots y trolls de las redes sociales y en los influencers de su La Libertad Avanza, entre ellos Daniel Parisini y Juan Pablo Carreira, mejor conocidos como el «Gordo Dan» y «Juan Doe».
Los libertarios dicen: que su pelea no es política sino moral, que defienden los valores, gobiernan para los argentinos de bien y pelean con las fuerzas del cielo de su lado. Pero en realidad aplican la misma receta de referentes y partidos de las “nuevas derechas”, siguiendo la guía de Steve Bannon, exestratega de Donald Trump y dirigente de la ultraderechista Red Atlas, que llegó a fundar una academia en Europa para formar a los “gladiadores de la lucha cultural”.
Lo que llaman batalla cultural es un cúmulo de ideas y discursos que acompañan una agenda económica a la medida de los intereses del capital concentrado, de las grandes empresas e inversores.
Milei no inventó nada. Juan Dal Maso señala en “Gramsci para idiotas”: “Sigue al pie de la letra el manual de Margaret Thatcher: la libre empresa como garantía del progreso, la identificación de la pequeña propiedad con la gran propiedad y la consiguiente analogía entre el monetarismo aplicado a la macroeconomía y la administración del hogar, las privaciones personales de hoy como garantía de la abundancia de mañana, todo ello presentado como alternativa al ’colectivismo’ y el ’estatismo’”.
La derecha, no solo se decidió a mirar con más cariño las enseñanzas de Gramsci (por años despreciado por haber sido un teórico marxista), sino que se ha propuesto convertirse en su mejor alumna. Gramsci decía que para dominar a una sociedad no era suficiente tener el monopolio de la represión. Que más importante era el control del sistema educativo, las instituciones religiosas y los medios de comunicación.
Gramsci señalaba que para imponer una hegemonía es imprescindible impregnar a los distintos actores sociales con una prédica constante, que al mismo tiempo parezca novedosa y atractiva. Y que progresivamente vaya envolviendo a la mayoría de la población para que se haga carne en ella y la limite o, por lo menos, la anestesie y se entregue acríticamente a sus designios.
En su primer discurso internacional, en el Foro Económico Mundial (de Davos), a mediados de enero, advirtió: «Hoy estoy acá para decirles que Occidente está en peligro, porque aquellos que supuestamente deben defender los valores de Occidente se encuentran cooptados por una visión del mundo que inexorablemente conduce al socialismo, y en consecuencia, a la pobreza», aseguró.
La Fundación Faro es la nueva herramienta de Milei para lograr su obsesión: ganar las elecciones legislativas 2025 y darle perdurabilidad a la nueva (ultra) derecha nacional. Es el punto de convergencia de los generadores de ideas para la batalla cultural asi como de recolección de aportes financieros del llamado “círculo rojo” para la próxima campaña electoral. Allí confluye la militancia generadora de ideas tanto para la batalla cultural como para una misión más de casta: pedir aportes al Círculo Rojo empresarial para la campaña.
El politólogo Agustín Laje, presidente de la Fundación Faro, parece convencido de que la sociedad debe participar de la batalla cultural por fuera del Estado, para «moldear la opinión pública» y generar las condiciones para que la gente vote a La Libertad Avanza. «La raíz del problema argentino no es político y/o económico. Es moral», explicó en febrero.
Milei sostiene que la «decadencia» argentina empezó hace un siglo cuando el país «abandonó» el modelo capitalista para «abrazar las ideas empobrecedoras del colectivismo», la forma en la que suele referirse al socialismo, una ideología que -según él- caló hondo en su país gracias a los métodos que utilizó «la izquierda» para popularizarla.
A comienzos de marzo, dijo que su partido, La Libertad Avanza (LLA), es popular entre la juventud porque «los jóvenes llevan menos tiempo expuestos al mecanismo de lavado de cerebro de la educación pública».
«(Antonio) Gramsci señalaba que para implantar el socialismo era necesario introducirlo desde la educación, la cultura y los medios de comunicación», detalló Milei en su post, citando al filósofo marxista italiano. Una de sus prioridades ha sido lo que llama «desarmar el Gramsci Kultural», un juego de palabras que alude al kirchnerismo, la fuerza política peronista que gobernó gran parte del siglo XXI, promoviendo la justicia social, la ampliación de derechos y la inclusividad como políticas de Estado.
Quien entendió y puso en práctica este dispositivo exitosamente en la Argentina contemporánea fue el primer peronismo (1946-55). El intento abrupto y violento de desmontar ese relato (el bombardeo de Plaza de Mayo; el decreto 4161 de la Revolución Libertadora, que prohibía sus símbolos; más el secuestro del cadáver de Eva Perón, sin conocerse su paradero durante 16 años) resultó contraproducente y agigantó el fenómeno.
El mileísmo ya empezó a barrer los símbolos de las últimas décadas en democracia; El Centro Cultural Kirchner ahora se llama Palacio Libertad Domingo Faustino Sarmiento; retiraron los bustos de Néstor Kirchner del Senado y de varias reparticiones oficiales. Estudia, quitar las gigantografías en hierro de Eva Perón, la “abanderada de los humildes” del edificio ministerial de la avenida 9 de Julio.
El kirchnerismo no fue desalojado del poder por la fuerza. Fue derrotado electoralmente. Esta vez no se trata de un gobierno de facto que procede con violencia e impone una prohibición general, sino de una gestión elegida por el pueblo que no impide que esos homenajes puedan continuar en la esfera privada, pero sí los saca de circulación de ámbitos oficiales para “garantizar la neutralidad partidaria y evitar la propaganda política”, según informó el Ministerio de Capital Humano.
El gobierno actual, en esos espacios que van quedando limpios de la “cultura K” (kirchnerista) va derramando el folklore de su propio relato libertario.
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