… Un día todos éramos Charlie. Al siguiente… “Je ne suis pas Charlie”… ¿Qué paso aquí? ¿Será que la libre expresión a secas asusta? ¿Y que para manejarla necesitamos agregarle algún tipo de calificativo?
La libre expresión, igual que en el 2006 con la publicación del “cartoon” holandés, nuevamente se encuentra en conflicto mortal con la religión. La saga de las caricaturas de Mahoma todavía hierve peligrosamente. Cuando el periódico holandés publico el eslogan “La libertad de expresión es holandesa. La censura, no “, fue inmediatamente condenado por la organización musulmana holandesa. En respuesta el editor del periódico expreso que algunos musulmanes rechazan la sociedad secular moderna y que ellos demandan una posición y consideración especial para sus sentimientos religiosos, que es incompatible con la libre expresión y la democracia secular en la que uno tiene que estar dispuesto a soportar el desdén, la burla y el ridículo.
La caricatura en el mundo moderno ha servido el papel del bufón de las cortes de la edad media. Con la diferencia que ninguno de ellos, que sepamos, fue amenazado o ahorcado por sus burlas. Por mas de tres siglos la caricatura ha venido desafiando la autoridad religiosa y política junto con ser también el vehículo de prejuicios raciales, religiosos y clasistas. En el siglo XIX la revista Punch representaba a los irlandeses con rasgos simiescos, pura mandíbula, no cerebro. El New Yorker, antes del movimiento cívico, pintaba a la población negra en términos despectivos con impunidad total. Joel Kotek, de la Universidad de Bruselas, encontró en el Internet que la prensa árabe, durante un periodo de dos años y medio, publico 2000 caricaturas anti judías. La prensa israelita, por su parte, caricaturizaba a Arafat como cerdo. Y Charlie Hebdo, en nuestros días, según se dice, es anti islámico, anti palestina, anti Rusia, anti Cuba, anti Irán, etc., etc. ¿Podemos darnos el lujo de seguir tolerando la burla a la autoridad y el estereotipo y la ofensa a los grupos discriminados?
El presidente de Francia, en la concentración de Paris, declaro que el ataque al periódico fue una declaración de guerra en contra de los valores de la Republica. El atentado fue un acto en contra de los periodistas que querían mostrar que en Francia es posible expresar las propias ideas y ejercitar este derecho garantizado y protegido por la Republica… Al día siguiente, El 8 de Enero, el comediante francés Dieudonne fue acusado de antisemitismo. De acuerdo al ministro Valls “no podemos tolerar el odio a los otros, el racismo, el anti semitismo o negadores del holocausto. Esto no es Francia…”
“Je ne suis pas Charlie” es la respuesta, no de los islamitas, sino de los liberales y lo que queda de la izquierda mundial. En esta narrativa Charlie Hebdo transgrede la corrección política, contradice la política de la identidad, no respeta lo sagrado, y se burla de las identidades políticas, culturales y religiosas. En el hecho juega un papel racista y discriminatorio. La marginalidad económica y social de los hermanos Koauchi es representativa de la mayoría de los ciudadanos musulmanes con descendencia algeriana en Francia y el mayor factor de radicalización frente a la precariedad de sus vidas. Esta exclusión social y económica a que los somete el poder del régimen neoliberal francés y la guerra, el crimen y la destrucción imperialista desatada en contra de los países árabes es la causa obvia de eventos de violencia como los del asesinato de los periodistas de Charlie Hebdo.
Todo esto difícilmente alguien podría negar. Pero, la cosa es esta… ¿Seria posible agregar un tercer elemento a esta narrativa? ¿Es el colonialismo occidental el culpable de todos los males de los países musulmanes y de sus inmigrantes en Europa? ¿El pobre musulmán oprimido debe ser salvado a través de su exposición a la civilización superior del Oeste? Los hermanos Koauchi y los héroes y villanos de esta saga colonial están metidos en una trampa. Trampa, porque el único modelo en existencia es el del “Oeste y el Resto”. El Resto, por supuesto, son los musulmanes. Y estos solo pueden ser salvados, entendidos o acomodados por el Occidente que es el punto de referencia para todo lo bueno o malo que hay en este mundo… Dada esta situación, el excluido, las minorías sin lugar, realmente no pueden hablar porque los parámetros del discurso en el que las individualidades son formadas y comprendidas están ya dados. Sean los hermanos Koauchi o el que logra llegar a la Universidad mirara su alteridad a través de la definición del discurso dominante, como dice la autora pos colonial Fawzia Afzal-Khan. El discriminado cae en la trampa de su propia alteridad definida por el poder hegemónico europeo.
Solo pueden verse en términos binarios… ellos y nosotros, blanco y negro, Islamismo y Occidente, victima y opresor, etc. que es el mismo marco que la variedad de izquierdistas, por un lado, y ultra conservadores a la Marine le Pen, por otro, despliegan, aunque sea en distinta dirección… ¿dónde yace la alternativa?… En la lucha por la vida, en lugar de la muerte. Elegir la vida es tomar finalmente responsabilidad por las propias acciones, en lugar de la miserable gloria de la destrucción… En alejarse de la simplificación binaria y darle la bienvenida a la multiplicidad de visiones permitiendo que diferentes miradas se conecten unas con otras para latir y fortalecerse juntas.
Zizek, el único intelectual que hoy día todavía se atreve a mencionar a Lenin, comentando los sucesos de Paris dice que no debemos caer en el juego de la izquierda de hacernos sentir islamofobicos o intolerantes por el mero hecho de criticar al Islam o cualquier otra religión. Salmon Rushdie fue acusado por provocar a los musulmanes y parcialmente responsable por el “fatwa”. Hoy escuchamos la misma insinuación dirigida a los periodistas asesinados. El ataque a Charlie Hebdo no es solo un accidente de horror, sino algo que sigue una agenda religiosa y política que es parte de un plan mucho mayor.
Lo que necesitamos, dice, es rechazar el mito que transforma la demonización terroristas en el heroísmo del suicida fanático, que va mas o menos así. El Occidente ha llegado al Ultimo Hombre del que hablaba Nietzsche. Apatético, sin pasión ni compromisos, incapaz de soñar o arriesgarse por nada, solamente preocupado por la seguridad y comodidad personal, con un poco de tolerancia por aquí y por allá. “Si tengo a la mano mi teléfono móvil, todo esta bien”. El abismo entre el primer mundo y la reacción fundamentalista corre a lo largo de una vida dedicada a la satisfacción material y cultural y una vida puesta al servicio de una Causa trascendente. Estúpidos placeres por un lado y el compromiso de la lucha que lleva a la auto destrucción, por otro. Nihilismo pasivo y nihilismo activo… ¿Cierto?
No, realmente. Los fundamentalistas no calzan exactamente con esta descripción. De partida, no son auténticamente fundamentalistas. Los que realmente lo son, por ejemplo los Menonitas o los Amish, carecen, por lo que podemos ver, de resentimiento y envidia y son profundamente indiferentes hacia los no creyentes. Si los llamados fundamentalistas creyeran realmente que han encontrado la Verdad… ¿por qué, entonces, se sienten tan ofendidos por la expresión de los otros? ¿Cuan frágil es la creencia de un musulmán que se siente amenazado por una caricatura idiota?
Según Walter Benjamín, el miembro mas visionario de la escuela de Frankfurt, el fascismo surge cada vez que la revolución fracasa. El fascismo es el fracaso de la izquierda y prueba de que hubo un potencial revolucionario que la izquierda fue incapaz de movilizar ¿No calza esto exactamente con el islamo- fascismo? No es extraño, dice Zizek, que el surgimiento del islamismo radical sea correlativo con la desaparición de la izquierda secular en los países islámicos.
¿Qué pasa, entonces, con el legado Iluminista de Libertad, Igualdad , Fraternidad y todo lo demás? Lo que vemos, es que el liberalismo imperante no es suficientemente fuerte para salvarlo del ataque continuo que viene de la variedad de fundamentalismos en existencia. La “corrección política”, el respeto universal a cualquier superstición, prejuicio o ignorancia es lo que lo expone a la reacción del primitivismo religioso que tanto sufrimiento causa. El liberalismo, dice Zizek, dejado a si mismo, lentamente se auto socaba. Lo único que puede salvar sus valores claves es la renovación de la izquierda. Para que el legado democrático de la revolución modernista sobreviva, del que la libre expresión es parte, necesitamos la ayuda de la izquierda radical.
Para los liberales la libre expresión es de una importancia suprema en cualquier sociedad que se precie de ser libre y justa. El gobierno nunca debería regular su contenido. El principio de libertad, dice John Stuart Mill, pertenece a la relación del individuo con el Estado y también del individuo con la llamada “coerción moral de la opinión publica”. Es decir, el principio de libertad protege la expresión del individuo de la coerción del Estado y de la opinión publica mayoritaria.
En el papel. Nadie cree realmente en una libre expresión sin coerción ni limites. Siempre hay líneas, fronteras, zonas sagradas, se dice, que en nombre de la ley y el orden no se deben cruzar. Un profesor de Oxford, Brian Klug, ofrece el siguiente experimento mental. Imaginen, dice, si un hombre se hubiera unido a la marcha de Paris del 11 de Enero llevando un letrero que digiera ”Je suis Cherif”, uno de los hermanos que ataco el periódico. Supongamos que en el mismo cartel hay una caricatura burlándose de la muerte de los periodistas … “ ¿Como la muchedumbre habría reaccionado? ¿Lo verían como un gesto en defensa de la libertad de expresión? ¿O, como un gesto profundamente ofensivo que merece castigo? La respuesta ya la dio Francia.
La libre expresión requiere de una sociedad madura, de ciudadanos seguros de si mismos, de adultos sin temor de ser ofendidos, libres de la histeria colectiva… Y lo cierto es que todavía no llegamos ahí… si es que algún día llegamos.
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