La ciencia, la guerra y la discreta vocación de agencia turística de la CIA

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Rivera Westerberg.

Nadie —o muy pocos— había oído hablar de Shahram Amir, y no es para menos: tanto los promotores de sus hoy inútiles cinco minutos de popularidad como aquellos que nunca lo despidieron —porque su partida fue clandestina— habían callado desde la segunda mitad de 2009, que fue cuando pareció esfumarse.

Puede que algún musulmán piadoso haya creído entonces que un djinn benigno lo elevó en una ráfaga de viento ardiente en alguna parte del desierto de Arabia hasta la morada de los justos, en el Paraíso de los fieles. Porque lo último que se supo de Amir es quehabía partido —como buen creyente— a La Meca para cumplir con la peregrinación al Sagrado Lugar.

Ni Dios ni el Profeta (bendita sea su memoria), empero, parecen intervenir por la vía de desapariciones inquietantes de personas. La cosa fue, al parecer, más clara para los servicios de inteligencias del país de Amir: pensaron que o lo habían secuestrado o pagado para emprender un viaje secreto con toda seguridad a Estados Unidos. A partir de junio de 2009 la sospecha no era absurda: Shahram Amir es iraní y su profesión la de físico nuclear.

Es decir: lo de Shahram Amir repite el viejo juego de la Guerra Fría en otros lugares, cierto, pro con los mismos fines: rapiñar conocimientos, despejar dudas. Fue la cadena de noticias ABC, estadounidense y en absoluto sospechosa de ser en nada disidente con las políticas pentagonales o de la Casa Blanca, la que acab´ño con el misterio: había si do la inefable Compañía las que organizó y pagó su viaje al sueño americano.

Según ABC, fueron fuentes anónimas (pero que se podrían rastrear) las que le permiteron informar que agentes de la CIA en Irán trabaron alguna amistad con el físico y lo convencieron de que su mejor destino lo aguardaba en EEUU. Eso sí, todo dependería de su conocimiento —¡cuándo no!— sobre el programa nuclear iraní. Los espías ya no llegan del frío ni se llaman Smiley.

Es probable que la delicada operaciòn de hinteligencia estadounidense[1] haya recultadao a un traidor; también es probable que sea un recluta inútil. En palabras del asesor de la cadena ABC de TV en materias de terrorismo —y ex empleado del gobierno de EEUU— Richard Clarke, ahora las cosas "dependen de cuánto sepa Amir del programa nuclear iraní". Hombre ponderado, Clarke agrega que lo que pueda saber ese científico "difícilmente podrá frenar dicho programa".

Al parecer los ñúnicos ganadores, pero no ciencia, son los árabes saudíes: ¿cuánto habrá pagado la Compañia para usar a Arabia Saudita como portaaviones seco para despachar a Amir? La casa real sabe mucho de eso, aunque se supone que sus especialistas no participaron en los interrogatorios al físico de marras.,

Pensándolo bien, el engorroso asunto no debe sorprender. Hace mucho, un par de años, que la prensa británica especulaba –o se creía que especulaba– acerca de un plan estadounidense para conquistar opositores calificados del gobierno de Irán. Uno de ellos fue el ex ministro de Defensa Alí Reza Asgari, que se esfumó en Turquía.

Es de espoerar que al científico no lo interroguen con la suavidad de métodos imperantes en los Camp Delta, Guantánamo, o en la media decena de cárceles clandestinas que la Casa Blanca mantiene en los cinco puntos cardinales. Para saberlo habr´ña que esperar la futura película de Hollywood sobre –como antaño– "el hombre que eligió la libertad" —si efectivamente es así.

Por ahora la cancillería de Teherán califica como detención por parte del aparato de espionaje estadounidense, con la complicidad árabe, a la desaparición de Shahram Amir.

Complica el caso Amir un  hecho aparentemente sin vinculación con aquel:un científico de física nuclear iraní fue asesinado el pasado mes de enero por una moto-bomba accionada por control remoto en Teherán. Massoud Ali Mohammadi, era un respetado profesor de la Universidad de Teherán y un defensor acérrimo de la Revolución Islámica. El vehículo se hizo explotar cerca de su casa.

Las autoridades iraníes aseguraron entonces que el equipo y el sistema de la bomba usada en el ataque estaban relacionados con la operativa de organismos de inteligencia extranjeros, en concreto del Mossad de Israel.

Esto recién comienza… Y  el juego se juega con fuego.

[1] Utilizo la ortografía del médico siquiatra chileno Mauricio Pestucic en su ensayo La hinteligencia militar, espléndidas 200 paginas en blanco publicadas en Santiago de Chile en 1990.

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