La columna del lector: Crueldad y vanidad
Los verdaderos problemas del mundo deberían ocupar la mayor información en
los medios de comunicación; pero son de uso de negocios, de intereses de políticos, de propaganda de famosos -amarillismo- y de opiniones en torno a lo que agrada a los «grandes».
En muchos foros y tertulias no se exige a los poderes de gobierno lo que ya es hora que hagan o empiecen a hacer, sino que se esquivan responsabilidades guiando la atención a pormenores de la vida pública de quienes no gobiernan, de quienes en ese momento no deciden las esperadas soluciones.
Se argumenta no con una visión crítica sobre un hecho, sobre una acción, sino sin reparos para señalar que otros lo van a hacer peor, sin reparos en proclamar que otros ya lo hicieron peor, sin reparos en dogmatizar que hay que aceptar el hecho y… ¡a callar!
La paranoia en la política y en la intelectualidad está servida como una picaresca: hacen ver lo justo, lo que es un derecho, como algo escandaloso. Por ejemplo: que las personas expresen libremente lo que quieran -en donde quieran- pasa a ser toda una hazaña. Ya que no pueden siempre. Y eso que la libre expresión siempre ha
de ser permitida como algo vital, al margen de que se debata.
Hablan y hablan del terrorismo -«aquellos son terroristas y nosotros no»- matando a inocentes. Como medio utilizan, convertido en su patrimonio, la lucha antiterrorista y justifican la violencia del Estado, etc. Sin olvidar lo que nos dan a bombo y platillo con las figuritas del fútbol, con los famosillos de «culebrón»… Para solapar lo que importa; tal si no hubiera la crueldad de los que manipulan, de los que construyen las armas, de los que contaminan, explotan, deciden guerras, derrochan el dinero público o se van de turismo sexual a la caza de niños y niñas.
Los políticos no pierden, pierden los mismos, exactamente los
mismos que son engañados con tanto engaño y los que tienen buen
corazón.
Y los intelectuales de la falsedad -en España por ejemplo- se ponen a
hablar de razón, cuando nunca reconocen la razón ni son consecuentes
con la razón -mientras pisotean al mismo tiempo a los que tienen razón- y hablan también de justicia -cuando miran sobre todo «su» justicia, la que les beneficia
única y solamente a ellos.
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* Lector de la revista.