La corbata
Ricardo Candia Cares - El Clarín
Muchos periodistas de la televisión, simplones, superficiales, maleables, tienden a hacer de la vestimentas de las personas a las que reportean un tema en el que usan varios minutos de transmisión. Así se trate de eventos políticos trascendentes, como un traspaso del mando gubernamental.
La flojera intelectual y profesional de esa gente que tienen como agravante el ser periodistas, deja al descubierto su casi risible ignorancia respecto de lo que está pasando frente a sus narices y pantallas. Lo que podría entenderse como una pretensión absurda de que esa gente lo sepa todo, debe ser entendido como la exigencia de, por lo menos, tener el tino de no hablar de lo que no se sabe. O acudir a Google. Por esa vía la periodista Macarena Pizarro se habría evitado definir el archiconocido fusil Máuser que ocupa la guardia de palacio como: “un rifle con un cuchillito en la punta”. Notable.
Otra cosa es el franco desprecio. El conductor Roberto Cox deja al descubierto su prejuicio al ningunear a las familiares de detenidos desaparecidos invitadas al Congreso con ocasión del traspaso del gobierno, por la bochornosa vía de ignorar su presencia. Pero sí se fijó en quien llevaba o no corbata.
Estos eventos insignificantes nos llevan a vincular el estado deplorable del periodismo dominante con lo que ha sido las limitaciones al periodismo libre y la consecuente libertad de expresión.
Todo el largo período que va desde el retiro táctico de los militares hasta el presente ha sido con una muy escasa prensa libre, democrática y plural. Las excepciones han sido heroicas e impulsadas solo por el ñeque de sus periodistas y en medio de apreturas económicas que han determinado finalmente su cierre.
La Concertación, algunos de cuyos restos inexplicablemente aún sobreviven en el actual gobierno, hizo todo lo que pudo para terminar con la prensa que se la jugó, heroica, para terminar con la tiranía. Con muertos, desaparecidos, torturados, prisioneros, exiliados, marginados, esos heroicos periodistas y medios de comunicación fueron un aporte inestimable para terminar con el tirano.
Y como pago fueron asfixiados económicamente y despreciados por los sucesivos gobiernos de la posdictadura. Quienes solo debieron tener con esta gente y esos medios la mayor de las gratitudes, le dieron con el mocho del hacha de la traición.
La Concertación haría todo lo posible para que esa prensa libre desapareciera del mapa. Las ingentes sumas de dinero de la publicidad estatal irían directamente a favorecer a la prensa que sostuvo comunicacionalmente a la dictadura, justificó sus crímenes y ocultó lo más tenebroso de su obra trágica.
Y han sido los poderosos empresarios, ricos hasta lo absurdo y morboso, quienes se han hecho de todas las televisoras que se originaron en las universidades públicas. El monopolio de los medios de comunicación sigue en manos de la derecha, tal y como fue en la dictadura.
Todos estos años, tímidos y aguerridos proyectos comunicacionales comunitarios, que se la han jugado a diario por ser medios democráticos enraizados en la gente de la comunidad, que muestra la realidad oculta en la marginación y el desprecio, que muestran la voz y esperanzas de la gente, son prontamente reprimidos por leyes que se hacen para evitar su surgimiento y desarrollo.
Desde el punto de vista de la pluralidad de los medios de comunicación, en estos treinta años hemos estado peor que en la dictadura. Por eso sigue siendo más importante la corbata que los familiares de los detenidos desparecidos.