La corrupción en Latinoamérica: – PASA PIOLA Y AMERITA SILENCIO

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

Algunos analistas políticos han llegado a la conclusión que la corrupción –en el Estado y sector privado– es actualmente el gran enemigo de las democracias latinoamericanas. En algunos países han llegado a tal extremo que verdaderas mafias controlan y dirigen las actividades nacionanels.

Según investigaciones, algunos gobiernos (como Argentina y Brasil) comprometieron millones de dólares en préstamos solicitados al FM y BM, que ni siquiera llegaron al país que los solicitó y quedaron en cuentas privadas de altos funcionarios de gobierno y funcionarios de organismos internacionales.

De México duele hasta hablar de corruptela.

Ernesto Cardenal, cura y poeta revolucionario nicaragüense, en visita a Chile el año pasado, 2005, afirmó en una entrevista que el gobierno de la revolución sandinista perdió en realidad el poder por la corrupción de algunos comandantes ligados al FSLN.

En Venezuela el presidente Chávez luego de haber ganado las elecciones de  gobernadores el año 2005, afirmó: «el enemigo más preocupante de la Revolución Bolivariana no es la oposición política, sino que el alto grado de corrupción en el Estado».

No debemos olvidar que la corrupción es siempre un baile entre dos actores: el que corrompe y el que se deja corromper; es decir que intervienen funcionarios del Estado y propietarios o gerentes de empresas y corporaciones privadas, criollas y, sobre todo, extranjeras.

Hace poco tiempo Diaz Rangel, periodista venezolano escribió: «Hace seis años le pregunté al presidente Chávez: ‘¿Por qué le ha resultado difícil combatir exitosamente la corrupción?’ y me respondió: ‘…la corrupción es la madre de la crisis, de todos los problemas, se ha extendido a todos los niveles como un cáncer, hasta los más bajos niveles, ha adquirido mil caras y mil maneras de camuflarse… Librar una guerra contra un monstruo de mil cabezas es un proceso complejo, largo y difícil… Es muy difícil desprenderse de esos antivalores que están inmersos en todos los sectores e instituciones'».

El presidente Chávez estaba claro que no ha sido posible contener la corrupción. De poco han valido sus exhortaciones, su llamado a combatirla. Hoy existe entre civiles y militares, en niveles superiores, en los medios y en los más bajos, hasta donde se extendió en la medida en que se han creado nuevas instituciones y se les ha dotado de inmensas sumas de dinero, casi incontroladas.

 
El pasado 17 de noviembre de 2005, Fidel Castro sorprendió a los cubanos con un discurso donde por primera vez habló descarnadamente de la corrupción, y dijo que la revolución no podía ser destruida por fuerzas externas, preparados como estaban para rechazarlas, pero sí podían destruirla internamente, y señaló la corrupción como el factor más riesgoso.

Después habló en esa misma dirección el canciller Pérez Roque, y por segunda vez, ambos lo hicieron más adelante. Era fácil interpretarlo como una peliaguda materia examinada en las altas esferas del gobierno y del PCC, donde debieron acordar enfrentarlo con todos los hierros.

En la entrevista de 100 horas con Ignacio Ramonet, periodista de Le Monde de Francia (Fidel Castro, biografía a dos voces ), aludiendo a ese discurso de noviembre sobre «la pequeña corrupción, el robo al Estado, el enriquecimiento ilícito, que hasta ahora no se habían denunciado de modo tan severo», Fidel lo admitió y dijo:

«Estamos envueltos en una batalla contra vicios, contra desvíos de recursos, contra ciertos hábitos generalizados. Sí, estamos frente a una gran batalla que empezamos a librar, y que vamos a ganar. Porque hay, y debemos decirlo, unas cuantas decenas de miles de parásitos que no producen nada y sin embargo se enriquecen.  Por ejemplo, comprando y robando combustible».

Fidel también se refirió al caso de médicos que están «en distantes lugares» que ganan el 10% de ladronzuelos de gasolina, que desvían recursos de los puertos en camiones, y por toneladas, los que roban en las tiendas de divisas, en los hoteles cinco estrellas. «¿Cuántas formas de robo hay en este país?» –se pregunbtó. En las gasolineras y estaciones de servicio, se descubrió que la mitad de los ingresos se los robaban los empleados.

Igualmente le contó los vicios que ocurrían con las divisas que enviaban del exterior y cómo negociaban y se enriquecían con subsidios del Estado; el negocio de algunos «paladares» (restaurantes caseros) que robaban la luz y también recibían subsidios. En fin, que parece que por todos lados aparecían muestras de estos robos multiplicados.

Cuando cerraban esta materia, Ramonet le recordó el derrumbe de otras revoluciones.

Fidel le dijo que «los yanquis no pueden destruir este proceso revolucionario, porque tenemos todo un pueblo que ha aprendido a manejar las armas… Pero este país puede autodestruirse por sí mismo. Esta revolución puede destruirse. Nosotros sí, nosotros podemos destruirla, y sería culpa nuestra. Si no somos capaces de corregir nuestros errores. Si no conseguimos poner fin a muchos vicios: mucho robo, muchos desvíos y muchas fuentes de suministro de dinero de los nuevos ricos. Por eso estamos actuando, estamos marchando hacia un cambio total de nuestra sociedad».

Cuando Ramonet hizo referencia a la información de los medios cubanos, que siempre pintaban un panorama rosa, positivo, Fidel le respondió: «Mire, aquí ha habido durante bastante tiempo la tendencia a suponer que los señalamientos críticos, la denuncia de las cosas mal hechas hacían el juego al enemigo, ayudaban al enemigo y a la contrarrevolución. Hay temor de informar sobre algo porque se piensa que puede ser útil al enemigo.

«Nosotros hemos descubierto que en la lucha contra los hechos negativos es muy importante el trabajo de los órganos de prensa. Y hemos estimulado el espíritu crítico. Llegamos a la convicción de que es necesario desarrollar mucho más el espíritu crítico. Y yo he estimulado al máximo ese espíritu crítico porque es un factor fundamental para perfeccionar nuestro sistema».

En Chile y resto de Latinoamérica la corrupción también está presente, y basta recordar cuando el presidente Lagos dijo «combatiremos a los corruptos caiga quien caiga», y también: «hay que dejar que las instituciones funcionen». Claro que las instituciones judiciales en Latinoamérica funcionan, pero lamentablemente manchadas por los tentáculos de la corrupción, por lo tanto sólo caen los menos y los más –de cuello y corbata– son condecorados para seguir en el camino del delito.

 
Por último diremos que hay varios estudios donde se demuestra que en las décadas de las dictaduras militares en Latinoamérica, fue un período en el que algunos comandantes, generales, capitanes y coroneles de las fuerzas armadas, coludidos con grandes empresarios,  se robaron miles de millones de dólares, como en Chile, con lentitud, las investigaciones judiciales sobre Pinochet lo evidencian.

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* Comunicador social y analista político.

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