Antonio Turiel - The Oil Crash
Prácticamente de manera simultánea con la crisis del gas que se ha desatado sobre todo en Europa, durante los últimos días hemos visto cómo se desarrollaba una crisis paralela, la del carbón, aunque ésta ha afectado sobre todo a China y a la India. En China, la escasez de carbón está provocando apagones en 20 provincias y está afectando ya a la capacidad manufacturera de la fábrica del mundo.
En la India, se ha llegado a anunciar varias veces que quedaba carbón para pocos días, y ya se han producido apagones y restricciones parciales de acceso a la electricidad. Recordemos que son los dos países más poblados del mundo, con unos 2.800 de los 7.900 millones de habitantes del planeta, es decir, más de la tercera parte de toda la Humanidad.
Una característica que China e India comparten es su enorme dependencia del carbón para la producción de electricidad (el 65 y el 70%, respectivamente). La agresiva introducción de sistemas renovables en China ha conseguido disminuir sensiblemente el peso del carbón en su mix eléctrico, pero porcentualmente las centrales térmicas de carbón siguen siendo la principal fuente de electricidad con diferencia.
Que ambos países usen tanto carbón es lógico si tenemos en cuenta que a nivel mundial son el 4º y 5º país, respectivamente, en volumen total de reservas de este combustible; y si miramos las reservas de los carbones con mayor contenido energético son el 2º y 3º en importancia. Y, sin embargo, ambos países están teniendo problemas para abastecer su creciente demanda de esta materia prima.
Delante del marasmo actual, el Gobierno chino ha ordenado aumentar la extracción de carbón de sus minas, y al mismo tiempo está permitiendo que se vacíen los almacenes de carbón proveniente de Australia, que llevaban más de un año paralizados por una disputa entre ambos países. Por su parte, en la India, más del 70% de las nuevas concesiones de mina de carbón subastadas por el Gobierno el pasado mes de julio quedaron desiertas por falta de postores; las razones aducidas para esa falta de interés, los problemas ambientales y el escaso margen comercial. Esa cuestión, el escaso margen comercial, nos lleva a la cuestión central del problema del carbón. Igual que con el petróleo, se está acabando el carbón barato. Las minas de carbón del mundo tienen cada vez peor rendimiento, dan un producto de calidad decreciente y cuesta más de procesar. Aunque teóricamente China podría aumentar aún un poco su propia producción de carbón, se enfrenta a enormes problemas logísticos para su transporte y utilización, siendo recurrentes atascos ocasionados por camiones de carbón que duran días y se extienden más de 100 kilómetros.
Si miramos la cuestión a escala mundial, todo indica que estamos superando o a punto de superar el pico del carbón. La gráfica que sigue muestra la producción mundial de carbón (en energía, ya que en volumen hay mucha disparidad de energía dependiendo del diferente tipo de carbón).
Se ve que desde 2014 la producción de carbón ha entrado en una fase de meseta ondulante, que es un fenómeno característico cuando se está llegando al máximo de producción de una materia prima. El máximo de 2014 ha sido ligeramente superado en 2019, y aún es pronto para asegurar que se ha llegado al pico absoluto del carbón a nivel mundial puesto que geológicamente aún se podría incrementar ligeramente, pero en la práctica el margen de crecimiento va a ser pequeño a partir de ahora. Lo que sí es cierto es que, debido a que la geología permitiría subir un poco más durante unos años extra, la duración de la actual meseta va a ser seguramente bastante dilatada en el tiempo.
Por tanto, la gestión del pico del carbón va a tender a ser agónica, sin reconocer que se está tocando techo a nivel energético y alargando durante muchos años la cuestión con noticias de nuevos yacimientos que están a punto de aparecer y que resolverán la carestía y la escasez. Para más INRI, la acelerada caída de la producción de petróleo durante los primeros años de esta década hará que el carbón cobre más relevancia como sustituto y sostén de la sociedad industrial. La crisis del carbón no es exclusiva de China e India, por supuesto. Media docena de países están viendo apagones por culpa de la escasez del carbón que usan para sus centrales térmicas. En ese sentido, llama la atención la tranquilidad que reina en Estados Unidos (EU) respecto a este tema. Aunque aún genera un 30% de su electricidad usando carbón, sus reservas son muy grandes (las mayores del mundo) y puede abastecer sin problemas su consumo doméstico e inclusive exportar carbón.
El enorme aumento del consumo estadounidense de gas para la generación de electricidad en estos años, hasta el 34% actual, no se ha visto tampoco afectado por la paralela crisis del gas, debido a la abundancia de gas de fracking, económicamente ruinoso pero subvencionado para apuntalar el resto de actividades. En ese sentido, los EU se están mostrando más resilientes que el resto del mundo para hacer frente a la crisis energética, al menos en lo que al gas y el carbón se refiere, otra cosa será cuando la crisis del petróleo se muestre con toda su crudeza.
En Europa, la crisis del carbón también tiene consecuencias. Debido a la crisis del gas, los precios de la generación eléctrica se han disparado en toda Europa, pero donde menos ha afectado es en aquellos países donde se usa más carbón. Y muy notablemente, Polonia, donde el 72% de la electricidad se genera quemando carbón y solo un 9% quemando gas.
Precio de la electricidad en Europa el 7 de octubre de 2021 |
Por eso no es de extrañar que Alemania haya recuperado su interés por el carbón. Hace tan solo 3 años, Alemania aún generaba el 40% de su electricidad usando carbón; en la actualidad, el carbón solo aporta el 26% de la energía eléctrica (lo cual, por cierto, ha venido acompañado de un descenso generalizado del consumo eléctrico).
La causa más probable de esta caída no es tanto los votos de Alemania para cumplir con sus compromisos climáticos, sino la dificultad de encontrar carbón, sobre todo antracita, dada la ya comentada meseta ondulante en la que se encuentra la producción mundial de carbón desde 2014. Pero la prueba más palpable es que los compromisos de Europa en la lucha contra el Cambio Climático no valen nada es la petición desesperada que Europa le hace a Rusia para que aumente sus exportaciones de carbón hacia el Viejo Continente. Petición que Rusia (segundo país del mundo por reservas totales de carbón) no podrá atender, porque ya está comprometida con sus voraces vecinos asiáticos. Sin embargo, que, en medio de una situación de crisis energética como la actual, Europa se vuelva sin miramientos hacia el consumo de carbón (en España, Endesa ha planteado reabrir la central térmica de As Pontes) demuestra que no importa, ni nunca ha importado, el Cambio Climático.
Toda la monserga que estamos escuchando actualmente acerca de la necesaria descarbonización y las declaraciones institucionales de Emergencia Climática son solo palabras vacías cuando empiezan los problemas económicos. Toda la Transición Energética, a veces etiquetada de «Ecológica», no ha estado nunca dirigida a solventar la cuestión climática, sino la crisis energética desencadenada por el cenit del petróleo, acompañado por el cenit del gas y el cenit del carbón.
Quizá muchas personas que de buena fe creen en el modelo de transición energética imposible que se pretende imponer, deberían abrir los ojos al hecho de que aquí nunca importó la defensa del medio ambiente, sino del negocio para unos pocos, aunque eso nos lleve a todos a un peligroso callejón sin salida como sociedad y como civilización.
El gas y el carbón están en crisis, y ponen de rodillas a Europa y a Asia. Ya solo falta el petróleo para culminar la crisis energética definitiva, la que abocará a nuestra civilización a su colapso o a su transformación definitiva. Que pase una u otra cosa depende de todos nosotros. Ya no es momento de dudar, sino de actuar.