La crisis en la enseñanza
No sólo en el seno de las comunidades totalitarias, o bien de aquellas cuya dogmática es demasiado frágil para aunar las opiniones, los sistemas educativos son determinados por la voluntad de adoctrinar.
Las colectividades más liberales y estables han concebido desde hace tanto tiempo el apostolado como un medio de acondicionamiento, que hasta han perdido de vista su utilización. Es muy cierto que este aprovechamiento no deja de ser necesario, pero su empleo exige evitar las deformaciones, y no solo en materia de historia. Ahora bien, las ciencias mismas son dictadas con un dejo chauvinista. Para tener en cuenta la rapidez de las transformaciones sería menester reconsiderar las bases mismas del adiestramiento, especialmente en el estadio primario. Los aspectos culturales y sociales de la pedagogía suscitan problemas más esenciales.
Por tradición, la instrucción es ante todo la propagación del patrimonio formativo. La transmisión de la suma de los conocimientos adquiridos en el interior de una colectividad de evolución lenta; se entendía como un tramo que aseguraba el progreso en la continuidad.
En periodos de metamorfosis rápidas, la adaptación a las ideas nuevas no se hace lo bastante rápidamente, mientras la enseñanza se contenta cada vez mas con transmitir conceptos antiguos. Tal estado de cosas, por otra parte, es inevitable, puesto que aquellos que están encargados de formar a la juventud fueron ellos mismos condicionados en un periodo muy anterior al gran cambio y por consiguiente sufrieron el absolutismo de sus profesores, quienes por su parte lo habían heredado de los suyos. Pero la situación ha cambiado y este es uno de los problemas.
En este momento la explosión de conocimientos es tan amplia y veloz, que no se puede redactar un gran volumen sobre una materia científica, porque –cuando lo finalizas– esta fuera de tiempo: recientes datos y nuevos descubrimientos lo harán inoperante. Es decir, que ahora la ciencia tiene que depender de los artículos de los periódicos, de Internet, no sólo de los libros.
La educación es particularmente una obra de largo aliento. Un período de 18 años es considerado a menudo como un mínimo comienzo de la escolaridad y la salida de la Universidad. Un título jamás se adquiere completamente. Es preciso aplicarlo perpetuamente. En su conjunto la progresión del adiestramiento y su asimilación se extienden sobre un periodo de veinte a cincuenta años.
Lejos de ser un vehículo de las transformaciones sociales, como con frecuencia se lo ha proclamado y querido creer, la instrucción puede llegar a ser una prisión creada por ideas caducas, sobre todo en un período de cambios rápidos, como es el nuestro. Los prejuicios impiden a los hombres, adaptarse a las experiencias del presente, y partiendo de éstas a las del futuro. El mundo de hoy exige una adaptación vertiginosa y ya no se puede esperar pacientemente la desaparición de las grandes líneas directrices anquilosadas.
De nuestra herencia retenemos la cultura y los valores que nos hicieron “grandes”. Tal vez tengamos más necesidad que nunca de aferrarnos a nuestro cosmos en transformación para asegurar la continuidad. Extraemos la esencia de lo adquirido para formar el mundo nuevo, y adaptar a la nueva generación a circunstancias que no tienen precedente.
Transmitir, en cantidad, una experiencia tradicional conduciría a aprisionar en el pasado a las generaciones futuras, incapacitándolas para enfrentar las nuevas oportunidades, hasta el día en que la destrucción de esta civilización que nos esforzamos en preservar se torne inevitable.
Por otra parte, encarar la enseñanza desde el punto de vista estrictamente prospectivo, rompiendo amarras con la experiencia y la madurez ancestral, podría también dañar nuestro desarrollo, sin sustituirla por una nueva estructura coherente, equilibrada. La dificultad consiste en descubrir el justo medio, siendo nuestro primer deber el de preservar lo mejor de nuestro patrimonio e incorporar a éste una nueva y elevada cultura.
Ante esta alternativa la tentación del pasado sería evidentemente la más peligrosa. Además, dependería menos del error de juicio que de la fuerza de inercia, inherente a las formas mismas del progreso.
CARENCIAS
Al querer hacer frente a las reformas que necesita la enseñanza para cubrir las necesidades económicas y sociales futuras, nos debatimos en una serie de ambientes contaminados No solo las ideas prefabricadas se reconstruyen y se suceden a sí mismas, sino que por lo que atañe a los docentes, la oferta es inferior a la demanda allí donde las necesidades son más fuertes y el déficit más grave.
En la mayoría de los países desarrollados se necesitan cada vez más profesionales calificados en las diferentes áreas del conocimiento. La escasez de personal de enseñanza científica hace que la oferta oriente a los mejores individuos hacia la industria privada, los centros de investigación. etc. Así muy pocos, entre los mejores, aceptan ejercer la enseñanza superior. Mientras tanto, y sin que exista una marcada demanda para las materias históricas y literarias, muchas personalidades se consagran de buena gana a su instrucción.
La facilidad con que se rejuvenece y se estructura la asignatura en materias en las que la adhesión al pensamiento contemporáneo no ofrece dificultades, contrasta con el problema que suscita el terreno de la matemática y de la tecnología. En consecuencia una gran proporción de nuestros jóvenes más dotados no se sienten atraídos por la ciencia y siguen orientándose hacia las humanidades.
De esta manera, nuevamente la ola de los diplomados tenderá a aferrarse al pasado sin desear hacer frente al porvenir. Esta apatía es grave.
Las reformas educativas deben estimular el espíritu de creación con respecto al porvenir de nuestra civilización, el perfeccionamiento y la rápida asimilación de nuevos métodos de pedagogía. Estas disposiciones, aún cuando se vean coronadas con un éxito total, solo producirán su efecto lentamente, a causa de la larga duración del ciclo correspondiente al sistema de enseñanza.
En estos tiempos se ha podido comprobar que la expansión económica ya no podrá ser imputada solamente al capital y al trabajo, y que la mitad del crecimiento de los productos nacionales deba atribuirse al mejoramiento en calidad de mano de obra como también a la organización de la utilización de los capitales, lo que se llama el factor residual en economía de expansión.
En el inicio de un mejor rendimiento humano y de un mejoramiento de las técnicas se sitúan los procedimientos fundamentales de la instrucción y de la investigación.
Evidentemente, la dificultad de la formación y de la investigación, considerados desde el ángulo de la inversión, son muchos más complejos que desde otros puntos de vista, en razón del largo plazo de su rendimiento, forzosamente escalonado.
———————————
* Periodista venezolana