
Olvidando la historia

Los sucesivos gobiernos estadounidenses, incluidos Bush, Clinton y Obama, apoyaron la expansión de la OTAN. El pretexto fue la expansión de la democracia y la libertad, lo que ocultó las razones geopolíticas y económicas que se remontan a la era colonial.


La prioridad de Trump es restablecer la salud fiscal de Estados Unidos y asegurarse de que el dólar siga siendo la moneda de reserva mundial. Esto explica tanto su despiadada reducción de costos como amenazar con sanciones a los países que intenten desdolarizarse.
Negación profunda
Occidente nunca logró convencer a Rusia que la expansión de la OTAN hasta la frontera rusa no suponía ninguna amenaza para ella. Sin preocuparse por la posible reacción rusa, presentó la expansión de la OTAN como un ejercicio de democracia y libertad. La ideología triunfó sobre el pragmatismo.
Pero el descenso será doloroso. Al principio de la guerra, los medios occidentales describieron a Rusia como una potencia débil y corrupta, con una economía moribunda y un ejército ineficiente. Occidente, demasiado confiado o históricamente ingenuo, se apoyó en tres pilares que se desmoronaron uno tras otro:
– Las sanciones para debilitar o colapsar la economía rusa y provocar un levantamiento contra Putin fracasaron
– Aislar a Rusia del Sur Global, incluidos China y la India, fracasó
– La derrota estratégica que se infligió a Rusia con las armas superiores de la OTAN fracasó
Convencido de que Rusia podía ser derrotada, Occidente no se molestó en formular un plan B. Cuando quedó claro que Rusia no podía ser derrotada, Occidente dio vuelta la situación. Rusia ya no era un estado débil con un ejército impotente, sino una amenaza existencial para Europa.
Rusia tiene una economía del tamaño de España, con menos de un tercio de la población europea y una cuarta parte del presupuesto de defensa europeo (unos 84.000 millones de dólares frente a los 326.000 millones de Europa), pero ahora se dice a los europeos que si no defienden a Ucrania, tal vez tengan que luchar contra los rusos en sus propias fronteras.
Los líderes europeos que se niegan a comprender que se inició el juego final ahora son incapaces de ofrecer propuestas de paz y redoblan su locura estratégica: discutieron la creación de un fondo de defensa europeo colectivo para construir una industria de defensa que no dependa de Estados Unidos.
Los expertos pronostican que Europa podría tardar diez años en alcanzar la autosuficiencia militar, por no mencionar que un número cada vez mayor de países europeos están expresando su descontento con la política hacia Ucrania. La mayoría de los líderes de la Ue tienen índices de aprobación inferiores al 30%.
La debilidad de Europa es intrínseca y no se puede disimular. Un analista geopolítico chino describió recientemente el dilema: “Europa está formada por países pequeños y países que no se dan cuenta de que son pequeños (en el contexto de la geopolítica)”.
Si Estados Unidos, Rusia y China discuten una arquitectura de posguerra –una Yalta II– Europa puede verse relegada a un segundo plano. Cuando las cosas se pongan difíciles, Europa carecerá del apalancamiento estratégico que pueden ofrecer los “tres grandes”.
Descenso histórico
El mayor desafío para la élite de la Ue es gestionar la opinión pública durante el inevitable retroceso en su cruzada ideológica.
Desde 2014, cuando Rusia recuperó el control de Crimea, los medios occidentales han servido como brazo propagandístico de los atlantistas, algunos patrocinados por la USAID. Demonizaron a Putin y a Rusia las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Cualquiera que pronunciara una palabra de crítica a Zelenski o a Ucrania era presentado como un activo prorruso.
El bombardeo incesante de propaganda antirrusa fue sumamente eficaz. Una encuesta reciente en Gran Bretaña indicó que más del 80% de los encuestados estaba a favor de desplegar tropas sobre el terreno en Ucrania, sin importar que todo el ejército británico cupiera en el estadio de Wembley.
El virus atlantista que infectó a Europa en las últimas tres décadas ha transformado el panorama ideológico.
Hoy, la derecha proverbial, como la AfD en Alemania, pide paz, mientras que la izquierda neoliberal, incluidos los “Verdes”, son los animadores de la continuación de la guerra. En Europa apenas se habla de esta histórica inversión de roles.
Los partidos verdes europeos que tienen sus raíces en los levantamientos estudiantiles de 1968 y las protestas contra la guerra de Vietnam ahora, como el alcalde “verde” de Ámsterdam, exhiben un tanque ruso quemado como trofeo de guerra.
Cuando la paz regrese a Ucrania, Europa haría bien en analizar la inversión de roles ideológicos que contribuyó a la tragedia de Ucrania.
* Editor jefe de Asia Times
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