La defensa de Sudamérica, herramienta necesaria para la integración

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Diego Ghersi *

Por su pasado militar, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez es el mandatario regional que mejor comprende las urgencias y los alcances de lo que significa establecer una política de defensa común en Sudamérica.

Heredero y defensor del pensamiento de Simón Bolívar, deja entrever la cuestión cuando sostiene: "Debe llegar el día en que el Mercosur tenga una organización de defensa, donde vayamos fusionando las fuerzas armadas de nuestros países y donde enmarquemos una estrategia propia de seguridad, de soberanía y de defensa".
El tema dista de ser una cuestión menor. La integración regional ha sido entendida por los gobiernos actuales como la herramienta para interactuar en el sistema internacional. Herramienta compleja –porque implica conciliar intereses de múltiples actores- y multifacética –porque implica construir un paquete común sobre muchas esferas de interés-. El objetivo final será la integración de los actuales Estados-nación que conforman el área en una sola unidad política y económica organizada, lo suficientemente fuerte como para afrontar la convivencia en pié de igualdad con las otras que pueblan la Tierra.

En ese contexto, los aspectos referidos a la defensa regional distan notablemente del pensamiento que reinaba sobre el tema en los momentos inmediatamente posteriores a las revoluciones liberales de la América del siglo XIX. Las unidades políticas que se conformaron hace dos siglos –alentadas por potencias extracontinentales cultivadoras del “divide y vencerás”- no fueron capaces de conformar la gran nación americana desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego.

Actualmente, las amenazas externas para la región pueden percibirse en los debates propiciados desde el pentágono, tendientes a imponer simplificaciones que, detrás del debate sobre seguridad y defensa, pretenden inducir a políticas que impongan el uso de fuerzas armadas diferenciadas y divididas, cuyo ámbito de aplicación sería el control social de los pueblos. Este discurso es antagónico con el de la integración regional.

Pensar la integración es imaginar una Nación Sudamericana plenamente integrada capaz de compensar su variada población plena de culturas ricas y distintas, pero de origen común. Una Nación enclavada en un inmenso territorio virgen, o al menos con menor grado de deterioro que otros áreas súper explotadas del planeta.

Resulta lógico pensar que una Nación así tendrá mucho que defender y ese desafío entraña la necesidad de extender la integración hacia una política de defensa común. Defenderse requiere ante todo establecer una clara diferenciación de los puntos vitales a ser protegidos.

El Amazonas, considerado de importancia estratégica no tanto por su riqueza, sino por su importancia como regulador del ecosistema global. La Patagonia, probablemente flotando en petróleo (¿quién puede asegurar que no es así?), flanqueada al Oeste por una cordillera rica en minerales preciosos y estratégicos para el desarrollo de la tecnología; y al Este por una extensa plataforma submarina potencialmente rica en alimentos que la humanidad –de crecimiento geométrico inexorable- necesita cada vez más. El acuífero guaraní, la reserva de agua potable más grande del mundo. La energía boliviana, basada en la segunda reserva subterránea de gas del planeta. También se suma a la lista la cuestión de la proyección antártica, continente lleno de interrogantes irrenunciables. Y para terminar, la posición geográfica global de toda Sudamérica, que la coloca a medio camino entre el Lejano Oriente y la Unión Europea (UE), regiones que nacen al siglo XXI con potencialidad renovada.

Todos estos aspectos requerirán de fuerzas especialmente adiestradas, equipadas y organizadas para su defensa, pero más allá de eso, de una planificación centralizada y consensuada al más alto nivel político regional.

Podríamos aportar contraejemplos tomados de la historia. Durante la presidencia de Carlos Saúl Menem, Argentina asistía al festival privatizador, nada había que defender. En ese contexto, cabe preguntarse para qué necesitaba argentina a sus Fuerzas Armadas. El país asistió entonces a un desmantelamiento sistemático de su aparato de defensa. Es cierto que era una organización de ideología vetusta, una amenaza a la democracia y que su deshonra no la hacía merecedora de nada; pero esas cuestiones no implicaban la renuncia a la defensa nacional. En todo caso, se imponía reconstruirlas para garantizar su eficiencia. Eso no era coincidente con la conducta de un gobierno empeñado en regalar todo, porque si se regala algo, simplemente carece de sentido implementar medidas para defenderse del que se lo lleva.

A nivel internacional y en dimensiones continentales, el África es el contraejemplo más notable: un continente entero camino del colapso y sacudido desde siempre por factores que impidieron un pensamiento totalizador.

Si bien la matriz de pensamiento que respalda la integración sudamericana no concibe a la guerra en términos agresivos, es a través del desarrollo del poder ofensivo en que se logra la disuasión de los potenciales agresores. En ese sentido, es concebible la aspiración brasileña de desarrollar submarinos con capacidad nuclear y los acuerdos en materia de tecnología atómica establecidos con Argentina. Los submarinos nucleares, no detectables desde el espacio, operan como verdaderas “espadas de Damocles” y otorgan así una significativa capacidad disuasiva. En sentido contrario, las fuerzas navales centradas en portaaviones, que desde la segunda guerra mundial eran esenciales para el dominio del mar, hoy han perdido vigencia disuasiva por su alta vulnerabilidad.

También, Luiz Ignacio “Lula” Da Silva, presidente del Brasil, propugna medidas que lleven a la creación de un organismo de defensa continental capaz de mantener a Sudamérica como área de paz. Así trascendió luego de una reunión mantenida a fines de marzo en la localidad brasileña de Recife, dónde coincidieron los mandatarios de Brasil y Venezuela.

El entusiasmo por la iniciativa se trasluce en las palabras de Chávez, cuando habla de la necesidad de crear una “OTAS” (Organización del Tratado del Atlántico Sur) para diferenciarse de la OTAN y, simultáneamente, en clara alusión a ella por su polaridad inversa.

Quizás en este punto sea necesario aclarar que en el presente artículo se habla indistintamente del Mercosur y Sudamérica, sin hacer hincapié en las diferencias de ambos conceptos. El Mercosur es un inicio de comunión logrado entre un puñado de países del continente sudamericano, cuya aspiración implícita es la de extenderse a todos los países del área, tal cómo lo imaginaban los padres revolucionarios del siglo XIX.

Por otra parte, desde el punto de vista estratégico, no puede hablarse exclusivamente de una defensa del Mercosur, sin considerar las implicancias de los países vecinos a él, desde una visión estratégica operacional relativa a una distribución eficaz de las fuerzas en posiciones geográficamente correctas para el logro de su misión.

A todo lo expuesto, apuntan las periódicas reuniones de Ministros de defensa de los países de la región. Es ese el sentido que buscarse en las palabras sobre el tema del ministro brasileño Nelson Jobim a su par estadounidense Robert Gates: “la mejor contribución de Estados Unidos sería mantenerse al margen”.

Y también deben contarse los acuerdos de cooperación sobre defensa que el mismo Jobim lleva adelante con la Ministra de Defensa de Argentina, Nilda Garré. Fue una vez más Jobim quién en el marco de un encuentro en Buenos Aires el 22 de febrero de 2008 manifestó: “creemos que la política de Defensa no es sólo un tema de nuestro país, sino de toda Sudamérica” y admitió que en Brasil se está haciendo un estudio muy profundo de un proyecto estratégico de la Defensa.

Son los primeros pasos de un largo camino a recorrer, pero sin dudas van en la dirección correcta. Hablar de la defensa de Sudamérica no es asimilable a cuentos de hadas, ni achacable a la fantasía de presidentes delirantes, sino una consecuencia lógica de los procesos de integración de los pueblos, coincidente con la matriz de pensamiento, cuya piedra basal fue puesta por nuestros libertadores.

(*) Alumnodel Seminario “Periodismo en Escenarios Políticos Latinoamericanos” que actualmente dicta la Agencia Periodística del Mercosur (APM) en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP.

 

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