Las campañas electorales entran ahora a sus etapas más concluyentes. Miles de candidatos y decenas de partidos políticos consolidan negociaciones para mantenerse o llegar a La Moneda como al Parlamento. En relación a nuestro universo electoral en realidad abundan mucho los interesados en convertirse en legisladores o ser parte de una próxima fórmula gubernamental. Hasta ahora, seis colectividades del oficialismo que han logrado unirse y, al menos, cuatro o cinco entidades opositoras a la administración de Gabriel Boric que, al parecer, van a competir divididas por alcanzar el gobierno. Demasiado confiadas, por supuesto en su victoria.
Los ganadores y perdedores de la próxima contienda van a depender fundamentalmente de los acuerdos que logren los partidos para repartirse los cupos al interior de las listas que finalmente lleguen a las papeletas electorales. Nuevamente no habrá una competencia libre y transparente entre los partidos y en los resultados será más relevante la repartición previa de cupos que las cúpulas determinen para cada colectividad política en las listas que postulen al Parlamento. Lo que se llama “ingeniería electoral”.
De esta forma no será el sufragio ciudadano libre el que determine quienes gobernaran desde estos dos poderes del Estado. Un buen número de referentes, además, ya no tienen ni los militantes o simpatizantes que alguna vez ostentaron, por lo que el Registro Electoral debió decretar su desaparición. Ya no existen partidos dispuestos a competir solos en alguna elección, prefiriendo consolidar un verdadero pegoteo de colectividades en el reconocimiento de su escaso arraigo ciudadano.
Mucho de esto se explica en los centenares de ciudadanos que se esforzaron por obtener las firmas exigidas por ley para postularse al Ejecutivo. Pero sabido es que estas adhesiones dependen más de la alcancía o caja electoral que tengan los mismos para “encantar” a los chilenos que no militan ni simpatizan con partido alguno.
En efecto, desde hace tiempo que los perfiles doctrinarios y programáticos importan poco o casi nada durante este período que hace gala de un alto pragmatismo. Es curioso observar que muchos derechistas hoy se esfuerzan por mantener distancia del pinochetismo. Así como resulta curioso observar a comunistas y socialistas prometiendo garantizar la propiedad y la iniciativa privada en caso de continuar en La Moneda.
Lo que más importa, sino lo único, es alcanzar un cargo en el futuro gobierno o un curul en el Poder Legislativo. Es preciso señalar al respecto que, de no ser un próspero empresario, los chilenos mejor remunerados se encuentran en los altos cargos de la administración pública. El sueldo de un ministro, de un senador, un subsecretario o diputado, puede multiplicar siete u ocho veces el de un empleado corriente. Incluso se ha comprobado que algunos asesores políticos bajo el alero del Estado, pueden superar los estipendios de los propios titulares de los ministerios. Son, sin duda, muchos miles los compatriotas que forman parte de este contingente parásito y que por estos días instan a sus partidos a formar pactos y coaliciones con quienes sea para retener o alcanzar el poder.
Se supone que los sistemas electorales genuinamente democráticos fomentan la competencia de partidos y candidatos que tengan ascendiente social. Pero aquí, conforme a estas componendas, se hace imposible que quien obtenga, por ejemplo, menos del cinco por ciento de los votos deba declararse extinguido por el Registro Electoral.
A viva voz son ahora muchos los que aceptan que la Democracia Cristiana negocie con el oficialismo su incorporación al que pudiera ser el próximo gobierno de Jeannette Jara. El realismo político llevó a la mayoría de su Junta Nacional a adherir a la abanderada comunista evitando que un camino propio pudiera condenarlos a su extinción. Sus nuevos huéspedes del oficialismo los acogieron con entusiasmo, temiendo que al final haya un resultado estrecho con el competidor o competidora de la derecha. Explícitamente reconocen, así, que cualquier voto puede ser útil para darle continuidad a la actual administración. Así lo admite el propio senador socialista Camilo Escalona, que tantas veces acuso el apoyo del PDC al Golpe de Estado que derribó a Salvador Allende, el más egregio militante y mártir de la Unidad Popular.
Desde lo que queda del partido de los Frei y Aylwin se reconoce como un signo de habilidad política el asegurarse unos veinte cupos parlamentarios que, por su propia clientela electoral, no lograrían elegir o reelegirse. El diputado DC Aedo baila cueca con la candidata Jara y ésta ya lo ha enrolado como vocero de su comando, además de asegurarle su reelección parlamentaria. Ciertamente que por el mecanismo de exclusión de los que pudieron postularse en su distrito dentro del mismo pacto gubernamental.
Entre los demócratacristianos que perdieron en su Junta Nacional, hay quienes prefirieron mantenerse fieles a las convicciones y prácticas históricas de la DC, pero también hay otros que ya corren hacia la derecha para conseguir cupos en las listas parlamentarias que campean en las encuestas. Pensando que es por ese lado donde les será más propicio, además, llegar a La Moneda.
Cupos también se negocian en la oposición, donde parece difícil hasta aquí concordar en un solo abanderado presidencial, como en una lista única parlamentaria, por lo que se augura una feroz competencia electoral entre las dos o más nóminas de derecha que finalmente se inscriban. Aunque también aquí se contemplarán pactos por exclusión que les impidan a los ciudadanos dirimir quien es más fuerte en este sector y quienes debieran extinguirse electoralmente.
De acuerdo a los sondeos de opinión pública, se estima que la elección presidencial estaría prácticamente ganada por José Antonio Kast, pero que, de todas maneras, sería conveniente pactar los cupos parlamentarios para que su próximo presidente pueda sortear lo que será una despiadada oposición dentro de las dos ramas del Poder Legislativo. Aunque la desavenencia entre sus partidos se ha pronunciado con el correr del proceso electoral.
Pero de forma más soterrada, se negocian cupos y cuotas de poder con el candidato Parisi y algunos otros pre candidatos y partidos de pobre caudal electoral, tanto así que, de su negociación con republicanos, UDIS y Renovación Nacional, también dependerá su sobrevivencia, como la ubre fiscal en que puedan agarrarse para mantenerse con vida.
Cuesta asumir que Chile tenga una sólida democracia cuando millones de electores, por esto de los cupos pactados cupularmente, no podrán elegir a quienes quisieran, obligados a marcar su voto en favor muchas veces de los que no les gustan. Sometidos al inmenso poder que alcanzan e estos meses electorales las cúpulas políticas y los grupos fácticos que operan detrás de ellos.
En la posibilidad de ganar dividendos, se han desatado (según la candidata Matthei) maniobras “asquerosas”, inmundas campañas del terror por las redes sociales. Así como ya asoman las oscuras contribuciones empresariales destinadas a asegurar la victoria del “mal menor”, porque qué duda cabe que el dinero siempre resulta también muy determinante en los resultados.
Las artificiales contiendas alimentadas por la televisión y algunos otros medios de prensa nos hacen olvidar que, a fin de cuentas, las ganadoras son las cúpulas políticas que en gobierno de un otrora tenaz caudillo ha demostrado que la izquierda y la derecha en connivencia le aseguran al régimen vigente y al capitalismo su completa vigencia, para lo cual es necesario que exista desigualdad social, creciente concentración de la riqueza, estricta dependencia de los mercados y muy baja afectación democrática. Todo con la firma de la ultraderecha y del ultra izquierdismo, pero en plena inercia de lo que ha sido el comportamiento habitual de nuestra clase política.
Por ahora, se estima que existe más de un treinta por ciento de ciudadanos que no manifiesta apoyo ni mayor interés por los próximos comicios. Así como hay muchos que postulan marcar su voto en blanco o nulo. Porque la abstención está penada por la Ley.
* Periodista y profesor universitario chileno. En el 2005 recibió el premio nacional de Periodismo y, antes, la Pluma de Oro de la Libertad, otorgada por la Federación Mundial de la Prensa. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Los comentarios están cerrados, pero trackbacks Y pingbacks están abiertos.