La fiebre del litio amenaza los salares de Bolivia, Chile y Argentina

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La sal y el agua se convierten así en protagonistas de una batalla impensada detrás de la cual subyace la amenaza de que la explotación exagerada de la primera termine por agotar la existencia de la segunda, ya de por sí escasa en un entorno desértico y de extrema fragilidad ecológica.

Milenarios habitantes de las alturas, los aymaras, kollas, atacameños, humahuacos y demás grupos étnicos han sabido desde siempre cultivar y extraer de la costra salina las cantidades necesarias del producto blanco sin alterar el equilibrio ambiental. La explotación de la sal en estos parajes es, junto al cultivo de la quinua y la cría de llamas, vicuñas, alpacas y cabras, un trabajo ancestral para esas comunidades. Pero la transformación del paisaje ya se ha hecho evidente. La bióloga Patricia Marconi, coordinadora del Grupo de Conservación del Flamenco Altoandino, describe de manera categórica una situación que, si nada la remedia, marcará un antes y un después en esos parajes donde ni siquiera respirar es tarea sencilla: “Estamos viviendo una Fiebre del Oro donde todo está permitido”.

La ‘piqueta’ quedó atrás, ha llegado la megaminería

Hasta hace relativamente poco tiempo, el litio se utilizaba en dosis mínimas en industrias como la del vidrio, el acero, la óptica o la aeronáutica. También en medicina como antidepresivo. Pero desde que sus propiedades lo convirtieron en material indispensable para las baterías acumuladoras de energía, el interés en este mineral inestable y poco conocido cambió radicalmente.

El auge universal de la telefonía celular y otros aparatos electrónicos semejantes, y el incalculable margen de expansión debido a la decidida apuesta por los vehículos eléctricos en los países del norte desarrollado se unieron para desatar la fiebre. De un modo más o menos oculto, también la potencialidad del uso del litio como fulminante en la cadena de producción nuclear ha multiplicado la demanda: “Por algo Estados Unidos y China son los principales compradores”, afirma a Mongabay Latam el profesor Néstor Ruiz, antropólogo y perito ambiental de la Universidad de Jujuy, la provincia más septentrional de la Argentina y donde están enclavados los salares más extensos del país.

Ya no se trata entonces de pequeños productores locales que piqueta en mano se juegan el futuro de sus retinas sobre la superficie blanquecina —el trabajo prolongado en esos entornos climáticos afectan seriamente los órganos de la visión—; a los salares ha llegado el tiempo de la megaminería, y como ocurre en Coipasa, el agua ha pasado a ocupar el centro de la escena.

“Los métodos de trabajo han cambiado”, explica Marcelo Sticco, hidrogeólogo e investigador de la Universidad de Buenos Aires, “la explotación ahora es semejante a la del petróleo: se hacen pozos en la superficie y se bombea salmuera desde las profundidades hacia el exterior. Después se vuelca lo extraído en piletas construidas sobre el mismo salar y se deja que el sol vaya evaporando el agua para que solo queden las sales”. El sistema, como se aprecia, es simple, no necesita de grandes sofisticaciones y hasta podría calificarse de ecológico, pero esto apenas es una apariencia.La fiebre del litio: cuál es el potencial del recurso en la Argentina

La salmuera no es muy diferente a las aguas del mar, salvo por un detalle: mientras estas cuentan con unas 30 000 partes de sal por millón, las que se encuentran enterradas en Uyuni y Coipasa, en Bolivia; Atacama en Chile; y Salinas Grandes, Olaroz-Cauchari o el Salar del Hombre Muerto en Argentina, por nombrar solo a los espacios más importantes, contienen entre 100 000 y 300 000 partes por millón. No hay en todo el planeta otra región que concentre semejante riqueza potencial con un nivel de accesibilidad relativamente sencillo.

“Uyuni es el depósito más grande del mundo en contenido de litio como recurso”, se ufana el ingeniero Juan Carlos Montenegro, gerente ejecutivo de Yacimientos de Litios Boliviano (YLB), la empresa estatal que el Gobierno de ese país creó para centralizar la explotación del cotizado mineral.

“Hay ingente cantidad de salmuera que nos permitiría la explotación durante 200 o 300 años”, dice, antes de aclarar que “tenemos limitaciones y la conciencia de controlar nuestra intervención para no generar problemas medioambientales”. En 2011, mucho antes de la creación de YLB, el mismo Gobierno de Bolivia había elevado a la Unesco el pedido para que Uyuni fuese incorporado a la lista de Patrimonios de la Humanidad. Hoy la idea ha sido dejada en un segundo plano.

De las tres naciones embarcadas en el gran negocio del litio, Bolivia es la única que apuesta decididamente por cerrar por completo el círculo de la industrialización, es decir, extraer la salmuera, separar el carbonato de litio que se utiliza en los cátodos de las baterías, y terminar construyendo las propias baterías para darle mayor valor agregado a sus exportaciones, tal como se desprende de la “Estrategia de Industrialización de los Recursos Evaporíticos de Bolivia”, lanzada por el Gobierno del país en octubre de 2010.

Con ese objetivo, en los últimos meses YLB ha firmado sendos acuerdos para conformar empresas mixtas con la compañía alemana ACI Systems y ahora con la china Xinjiang TBEA Group, respectivamente, las cuales se comprometieron a realizar inversiones por más de 3000 millones de dólares.

 

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