La guerra global contra los niños
«La guerra no es saludable para los niños ni para otros seres vivos», reza un cartel titulado “Primer” creado por la difunta artista Lorraine Schneider para una exposición de arte en el Pratt Institute de Nueva York en 1965. Impreso en minúsculas, con las palabras intercaladas entre las hojas de un sencillo girasol, fue una primera respuesta a la guerra de Estados Unidos en Vietnam.
«Sólo quería hacer algo que nadie pudiera discutir», recordaba la hija menor de Schneider, Elisa Kleven, en un artículo publicado a principios de este año. Seis décadas después, la hipótesis de Schneider no ha dejado de confirmarse.
Según Save the Children, unos 468 millones de niños -aproximadamente uno de cada seis jóvenes del planeta- viven en zonas afectadas por conflictos armados. Los ataques verificados contra los niños se han triplicado desde 2010. El año pasado, los conflictos mundiales mataron a tres veces más niños que en 2022. «Los asesinatos y lesiones de civiles se han convertido en algo cotidiano», comentó en junio el jefe de derechos humanos de la ONU, Volker Türk, al anunciar las cifras de 2023. «Niños tiroteados. Hospitales bombardeados. Artillería pesada lanzada sobre comunidades enteras».
Tuvieron que pasar cuatro décadas para que el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas se pusiera al día con Schneider. En 2005, ese organismo mundial identificó -y condenó- seis violaciones graves contra los niños en tiempos de guerra: asesinatos o mutilaciones; reclutamiento o utilización por fuerzas armadas y grupos armados; ataques contra escuelas u hospitales; violaciones u otros actos graves de violencia sexual; secuestros; y denegación de acceso humanitario. Sin embargo, nombrar y avergonzar tiene sus límites. Entre 2005 y 2023, se verificaron más de 347.000 violaciones graves contra jóvenes en más de 30 zonas de conflicto de África, Asia, Oriente Medio y América Latina, según UNICEF, la agencia de la ONU para la infancia. Sin duda, la cifra real es mucho mayor.
Desde el daño extremo que causan las armas explosivas en los pequeños cuerpos hasta los efectos duraderos de las privaciones agudas en los cerebros en desarrollo, los niños son especialmente vulnerables en tiempos de conflicto. Y una vez sometidos a la guerra, arrastran sus cicatrices, físicas y mentales, durante toda la vida. Un reciente estudio de investigadores italianos subrayaba lo que Schneider sabía intuitivamente: que «la guerra inflige graves violaciones de los derechos humanos fundamentales de los niños».
El complejo trauma de la guerra, descubrieron, «supone una grave amenaza para el desarrollo emocional y cognitivo de los niños, aumentando el riesgo de enfermedades físicas y mentales, discapacidades, problemas sociales y consecuencias intergeneracionales».
A pesar de estos conocimientos, el mundo le sigue fallando a los niños en tiempos de conflicto. Estados Unidos fue, por ejemplo, uno de los miembros del Consejo de Seguridad de la ONU que condenó esas seis graves violaciones contra los niños en tiempos de guerra. Sin embargo, la administración Biden ha dado luz verde a decenas de miles de millones de dólares en ventas de armas a Israel mientras las municiones estadounidenses se han utilizado repetidamente en ataques contra escuelas, que se han convertido en refugios, predominantemente para mujeres y niños, en la Franja de Gaza. «Que nadie se equivoque, Estados Unidos apoya plenamente, plenamente, plenamente a Israel», declaró recientemente el presidente Joe Biden, a pesar de que su administración reconocía la probabilidad de que Israel hubiera utilizado armamento estadounidense en Gaza violando el derecho internacional.
Y Gaza es sólo una de las zonas de conflicto donde, en este mismo momento, los niños están sufriendo enormemente. TomDispatch les ofrece un recorrido por el infierno de este planeta, con algunas paradas en un mundo de guerra para ver lo que los conflictos actuales están haciendo a los niños atrapados en ellos.
Gaza
La Franja de Gaza es el lugar más peligroso de la Tierra para ser niño, según UNICEF. Israel ha matado allí a unos 17.000 niños desde que comenzó la actual guerra de Gaza en octubre de 2023, según las autoridades locales. Y lo que es casi igual de terrible, unos 26.000 niños han perdido a uno o ambos progenitores. Al menos 19.000 de ellos son ahora huérfanos o no tienen quien los cuide. Un millón de niños de Gaza también han sido desplazados de sus hogares desde octubre de 2023.
Además, Israel está cometiendo «escolasticidio», la destrucción deliberada y sistemática del sistema educativo palestino en Gaza, según un informe reciente del Centro Al Mezan para los Derechos Humanos, un grupo de defensa palestino. Más de 659.000 niños están sin escolarizar desde el comienzo de la guerra. Según un nuevo estudio de la Universidad de Cambridge, el Centro de Estudios Libaneses y el Organismo de Obras Públicas y Socorro de las Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina en el Cercano Oriente, el conflicto de Gaza retrasará durante años la educación de los niños y corre el riesgo de crear una generación de palestinos traumatizados de forma permanente.
Incluso antes de la guerra actual, se calcula que 800.000 niños de Gaza -alrededor del 75% de los niños de la zona- necesitaban apoyo psicosocial y de salud mental. Ahora, UNICEF calcula que más de un millón de ellos -de hecho, todos los niños de la Franja de Gaza- necesitan esos servicios. En resumen, ya no se puede ser un niño sano allí.
El Líbano
Durante cuatro días a finales de septiembre, mientras Israel intensificaba su guerra en el Líbano, unos 140.000 niños de esa nación mediterránea se vieron desplazados. Muchos llegaron a los refugios mostrando signos de profunda angustia, según el personal de Save the Children. «Los niños nos dicen que tienen la sensación de que el peligro está en todas partes y que nunca estarán a salvo. Cada sonido fuerte les hace saltar ahora», dijo Jennifer Moorehead, directora de Save the Children en Líbano. «La vida, los derechos y el futuro de muchos niños ya han dado un vuelco y ahora se ha erosionado su capacidad para hacer frente a esta escalada de la crisis».
Todas las escuelas de ese país han cerrado, lo que afecta negativamente a cada uno de sus 1,5 millones de niños. Además, más de 890 niños han resultado heridos en ataques israelíes durante el último año, la gran mayoría -más de 690- desde el 20 de agosto, según el Ministerio de Salud Pública libanés. Dado que Israel ha extendido recientemente los ataques desde el sur del país hasta la capital libanesa, Beirut, a ellos se sumarán sin duda otros muchos.
Sudán
Los niños han sufrido enormemente desde que en abril de 2023 estallaron intensos combates en Jartum, la capital de Sudán, entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (FAS) y las paramilitares Fuerzas de Apoyo Rápido. Según los informes, más de 18.000 personas han muerto y cerca de 10 millones se han visto obligadas a huir de sus hogares desde que comenzó la guerra civil. Casi la mitad de los desplazados sudaneses son -¡sí! – niños, más de 4,6 millones, lo que convierte al conflicto en la mayor crisis de desplazamiento infantil del mundo.
Además, más de 16 millones de niños sudaneses se enfrentan a una grave escasez de alimentos. En la pequeña ciudad de Tawila, en el estado de Darfur del Norte, al menos 10 niños mueren de hambre cada día, según un informe publicado el mes pasado en The Guardian. La población de la ciudad se ha disparado al huir decenas de miles de personas de El Fasher, la capital asediada de Darfur del Norte. «Nos tememos que el número exacto de niños que mueren de hambre es mucho mayor», declaró a The Guardian Aisha Hussien Yagoub, responsable de la autoridad sanitaria del gobierno local de Tawila. «Muchos de los desplazados de El Fasher viven lejos de nuestra clínica y no pueden llegar a ella».
Más de 10 millones de niños sudaneses, es decir, el 50% de la población infantil del país, han estado a menos de cinco kilómetros de la línea del frente en algún momento del último año. Según Save the Children, se trata de la tasa de exposición más alta del mundo. Además, el año pasado se quintuplicaron las violaciones graves de los derechos de los niños sudaneses en comparación con 2022.
Siria
Más de 30.200 niños han sido asesinados desde que comenzó la guerra civil siria en 2011, según la Red Siria de Derechos Humanos. Otros 5.200 niños desaparecieron forzosamente o están detenidos.
Por poco que se tenga en cuenta, Siria sigue siendo la mayor crisis de refugiados del mundo. Más de 14 millones de sirios se han visto obligados a abandonar sus hogares. Se calcula que más de 7,2 millones de ellos son desplazados internos en un país donde nueve de cada 10 personas viven por debajo del umbral de la pobreza. Toda una generación de niños ha vivido bajo la amenaza constante de la violencia y el trauma emocional desde 2011. Ha sido la única vida que han conocido.
«Los servicios están colapsados después de 14 años de conflicto», dijo el mes pasado Rasha Muhrez, directora de respuesta de Save the Children en Siria. «La crisis humanitaria en Siria está a niveles de récord». Más de dos tercios de la población de Siria, incluidos unos 7,5 millones de niños, necesitan ayuda humanitaria. Casi la mitad de los 5,5 millones de niños en edad escolar -2,4 millones con edades comprendidas entre los 5 y los 17 años- permanecen sin escolarizar, según UNICEF. Cerca de 7.000 escuelas han sido destruidas o dañadas.
Recientemente, Human Rights Watch dio la voz de alarma sobre el reclutamiento de niños, «aparentemente para su eventual transferencia a grupos armados», por parte de una organización juvenil afiliada a la Administración Autónoma para el Norte y Este de Siria, dirigida por kurdos, y a las Fuerzas Democráticas Sirias, su brazo militar, dirigidas por kurdos y respaldadas por Estados Unidos.
Ucrania
Las víctimas infantiles en Ucrania aumentaron casi un 40% en el primer semestre de este año, con lo que el número total de niños muertos o heridos en casi 900 días de guerra en ese país asciende a unos 2.200, según Save the Children. «Este año, la violencia se ha recrudecido con nueva intensidad, con misiles, drones y bombas que han provocado un alarmante aumento del número de niños heridos o muertos en explosiones a la luz del día», ha declarado Stephane Moissaing, Director Adjunto de Save the Children en Ucrania. «El sufrimiento de las familias no cesará mientras las armas explosivas sigan arrasando ciudades y pueblos poblados de toda Ucrania».
Ya hay 2,9 millones de niños ucranianos que necesitan ayuda, y la situación está a punto de empeorar en los próximos meses. Los repetidos ataques rusos a las infraestructuras del país podrían provocar cortes de electricidad de hasta 18 horas al día este invierno, dejando a muchos niños ucranianos congelados y sin acceso a servicios críticos. «La falta de electricidad y todas sus consecuencias podrían tener este invierno un impacto devastador no sólo en la salud física de los niños, sino también en su bienestar mental y su educación», dijo Munir Mammadzade, representante de UNICEF en Ucrania. «La vida de los niños está consumida por pensamientos de supervivencia, no de infancia».
Ucrania también calcula que las autoridades rusas han sacado por la fuerza a casi 20.000 niños de los territorios ocupados allí desde la invasión de febrero de 2022. Una investigación del Financial Times descubrió que los niños ucranianos que fueron secuestrados y llevados a Rusia a principios de la guerra fueron puestos en adopción en un sitio web vinculado al gobierno ruso. Uno de ellos aparecía con una identidad rusa falsa. Otro aparecía con una versión rusa de su nombre ucraniano. No se mencionaba el origen ucraniano de los niños.
África Occidental y Central
La República Democrática del Congo (RDC) lleva décadas sufriendo conflictos. World Vision ha calificado la prolongada violencia que allí se vive como «una de las peores crisis de protección infantil del mundo» . Un informe de la ONU de 2023 sobre los niños y los conflictos armados documentó 3.377 violaciones graves contra niños en la RDC. De ellas, el 46% implicaban el reclutamiento de niños -algunos de tan sólo cinco años- por parte de grupos armados.
La violencia y las tensiones intercomunitarias en la RDC han obligado a cerrar 1.457 escuelas sólo este año, lo que ha afectado a más de 500.000 niños. Y, lamentablemente, ese país no es una anomalía. En mayo, la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de las Naciones Unidas (OCHA, por sus siglas en inglés) informó de que en Burkina Faso se habían cerrado más de 5.700 escuelas debido a la inseguridad, privando de educación a más de 800.000 niños. Y a mediados de 2024, los conflictos habían cerrado más de 14.300 escuelas en 24 países africanos, según el Consejo Noruego para los Refugiados. Esto supone un aumento de 1.100 cierres en comparación con 2023. Los cierres de 2024 se concentraron en África Occidental y Central, principalmente en Burkina Faso, la RDC, Camerún, Chad, Nigeria y Níger. Se calcula que han afectado a 2,8 millones de niños.
«La educación está asediada en África Occidental y Central. El ataque deliberado a las escuelas y la negación sistemática de la educación a causa de los conflictos no es sino una catástrofe. Cada día que un niño pasa sin ir a la escuela es un día robado a su futuro y al futuro de sus comunidades», declaró Hassane Hamadou, Director Regional del Consejo Noruego para los Refugiados para África Occidental y Central. «Hacemos un llamamiento urgente a todas las partes en conflicto para que cesen los ataques y la ocupación de escuelas y garanticen que se protege y se da prioridad a la educación».
Pies de barro
Han pasado seis décadas desde que Lorraine Schneider dio a conocer al mundo su cartel y su sabiduría de sentido común. Se le ha dado la razón en todo momento, en todos los conflictos del planeta. En todas partes donde los niños (por no hablar de otros seres vivos) han estado expuestos a la guerra, han sufrido. Han sido asesinados y mutilados. Han sufrido daños físicos, psicológicos, educativos y emocionales. Han sufrido daños, agresiones y privaciones. Les han destrozado el cuerpo. Sus mentes -la arquitectura literal de sus cerebros- han sido deformadas por la guerra.
En las zonas de conflicto mencionadas y en tantas otras -desde Myanmar hasta Yemen- el mundo le está fallando a sus niños. Lo que han perdido no lo podrán «encontrar» nunca más. Los supervivientes pueden seguir adelante, pero no hay vuelta atrás.
La madre de Schneider, Eva Art, era una escultora autodidacta que escapó de los pogromos en Ucrania y se reunió con sus parientes en Estados Unidos cuando era niña. Perdió el contacto con su familia durante la segunda guerra mundial, según cuenta su hija Kleven, y más tarde descubrió que sus parientes habían sido asesinados y que todo su shtetl (o pequeño pueblo judío) había sido arrasado. Para sobrellevar su dolor, Art hizo figuras de arcilla de los muertos de su pueblo natal: un niño y su perro, una anciana tejiendo, una madre acunando a un bebé. Y hoy, casi 100 años después de que la joven Art se viera obligada a abandonar su hogar por la violencia, los niños siguen sufriendo de la misma manera y siguen recurriendo a la arcilla en busca de consuelo.
Israa Al-Qahwaji, coordinadora de salud mental y apoyo psicosocial de Save the Children en Gaza, contó la historia de un niño que sobrevivió a un ataque aéreo que le amputó una mano, mató a su padre y destruyó su casa. Conmocionado y emocionalmente retraído, el niño era incapaz de hablar del trauma.
Sin embargo, varias técnicas terapéuticas le permitieron empezar a abrirse, según Al-Qahwaji. El niño empezó a hablar de los juegos a los que ya no podía jugar y de cómo la pérdida de la mano había cambiado su relación con sus amigos. En una sesión de terapia, le pidieron que moldeara algo de arcilla para representar un deseo. Con la mano que le quedaba, modeló cuidadosamente una casa. Al terminar el ejercicio, se dirigió al consejero con una pregunta que dejó a Al-Qahwaji emocionalmente abrumado. «Ahora», preguntó el chico, “¿traerás a mi padre y me devolverás la mano?
* Nick Turse es redactor jefe de TomDispatch y miembro del Type Media Center. Es el autor más reciente de Next Time They’ll Come to Count the Dead: War and Survival in South Sudan (La próxima vez vendrán a contar los muertos: guerra y supervivencia en Sudán del Sur ) y del bestseller Kill Anything That Moves (Matar todo lo que se mueva)
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