La inmisericorde destrucción de las ballenas

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

El 20 de junio del 2005 en Corea se decidirá si se protege o se reabre la captura comercial a gran escala de las ballenas. La Administración coreana está valorando la posibilidad de votar o no a favor de la reanudación de la caza de ballenas, práctica sobre la que pesa en la actualidad una prohibición internacional.

Japón amenazó con “tomar serias medidas si la veda a la caza comercial no termina en el 2005”. Dicho país va a ampliar la caza anual de ballenas a dos nuevas especies, además de casi duplicar la prevista de otro cetáceo, el rorcual aliblanco en 2005.

fotoEl reclutamiento de Japón de los votos de algunos de los países más pobres del mundo se ha convertido en una actividad anual en la Comisión Ballenera Internacional (CBI) con el objetivo de conseguir los votos suficientes para acabar con la prohibición de la caza comercial de ballenas. Para ello ha catalogado de «cucarachas de los mares” a las ballenas Minke, que es la especie que posee más ejemplares. Asimismo, Japón ha elaborado campañas que intentan convencer al público de que las ballenas exterminan los peces, y también compran votos en la CBI otorgándoles apoyo económico a los países que lo sigan.

En Sorrento (Italia) en 2004, durante la reunión número 56 de la CBI, por primera vez desde la introducción de la moratoria sobre la caza de ballenas en 1986, los países a favor de esa actividad estuvieron a punto de ser mayoría, tras la entrada en los últimos meses de nuevos miembros que apoyan el denominado bloqueo ballenero.

BLOQUE BALLENERO

Mientras hace cuatro años eran nueve los países a favor de la caza comercial de ballenas, en 2004 fueron 27 de los 57 miembros del Comité Ballenero Internacional. En la votación para reanudar la pesca comercial de las ballenas votaron 24 a favor con la opinión contraria de 29 Estados, el número mas elevado de las últimas décadas.

Hay seis especies de ballenas que están en riesgo de convertirse en parte de la lista de las que se extinguirían a causa de la irreflexiva actividad humana, según datos del Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Pero esto no parece tener importancia al momento de proponer que se elimine la moratoria en la caza de estos cetáceos.

Japón ha aumentado los recursos que destina a su programa de caza, denominada “científica”, y ha insistido en desobedecer la prohibición de caza comercial. La comercialización de carne de ballena signífica para el Japón transacciones por más de 36 millones de dólares.

Las ballenas son además amenazadas por los vertidos de productos tóxicos, el calentamiento global del planeta, la contaminación acústica, la sobrepesca y las colisiones con embarcaciones.

WWF calcula que la observación de ballenas atrae anualmente a nueve millones de turistas y genera aproxidamente US$ 1.000 millones de dólares.

Desde la moratoria de 1986, se estima que Japón, Noruega e Islandia han matado 25.239 ballenas. La caza es en general con arpones con cabezas explosivas diseñadas para explotar dentro del cetáceo.

El bloque ballenero argumenta que puede efectuarse una caza comercial “sustentable”. Según estos países, la población ballenera se ha recuperado lo suficiente como para permitir una caza comercial sustentable de varias especies, incluyendo las ballenas minke.

En este mes de junio entre los días 20 y 24, en Ulsan (Corea del Sur) se llevará a cabo la 57ª reunión de la CBI. Allí se decidirá si se reanuda la caza en gran escala de ballenas (todas las especies) o si se deja definitivamente de cazarlas. Como no sucedió en 20 años, las votaciones entre países balleneros y conservacionistas estarán muy parejas, y seguramente la continuación o fin de la moratoria vigente sobre la caza comercial de estos gigantes se decidirá por una diferencia mínima de votos.

UNA HISTORIA SANGRIENTA

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La caza de ballenas, que data al menos de los comienzos de 1600, fue una actividad pesquera importante y, dada la tecnología de cada época, intensiva. Si bien se afirma que ninguna especie de ballena ha sido extinguida por el hombre, no es menos cierto que la historia de la industria ballenera se caracterizo por el agotamiento recurrente de las reservas de diferentes especies.

A comienzos del siglo pasado se registraron casos de poblaciones reducidas a muy pocos individuos. Eran especies de fácil captura, tales como la ballena de Groenlandia –Balaena mysticetus– y en particular el rorcual de aleta blanca –Balen-optera acutorostrata–. El avance tecnológico tanto de las artes de pesca como de navegación permitió ampliar el radio de las capturas e intensificarlas. La captura de especies lentas y costeras se extendió a la de especies veloces en mar abierto y en la Antártica.

La caza intensiva del rorcual azul, que alcanzó su máximo en 1930 con la captura de 29.490 individuos, redujo la reserva a niveles inferiores al de sustentabiliad. Ello provocó la caída de sus capturas a unos 5.000 individuos en 1940. A comienzos del siglo pasado la población de rorcual azul, intensamente capturado en el Pacífico norte, se calculaba en 5.000 individuos, su protección data de 1966, pese a lo cual en 1972 su población era de unos 1.500 individuos, que equivalía a 65 por ciento de máxima captura sostenible estimada.

Algo similar ocurre con las reservas del Atlántico norte cuya protección data de 1955 y 1960 (Islandia). Su reserva inicial se estimaba en algo más de 1.100 individuos, de los cuales actualmente existen unos pocos centenares.

En el hemisferio sur la reserva de rorcual azul, prácticamente sin explotar, era a comienzos del siglo pasado del orden de 200.000 individuos. Su captura intensiva entre 1920 y 1955 la redujo a menos de 1.000 en 1964; en 1965 se prohibió su caza; a comienzos de los ochenta la reserva era de 7.000 a 8.000 ejemplares. En la actualidad la reserva es de unos 9.000 individuos.

Con la desaparición de las grandes ballenas motivó la caza de especies más pequeñas, tales como la ballena boreal o rorcual del norte –Balaenoptera borealis– y la ballena jorobada o jibarta –Megatera noval angliae–. La primera que alcanza 23 toneladas de peso por 12 a 18 metros de longitud, redujo su población en 33 por ciento en sólo 3 años (1963-1967); la actual es de unos 23.000 individuos frente a una reserva inicial de 45.000 a 50.000 a comienzos de los sesentas. A su vez la jibarta, que alcanza peso promedio de 54 toneladas y 17 m de longitud, redujo su reserva de unos 100.000 individuos antes del inicio de su caza, a una población actual estimada en 5.000. Está protegida desde 1966.

En los sesenta la industria ballenera intensifico la captura de cachalote –Physeter macrocephalus–, especie migratoria de unas 60 t de peso por 20 metros de largo. Se caracteriza por la distribución de sus hembras e individuos jóvenes en aguas tropicales y subtropicales de ambos hemisferios. Sus capturas alcanzaron un máximo en 1965, posteriormente cayeron al disminuir la reserva. En el hemisferio sur se estimaba en 1946 una reserva de 257.000 machos y 330.000 hembras, que en 1972 se habían reducido a 128.000 y 295.000 respectivamente.

LA COMISIÓN

El año pasado en la ciudad italiana de Sorrento se celebro la quincuagésima sexta Reunión anual de la CBI. Países de todo el mundo debatieron cuestiones fundamentales para la conservación y recuperación de las poblaciones de ballenas, muchas de ellas amenazadas de extinción tras la herencia que deja más de un siglo de caza comercial de ballenas; sólo en 1925, cuando casi todas las especies de grandes cetáceos estaban al borde de la extinción, se comenzó a hacer esfuerzos para salvarlas mediante regulación internacionales.

En Sorrento se logró detener un plan que podría haber dado pie para levantar la moratoria que rige hace desde 1986 la caza comercial de cetáceos. Todo gracias a que 34 de los 57 países que conforman la comisión votaron en contra de esta iniciativa.

El plan, incluía una fase inicial de cinco años, donde la captura comercial sólo se realizaría en las zonas costeras y con limitadas cuotas de pesca. También se consiguió mantener por diez años el statu quo en el santuario de la Antártica, establecido en 1994, como una de las mayores áreas protegidas para garantizar la supervivencia de especies como la ballena azul, la ballena franca austral y el cachalote, muchas en peligro de extinción.

La Comisión Ballenera Internacional es el único órgano reconocido por los países del orbe con autoridad para regular la caza de ballenas. Desde un comienzo los países integrantes estuvieron divididos en dos bloques: el de los países balleneros y el de los conservacionistas. Su creación en 1946 significó una reacción ante el dramático retroceso poblacional experimentado por los grandes mamíferos marinos a causa de la caza abusiva.

El mayor éxito se alcanzó en 1986, al entrar en vigor una moratoria de la caza de ballenas en todos los mares del planeta. Si bien se trata de una veda transitoria y no siempre respetada, de cualquier manera significó un alivio significativo a la depredación registrada en los dos hemisferios. Además lanzó un mensaje muy positivo al mundo a favor de la conservación de las especies subordinando la rentabilidad al equilibrio de las poblaciones.

La “Cumbre de la Tierra” realizada en Río de Janeiro en 1992 represento sin lugar a dudas un nuevo hito histórico a favor del medio ambiente. Renació el espíritu para la conservación del planeta y su gente, contemplando las futuras generaciones, en lo que llamaron Desarrollo Sostenible. Los pueblos originarios lo han aplicado desde antaño. Más sabios y pragmáticos demostraron que es posible obtener bienestar económico, crecimiento cultural y calidad de vida sin agredir a la naturaleza.

La ignorancia de la humanidad está poniendo los océanos de nuestro planeta en peligro. Hemos creado este problema debido a la falsa impresión que los océanos son infinitos y estos deben disolver, absorber, purificar y volver inocuo todo lo que la humanidad produce.

El caso ballenero nos permite ilustrar las implicaciones económicas y ecológicas de la explotación de recursos renovables libre o públicos, en especial, ilustrar diferentes externalidades negativas vinculadas con la sobrepesca, tales como: reducción de reservas, agotamiento, caída de capturas, aumento de esfuerzo pesquero, caída del rendimiento, aumento de costos, etcétera.

LOS OCÉANOS NO SON INFINITOS

La humanidad esta descubriendo de la peor manera que los océanos no son infinitos, ni mucho menos invulnerables. Aparte del hombre, las ballenas son la única especie que aún migra libremente por todos los océanos de este planeta y ocupan un lugar importante en la estructura y el funcionamiento de los mares y océanos.

Gran parte de estos animales son el último eslabón de las complejas cadenas alimenticias y en consecuencia pueden servir como indicadores de la salud de todo un ecosistema. Además son los mamíferos más grandes de la tierra y ciertamente los más misteriosos e interesantes, ya que se ignoran muchas cosas acerca de ellos. Los problemas alarmantes que enfrentan muchas poblaciones de ballenas delfines y marsopas reflejan la gravedad de la crisis que enfrentan los océanos.

No sólo las especies y poblaciones tales como la ballena franca en el Atlántico Norte, la vaquita o la ballena gris en el Pacífico Occidental se enfrenta a una posible extinción en este siglo, sino también las poblaciones de peces. Actualmente, más del 70 por ciento de las poblaciones mundiales de peces están o cerca de la sobreexplotación, sobreexplotados o en recuperación. Algunas, que se suponía inagotables, como el bacalao de Terranova, casi han desaparecido y no muestran signos de recuperación. Por todo el mundo, los ecosistemas marinos se están degradando y en algunos casos han sufrido grandes cambios que afectan a su funcionamiento.

Cada vez más los científicos recomiendan el establecimiento de reservas marinas, áreas donde no estén permitidas las capturas, con el objetivo de reparar el daño hecho durante décadas por la sobrepesca.

Japón argumenta que es necesario matar a más ballenas que hasta ahora para probar que son ellas las responsables de la disminución de las reservas pesqueras. Existen trabajos científicos en los cuales no se encuentra indicios de que se superpongan los caladeros y las zonas donde se alimentan las ballenas. Estos mamíferos comen además fundamentalmente plancton, calamares de aguas profundas y pequeños cangrejos.

LA CADENA ALIMENTARIA

Desde la perspectiva ecológica es interesante explorar el efecto de la sobrecaptura sobre las relaciones entre especies y sus alimentos. En la zona antártica, cinco especies de ballenas y tres de focas, varias especies de aves marinas y especies ictiológicas pelágicas, así como algunos cefalópodos, compiten por el mismo sustento: el krill –Euphausia superba–.

Se ha observado que las poblaciones de krill han aumentado con la disminución de las reservas de ballenas, lo que es aprovechado por otros consumidores. Así, algunas poblaciones de pingüinos han aumentado notablemente. A su vez, la ramificación de las poblaciones de algunas especies ha favorecido a una de ellas: el rorcual del norte; éste, gracias a la mayor disponibilidad de alimento, revela mayores tasas de crecimiento y de preñez y edades de maduración sexual más tempranas. Ello plantea la interrogante de si este hecho no dificulta la recuperación de las reservas agotadas de ballenas (un fenómeno similar al de la sardina del Pacífico norte).

La inesperada abundancia de krill ha despertado también el apetito de otro predador: el ser humano, que ignorando una de las causas de la repentina abundancia –esto es, la desaparición de su mayor depredador, las ballenas– ha especulado sobre la explotación comercial de krill, a decir de algunos un “enorme e inagotable” recurso marino para la producción de proteína, tanto para consumo humano directo como para consumo animal.

Es obvio que la captura masiva de krill desencadenará una serie de efectos en cadena sobre especies de mamíferos marinos, ictiológicos, de cefalópodos y aves marinas, que en el hemisferio sur dependen de este alimento y carecen de otro sustento de las mismas dimensiones y concentración.

Algunos expertos han observado que la conversión del krill en proteína para alimento animal implica una escasa eficiencia energética, no sólo por los costos de captura relativamente elevados en relación al volumen mínimo necesario, sino por las fases de conversión en proteína y por último por la conocida ineficiencia energética en la producción de proteína animal, en circunstancias que –como se ha señalado– el krill es un eslabón de una cadena alimentaría muy eficiente. Estos expertos concluyen que la mejor utilización del krill es en contexto de una eficiencia gestión de los recursos del mar, antes que en su captura para alimentación animal.

Algo similar ocurre con especies ictiológicas por las cuales la competencia entre seres humanos y ballenas es grande. Es el caso del capelán del Atlántico norte, sustento básico de la jebarta, del rorcual de aleta blanca y del rorcual común.

Se calcula que en la región de Terranova una reserva de 2.500 rorcuales comunes consumen unas 250.000 toneladas de capelán en cada estación veraniega y que la reserva de rorcual de aleta blanca consume otras 35.000, comparadas con 250.000 descargas en 1974 por diversas flotas pesqueras para consumo humano, y cantidades muy superiores consumidas por especies depredadoras del capelán como focas, bacalao, túnidos etc. A su vez, el hombre compite con el rorcual común y el de aleta blanca por el arenque, con otros por la sardina y la anchoa, y con diversas especies por el bacalao y la caballa, complemento dietético de los copépodos en la alimentación del rorcual del norte.

Durante los últimos años viene empleándose un nuevo argumento para justificar la caza de ballenas. Sus defensores se apoyan sin base científica que las ballenas están agotando las poblaciones de pescado, pero no son capaces de producir un solo informe que apoye sus teorías; la verdad es que, en los océanos del mundo, la crisis pesquera es uno de los resultados de la explotación irracional de los recursos.

LA CIENCIA, UN PRETEXTO PARA LAS GANANCIAS

Hace 18 años se prohibió en todo el mundo el comercio de ballenas. Sin embargo Noruega caza sin pretender hacer ciencia, más allá de ser miembro de la CBI, pues la Convención deja abierta la posibilidad de no acatar –sin sanciones– (artículo 5°) las resoluciones que adopten los países parte. Japón e Islandia justifican su captura sistemática con la excusa de “investigación científica”.

Los países balleneros utilizan la ciencia como excusa para su cruel negocio. Este es otro de los huecos legales de la CBI que refiere a la autorización a cada miembro de «permisos» para la captura, matanza y procesamiento de ballenas para fines «científicos» (párrafo VIII de los estatutos).

Japón, por ejemplo, toma una muestra de tejido del animal capturado y el resto lo vende en el mercado. Anualmente Japón mata más de 540 ballenas –el 10 por ciento preñadas–, las cuales no van a investigación, sino directo al plato de los lujosos restaurantes nipones. Para nadie es un misterio que Japón caza ballenas en un santuario reconocido internacionalmente en el Océano Antártico, pero faltan brazos y voluntad mundial para fiscalizar y sancionar.

El reclutamiento de Japón de los votos de algunos de los países más pobres del mundo se ha convertido en una actividad anual en la CBI con el objetivo de conseguir los votos suficientes para acabar con la prohibición de la caza comercial de ballenas. Para ello ha catalogado de «cucarachas de los mares a las ballenas Minke, que es la especie que posee más ejemplares.

Japón ha producido campañas que intentan convencer al público que las ballenas exterminan los peces, y también compran votos en la CBI otorgándoles apoyo económico a los países que lo sigan.

Para levantar la moratoria se requiere el voto de las tres cuartas partes de los miembros de la Comisión (CBI), pero una mayoría simple del bloque ballenero abriría las puertas para el aumento de las cuotas para caza con fines “científicos”.

Hoy la persecución se realiza solamente por la carne, pero hace mil años se usaba su grasa para aceite para lámparas, velas, jabones y perfumes. Las barbas de ballena –láminas córneas y elásticas que cuelga de la mandíbula en vez de dientes– se usaban para cepillos y para endurecer prendas de vestir, como corsés y paraguas. Más tarde el esperma para uso como combustible y el aceite para producir margarina o para curtir el cuero.

El siguiente cuadro ilustra lo que se obtiene de las ballenas.

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Durante la explotación intensiva japonesa de los años treinta, lo más apreciado era el aceite; después de la segunda guerra mundial se aprovechaba la carne junto con el aceite; por último, en la época de captura intensiva del cachalote, cuya carne es apreciada en pocos lugares, el objetivo era su conversión en aceite y harina.

En este siglo la causa por la que se las mata es que su carne es una exquisitez en varios países de Asia. Así cada tanto hay carne de ballena azul –con 32 metros de largo el mamífero más grande del mundo y en peligro de extinción– en los supermercados japoneses. Y eso que la caza de este cetáceo, que puede pesar hasta 150 toneladas, está completamente prohibida.

La meta principal de la industria ballenera contemporánea es maximizar las ganancias, vendiendo la carne y la grasa para el mercado de consumo japonés. El interés comercial radica en los precios a que se llega: entre US$ 17 el kilo de carne hasta US$ 800 el kilo de grasa.

Las ballenas son animales de vida relativamente corta, alrededor de 30 años, y se reproducen poco y tarde. Uno y muy raramente dos ballenatos a la vez, con lo cual su potencial de recuperación –y por consiguiente de sobrevivencia despues de una caza excesiva– es relativamente débil. Por otra parte algunos de estos mamíferos se caracterizan por estar en la cumbre de una cadena trófica muy corta, entre las más cortas de la naturaleza.

Por ejemplo la ballena boreal o rorcual del norte está en el cuarto nivel trófico, y los que se alimentan de krill como el rorcual azul e el rorcual común en el tercero, reflejando por lo tanto un relativo elevado rendimiento energético.

fotoLos cetáceos tienen una capacidad casi increíble de enriquecer las vidas de las personas con las que llegan a entrar en contacto pacífico. Ejercen una atracción universal única sobre el espíritu humano. Son incomparables generadores de asombro y admiración. Existe una mística a su alrededor que inspira un sentido de maravilla y felicidad en personas de todas las razas y nacionalidades, algo que ningún otro grupo animal ha llegado a igualar con tal magnitud.

Los cetáceos ejercen tal fascinación en la gente que se han convertido en poderosas herramientas para la educación de personas de todas las edades. Además, parecen tener una afinidad especial por los seres humanos.

A pesar de su tamaño y fuerza, que podrían parecer amenazadores, y a pesar de siglos de ser víctimas de la depredación humana, las ballenas en su ambiente natural se demuestran una y otra vez excepcionalmente tolerantes con la proximidad de los humanos, y no sólo toleran sino que además muchas veces inician deliberadamente interacciones positivas con las personas.

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* Científico. Ökoteccum-Kiel, Alemania.

Correo electrónico: okoteccum@aol.com

El artículo completo puede leerse en Eco Portal (www.ecoportal.net/content/view/full/47615),
lo que recomendamos ampliamente.

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