La Internacional Socialista en Latinoamérica y Venezuela
Son muchos los claroscuros que la habitan. Más los fantasmas que la persiguen. Hoy se ha transformado en un panal de anticomunistas, si en alguna ocasión no lo fue. Son demasiados los abandonos doctrinales. Los dirigentes que ocupan lugares destacados no guardan relación ideológica con sus orígenes fundacionales, menos los idearios que los acompañan. Los principios antimperialistas de no intervención se han esfumado.
En Venezuela tres partidos comparten membresía. Los mismos que han rotado en la presidencia de la Asamblea Nacional, declarada en rebeldía, negándose a legislar, condición sine qua non para legitimar un golpe de Estado. Henry Ramos, Acción Democrática (2016-17); Omar Barboza, Un Nuevo Tiempo (2017-18) y el autoproclamado presidente Juan Guaidó (2019), Voluntad Popular, cuyo liderazgo lo ejerce Leopoldo López, son los agraciados.
Los partidos pertenecientes a la Internacional Socialista (IS) dan su respaldo a Juan Guaidó. En Chile, el ex presidente Ricardo Lagos se deshace en elogios, considerándolo un abanderado de la democracia y las libertades políticas. En la misma dirección se encaminan las palabras del presidente del Partido Radical, Carlos Maldonado, quien señala que «hoy vemos en Juan Guaidó y en la Asamblea Nacional, las únicas autoridades con la suficiente legitimidad constitucional, política y ética, para liderar el cambio en Venezuela». Isabel Allende no duda en señalar que Nicolás Maduro no tiene pasado democrático y es la más entusiasta en promover una intervención de Estados Unidos. ¿Pensarán igual tras el fiasco del 23 de febrero?
Un año antes, el presidente de la IS, el también chileno Luis Ayala, declaró el 3 de noviembre de 2017 en una sesión plenaria que en Venezuela: «Tenemos gente que está sufriendo inseguridad alimenticia, inseguridad humana, en vulnerabilidad desde todo punto de vista. Es una situación muy grave que nos convoca a todos. Es la situación más crítica de todo el continente donde tenemos prácticamente ausencia de democracia es el único país donde de verdad hay presos políticos en este continente».
Guaidó, el autoproclamado presidente encargado, cuyo partido, Voluntad Popular, es miembro de pleno derecho de la IS, exhortó a las fuerzas armadas a romper el orden constitucional. Les ordenó desertar y sumarse al golpe de Estado. Desde el púlpito no descartó una guerra civil y sin rubor se vanaglorió de contar con el apoyo de Estados Unidos. Ante estas declaraciones, la IS le brindó su apoyo reconociéndolo como presidente interino. Igual que en 2010 dejó sin juzgar las palabras del ex presidente Carlos Andrés Pérez llamando a cometer magnicidio contra el presidente Hugo Chávez. Quien por el contrario, a su muerte, pidió respeto y reconocimiento.
Ni en esa ocasión, ni ahora, la IS emitió un comunicado condenando tales propósitos o lo puso en conocimiento de su comisión de ética. Por el contrario, en el caso de Carlos Andrés Pérez, simplemente guardó silencio. Ahora, tratándose de Guaidó, en su plenaria de República Dominicana, celebrada los pasados 28 y 29 de enero, dio un paso adelante y se posicionó dando su visto bueno al golpe de Estado, enmascarando tal felonía en un «amplio reconocimiento obtenido por la comunidad internacional» hacia Guaidó como presidente encargado. En su declaración se desliza una anuencia a la solución propuesta por Estados Unidos avalando una futura intervención por razones humanitarias.
El documento en cuestión destaca el supuesto «el carácter de crisis humanitaria» que padece Venezuela. Mientras, Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, acaba plegándose a las posiciones de Estados Unidos, hecho reconocido por el ministro de Exteriores del reino: Josep Borrell. Pedro Sánchez no sólo aclama a Guaidó, va más lejos aduciendo que éste encarna las ansias de libertad que en Venezuela están siendo combatidas por las balas de un tirano llamado Nicolás Maduro.
La IS poco o nada tiene de socialista. Los principios de un militante antimperialismo han mutado desde hace décadas en un condescendiente apoyo a Estados Unidos en su política de seguridad hemisférica. Su complacencia con un golpe de Estado contra el gobierno constitucional del presidente Maduro no se diferencia de los argumentos del vicepresidente de Estados Unidos, Mike Pence; el enviado especial Elliott Abrams, y del secretario de Estado, Mike Pompeo. La dependencia en el proceso de toma de decisiones resulta alarmante.
Mientras Guaidó es recibido con honores de jefe de Estado en Colombia, aclamado desde Brasil por el ultraderechista Jair Bolsonaro, protegido por Ricardo Lagos, Michelle Bachelet y el resto de prohombres de la IS, la máxima de Pompeo «intervenimos en América Latina porque es nuestra región» se cumplirá a rajatabla. Es lamentable que hoy, en América Latina no se pueda hablar de una socialdemocracia comprometida con un proyecto de socialismo libertario. La IS, plegada a las directrices de Donald Trump para Venezuela y América Latina, se ha transformado en la meretriz de su administración.
¿Qué pensaría Olof Palme ante tanta infamia?