Juan Manuel Costoya*
Alberto Manguel (Buenos Aires 1948) presenta estos días en España Todos los hombres son mentirosos (RBA), su última novela. El autor de Una historia de la lectura y La biblioteca de noche mantiene intacta la fe en que la lectura permite explorar un camino vital en el que la imaginación y la inteligencia sean protagonistas. Porque "…en alguna parte existe un libro que nos está destinado, cuya lectura nos conmueve".
–En sus ensayos sobre la historia de la literatura usted concede un papel esencial a la lectura como instrumento que posibilita la formación de una conciencia crítica. Sin embargo, los tiempos actuales, con el auge de lenguajes empobrecidos asociados a las nuevas tecnologías y el progresivo abandono de los clásicos, no parece que estimulen la formación de esa conciencia.
–La creación de un lector es algo misterioso. No creo que existan fórmulas fijas que lleven a que un niño, por ejemplo, se acerque a la lectura. De una manera no explícita y en alguna parte existe un libro que nos está destinado, cuya lectura nos conmueve. Esa obra, anónima hasta que se descubre, es la que puede encender una llama que posibilite un acercamiento creativo y entusiasta a los libros.
"Evidentemente siempre pueden adoptarse medidas concretas que faciliten ese descubrimiento particular. Lo que sucede es que la sociedad actual tiene en su centro de interés al banco. Nada crítico, creativo ni interesante para la sociedad puede salir de este planteamiento. Sustituir, en el vértice del interés, a las entidades financieras por bibliotecas pasaría por un cambio cualitativo de mentalidad, lo que pudiera traducirse en un colectivo de individuos interesados en la literatura".
–El mundo editorial parece tener como único norte la rentabilidad.
–La edición de libros es, en estos momentos y en general, una industria al servicio del beneficio económico inmediato. La lista de libros más vendidos tiene fecha de caducidad en la próxima semana.
"La literatura nada tiene que ver con este planteamiento industrial. Cervantes, Homero y Kipling no son equiparables a Dan Brown o Coelho, por ejemplo. Literatura es lo que se mantiene vigente a pesar del paso del tiempo, lo que queda a lo largo de generaciones de lectores.
"Es lo contrario al consumo, es rebeldía, exige paciencia, dedicación, no proporciona respuestas inmediatas, plantea preguntas estimulando la imaginación y la inteligencia. Recuerdo una frase que hizo fortuna en los disturbios estudiantiles de mayo del 68: “No quiero morir idiota”. La lectura crítica es un arma poderosa que sirve para interpretar con lucidez el mundo en el que vivimos.
"Esa es una de las razones por la que la literatura ha sido siempre adversaria de cualquier clase de autoritarismo. Enseña a pensar por uno mismo y eso, para determinados regímenes, es un crimen imperdonable".
–Si el mundo editorial se ha rendido ante la rentabilidad, los galardones literarios tampoco parecen destacar por buscar la excelencia.
–Los grandes premios, incluido el Nobel, y muchos certámenes literarios, participan también de esta visión comercial de la literatura. Es ya clásico citar a Borges como uno de los grandes escritores que no tuvo el reconocimiento de la academia sueca. Sin embargo muchos otros, entre los que incluyo al galardonado de este año Le Clézio y a Dario Fo, que sólo pueden mostrar una producción escasa y superficial, obtienen el que se supone máximo galardón de la literatura.
"Fue el propio Borges el que explicó con ironía este hecho. “El Nobel –decía– es otorgado por la academia sueca. ¿Conoce usted muchos académicos suecos?” se preguntaba. Para que un premio otorgue prestigio quien lo concede ha de tenerlo también.
–Nacido en Buenos Aires pasó sus primeros años en Israel. Ha vivido largas temporadas en Europa, Canadá o Tahití. Hay un dicho que afirma que “Uno es de donde tiene los libros”, usted que atesora una biblioteca de más de treinta mil volúmenes en una aldea cercana a Poitiers, ¿se siente por ello más europeo que latinoamericano?
–No me gusta reducir mi identidad a etiquetas muy pequeñas como pudiera ser por ejemplo la del barrio bonaerense de Belgrano. Me siento tanto argentino como europeo. Argentina es una nación en la que las referencias culturales tienen una marcada influencia del viejo continente. Trato también de estar abierto a otras formas de entender la vida y la cultura. Asia y los países árabes me interesan especialmente. Llevo tres años aprendiendo árabe a pesar del esfuerzo que conlleva y de que mi memoria ya no es lo que era.
–Mauricio Wiesenthal afirma en El esnobismo de las golondrinas que el Ulises de Joyce es una obra escrita para ser leída en voz alta. Usted, que fue lector de Borges, ¿considera que hay una literatura de asimilación intimista y otra diferente que está destinada a la declamación?
–Es cierto que hay literatura escrita para ser leída en voz alta y posiblemente algunas páginas de Joyce obedezcan a esta motivación.
"Recuerdo una frase de una obra de Borges “nadie lo vio desembarcar en la unánime noche”. Evidentemente la sonoridad de estas palabras buscaba su pronunciación en público. Sin embargo cuando en mi adolescencia me convertí en uno de los lectores de Borges, lo que el maestro pedía, ya ciego a los 54 años, era la lectura de aquellas obras que por su condición de invidente no podía disfrutar por sus propios medios. Le interesaban, entre otras muchas y con un afán práctico, los cuentos y los relatos cortos de Stevenson, desmenuzar su construcción, saber cómo estaban hechos".
–Le imagino en su juventud impresionado por la responsabilidad y la cercanía que debió suponer leerle libros a Borges.
–No me recuerdo impresionado en absoluto. Cuando uno es adolescente tiene una arrogancia descomunal. Pensaba que era yo el que hacía un favor a ese viejo leyéndole aquellos libros. En casa me decían que fuera consciente de mi privilegio y que tomase notas, cosa que, por supuesto, no hice. Sólo con el paso del tiempo se perciben con claridad las oportunidades perdidas.
–En sus ensayos sobre la literatura destaca la importancia que concede a Cervantes y su obra. El Quijote fue también una referencia obligada en el universo literario de Borges a pesar de la predilección de este último por Shakespeare. Otros autores consagrados, como Nabokov, discuten la inmortalidad de la obra cervantina. ¿A qué se debe esta disparidad de opiniones?
–El Quijote es una obra fundamental que tiñe la obra de Borges de un extremo a otro. El maestro argentino consideraba que Cervantes escribió una novela maestra, única, irrepetible, pero que en algunas páginas descuidó el lenguaje. Shakespeare, por el contrario, fue preciosista en su obra, muy cuidadoso con las palabras y a esa diferencia se refería Borges cuando hablaba de la distinta concepción literaria entre estos dos maestros de la literatura universal.
"A Nabokov por su parte lo que le molestaba del Quijote era la tremenda y explícita violencia que se describe en sus páginas, y es que la imaginación de Tarantino se queda en nada en comparación con la de Cervantes".
–Siendo el inglés su lengua materna, ¿encuentra dificultades para escribir directamente en castellano?
–El inglés me da las palabras inmediatas. Para el castellano necesito tender puentes, por así decirlo, hasta que encuentro el término exacto. Sin embargo, mi última novela Todos los hombres son mentirosos es una obra concebida y escrita originalmente en castellano. Me interesaba que fuera así ya que mi intención ha sido, entre otras, explorar, por boca de los protagonistas, las diferencias idiomáticas entre el español cubano y el lenguaje castellano hablado en el Madrid de los setentas.
–Es usted escritor pero ejerce también como editor, crítico y traductor. ¿En cual de estas actividades se encuentra más cómodo?
–Para ganarme la vida necesito hacer algo más que escribir novelas. En cierta medida son actividades complementarias aunque últimamente he dejado de traducir. La traducción es una disciplina que obliga a ser muy generoso. Se trata de tomar lo que una persona ajena ha inventado y volcarlo de una forma inteligible en otra cultura. Requiere de mucha dedicación y tiempo y ahora mismo prefiero dedicarme a escribir mis propios libros.
–En Todos los hombres son mentirosos se narra la extraña muerte de Alejandro Bevilacqua, un escritor argentino exiliado en Madrid. Cinco personajes distintos, entre los que se cuenta usted mismo ofrecen sus recuerdos entrelazados y contradictorios sobre el difunto y su azarosa vida. ¿Qué pretendió incluyéndose en la trama de la novela y citando también a otro escritor vivo como es Vila Matas?
–Mi inclusión no obedece a ningún motivo especial. Es una técnica narrativa más y espero que nadie me confunda con el petulante y metomentodo personaje en el que se transforma Alberto Manguel en la novela. Vila Matas es en realidad un buen amigo y su inclusión en determinados pasajes obedece únicamente a un guiño cómplice entre colegas.
–Todos los hombres son mentirosos se desarrolla en dos ambientes definidos, la Argentina arrasada por la dictadura militar y el Madrid tardofranquista. Las secuelas de aquellos horrores llegan con fuerza hasta nuestros días en forma de polémicas acerca de la oportunidad o no de enjuiciar aquellos crímenes.
–Los individuos pueden obviar su pasado pero eso mismo es imposible en una comunidad. Todas las sociedades deben enfrentar sus años terribles si lo que desean es construir el futuro sobre bases sólidas. No se trata de venganzas ni de dividir a los bandos en buenos y malos, sino en averiguar la verdad. La Ley de la Memoria Histórica y los juicios al franquismo son absolutamente necesarios. No entiendo las objeciones.
–La palabra es una de las herramientas de la memoria, sin embargo la historia parece repetirse de forma cíclica ajena a las experiencias pasadas. ¿Qué opinión le merece el hecho de que Berlusconi, ostente de nuevo el poder gracias a un respaldo ciudadano significativo?
–Creo que el problema de fondo es la idealización del dinero y el triunfo por encima de todo en el seno de nuestras sociedades.
En alguna parte leí, y estoy de acuerdo, que los italianos no eligieron a Berlusconi por su programa político o por sus presuntas habilidades como gestor.
Fue elegido por sus conciudadanos porque su trayectoria y estética personales representan el triunfo. Me cuesta concebir un destino más mezquino.
* Periodista.
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