La literatura nos salva

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Hay lectores voraces, entre los que me cuento, y existen acumuladores de libros, esos que los compran, quizás por cuál mecanismo de la mente, pero no los leen. He entrado en casas dónde salta a la vista, que los libros son un objeto más de decoración, y he entrado en casas donde la ausencia de libros es total. Creo que en todo caso prefiero las primeras.
La literatura, nos enriquece. Muchas veces cuando termino de leer una novela, me digo: “se me ha enriquecido la vida”. Leer nos salva, nos rescata de nuestros pensamientos, de los momentos más oscuros, del desasosiego y hasta del desánimo, que a veces sentimos hacia el mundo que nos rodea. A mi me han salvado en muchos momentos de mi vida, en épocas complicadas, en momentos definitivos, dolorosos e irreversibles, o en un día cualquiera, como son casi todos los días. Leer ayuda a no sentirse solos.
Un libro es, quizás, el mejor compañero. Pero la lectura también es un cable a tierra, cuando nos sentimos pasados de revoluciones, queriendo hacer mil cosas a la vez, convencidos que los límites no existen, es entonces que, cuando a mi me sucede eso, agarro un buen libro, me calmo, y luego soy capaz de discernir con más claridad qué es lo que quiero y qué es lo que puedo.
Hace poco leí en alguna parte, una frase que decía algo como que mientras supiese que tenía libros para leer, podría considerarse feliz, y si, es así, porque una buen libro, provoca felicidad, al menos en lo personal. Hay estudios que dicen haberlo demostrado, no sé que tan real pueda ser, pero sé que a muchos nos provoca esa sensación.
Los libros nos hacen viajar, crecer, nos enriquecen el alma, logramos vivir varias vidas, aunque solo tengamos una.

Si bien mi vida no sería la misma sin la lectura, no critico la vida de un “no lector”, quienes seguramente encontrarán satisfacción en otras actividades, las cuales, no tengo dudas, puedan hacerlos tan felices como a mi, los libros. Frecuento un taller de literario, y me doy cuenta que la pasión que mis compañeros sienten por la lectura y la escritura, es la misma que me abarca a mi. Los libros nos unen.Resultado de imagen para bibliotecas

Uno de los lugares que más amo frecuentar son las bibliotecas y las librerías. Hay algunas hermosas por cierto. Me gustan aquellas en las que entrás y te sentís como en casa, dónde podés pasar horas husmeando entre los estantes abarrotados de volúmenes de los más variados autores. Personalmente soy una lectora, que si bien prefiero la literatura latinoamericana, me he apasionado, con los años, por autores de variados puntos del planeta.

He profundizado en literatura inglesa, francesa, española, italiana, rusa, etcétera, que había leído pero que no conocía tanto, y de verdad me he llevado estupendas sorpresas y algunos han pasado a estar entre mis “favoritos”. También he descubierto nuevos autores, con algunos de ellos sufrí un “colpo di fulmine”, y se encuentran entre mis imprescindibles.

Entre los autores que leo desde siempre, y que nunca defraudan, están grandes escritores y escritoras de la literatura latinoamericana, como Gabriel García Márquez, Francisco Coloane, Julio Córtazar, Daniel Chavarría, Eduardo Galeano, Mario Benedetti, Elsa Osorio, Isabel Allende, Mario Delgado Aparaín, Jorge Amado, Ida Vitale, Joao Guimaraes Rosa y tantos otros. Sería imposible nombrarlos a todos en este artículo. O autores de otras latitudes, de esos imprescindibles, pienso a Saramago, Almudena Grandes, Herman Hesse, Albert Camus, Gunter Grass, y muchos más.

Pero también he descubierto, en los últimos años principalmente, autores europeos (griegos, nórdicos, vascos, italianos, franceses), asiáticos, norteamericanos, mexicanos, latinoamericanos, maravillosos.

Sólo para traer algunos como ejemplo, diré que Pino Cacucci, un fantástico autor italiano, ha sido uno de los que más me ha impactado, he leído tanto (pero no todo) de lo que ha escrito y es simplemente estupendo; o la poeta Carmen Yañez, chilena, capaz de llegarme al alma como pocos poetas; Bernardo Atxaga, vasco, un descubrimiento de los mejores que he tenido; Alfonso Mateo-Sagasta, español, imprescindible; Paco Ignacio Taibo II, español-mexicano, personaje peculiar, mente sagaz, en particular la biografía que ha escrito sobre el Che Guevara es magnífica.
Bruno Arpaia, italiano, que entre sus varias obras, la última, “Qualcosa, là fuori”, traducida al español como “Algo, ahí fuera”, es un análisis del cambio climático al que nos enfrentamos y de lo que sucederá con la población mundial en el futuro próximo, una novela con datos científicos y de investigación, que te deja reflexionando por mucho tiempo (Arpaia se acercó tanto a la realidad, que ésta se ha anticipado incluso, en términos de tiempo, a lo que él “predice”); Alfredo Pita, peruano; Antonio Sarabia, mexicano, Banana Yoshimoto, japonesa; Carolina De Robertis, uruguaya, nacida en Inglaterra (las tres novelas que leí de ella, ahora está sacando una cuarta, son estupendas).
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Gassan Kanafani (en la foto), palestino; Juan Manuel Fajardo, español; José Eduardo Agualusa, angoleño, fantástico; Olivier Truc, francés radicado en Estocolmo que ambienta sus novelas policiales, en Noruega, Petro Markaris, griego, novelista policial excelente y adictivo; Kintto Lucas, uruguayo-ecuatoriano, a quien conocía en otros aspectos, políticos y periodísticos, pero que sólo hace algunos años tuve la suerte de descubrir como poeta y narrador.

Y para finalizar esta síntesis, que no puede abarcar a todos, ni a los ya conocidos (algunos son obvios: pienso por ejemplo en Hemingway, Onetti, Tabucchi, Idea Vilariño, Marcela Serrano, Claudia Piñeiro, Padura, Bolaño, Melville, Neruda), ni a los nuevos descubrimientos (faltaron muchos), no puedo dejar de nombrar a Wole Soyinka, nigeriano y a Mia Couto, mozambiqueño.

Con este arcoiris de literatura, y he dejado fuera los clásicos, entre los que sin dudas Cervantes, en lo personal, lo pondría en lo más alto, ¿se puede dudar que la literatura enriquece la vida?
Los lectores casi como la continuidad de los escritores, entendiendo que cada uno interpreta, capta y asimila lo que el narrador plasmó, según sus criterios, pero sobre todo, según su YO, con sus estados de ánimo, con el momento de su vida en que lee determinada novela, a veces, a distancia de tiempo, la volvemos a leer, y descubrimos otras cosas. Creo que en cada relectura lo hacemos, pero sin dudas, podemos dar interpretaciones diversas de acuerdo a cómo nos tome en ese momento de nuestras vidas.
Ya lo decía Cortázar: «Los libros son el único lugar de la casa donde todavía se puede estar tranquilo».
Fuente: https://www.192kilosdevida.com/2019/07/la-literatura-nos-salva.html?m=1
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