La mala fortuna del clan Pinochet
Una serie de escándalos financieros y judiciales, mezclados con accidentes o hechos de sangre, envuelven a la familia del ex dictador en un halo similar al de otros clanes que han sido víctimas de la mala suerte.
El score en Dicom de Augusto Pinochet Hiriart, el primogénito del matrimonio entre Augusto y Lucía, es uno. El mínimo. Ningún mortal en Chile puede tener menos porque el puntaje que otorga el sistema que agiliza o no un crédito va desde ese guarismo hasta el mil.
El hijo mayor de los Pinochet, quien actualmente se moviliza en un KIA POP, arrastra una historia financiera demasiado llena de baches como para ser digno de crédito. Según Dicom el ex militar, de 57 años, tiene 17 protestos o morosidades, ni una sola aclarada, pero posee un bien raíz avaluado en 31 millones de pesos.
Hace unos días, incluso, tuvo que declarar en calidad de testigo en un bullado caso de fraude tributario con facturas falsificadas que investiga la fiscalía de Curicó para explicar la forma en que un lujoso automóvil que figura a su nombre terminó en poder del principal inculpado en la estafa.
En la vereda opuesta está Lucía, la hija mayor, quien a sus 59 años tiene un score de 966, casi perfecto, no tiene protestos y sus bienes raíces declarados llegan a 6 y suman más de 320 millones de pesos.
En el medio los puntajes son parejos: Marco Antonio tiene 914 y 16 millones en un bien; Jacqueline Marie de 43 años y nacida un 9 de septiembre, llega a 902 y no tiene propiedades registradas a su nombre (curiosamente hace unos meses en una entrevista a la revista Cosas dijo que vivía de las rentas de sus casas); María Verónica Pinochet, la menos nombrada y cuyo score llega a 789, posee cuatro bienes valorados en más de 165 millones de pesos. Estos tres últimos, al igual que la hija mayor, no tienen protestos.
Lucía Hiriart, la esposa de Augusto, cédula de identidad 2.781.404-2 y cuyo oficio ha sido el de dueña de casa, supera a todos sus hijos en Dicom. A agosto de 2003, según el boletín comercial, la ex primera dama de 79 años (cumple 80 en diciembre) llegaba a un score de 976, tenía registradas tres propiedades que sumaban 506 millones 891 mil pesos y no presentaba protestos o morosidades.
Ni su marido vuela tan alto. El octogenario general retirado, pronto a cumplir 88 años, tiene un score de 813, no registra protestos y sus bienes alcanzan la friolera de 8. Todos ellos juntos forman el número 270 millones 97 mil pesos.
Es decir, sólo la familia Pinochet Hiriart, Lucía, Augusto y sus cinco hijos, lograron hacerse de 23 propiedades con un valor de mil 308 millones de pesos, casi dos millones de dólares.
Así al menos está registrado hasta el mes de agosto de este año (2003) en sus respectivos informes comerciales de la empresa Dicom, de acuerdo a información entregada por el Servicio de Impuestos Internos y que hace referencia a valores nominales y no reales de los bienes declarados por los contribuyentes. La cifra comercial de las propiedades, entonces, podría ser el doble.
Como lo dijera Jaime Guzmán, hace casi 15 años, la gran preocupación de Pinochet era su familia. Por eso, el día que dejó la comandancia en Jefe del Ejército, en marzo de 1998, dedicó el párrafo final de su discurso a ella: «A mi querida esposa Lucía, vayan mis cariñosos sentimientos de amor y de gratitud, porque ella ha sido para mí fuente inagotable de apoyo y comprensión y en estos 55 años de caminar juntos y sin desmayos, siempre he visto en ella la compañera abnegada y a veces heroica de todos los imperativos que exige la dura vida de las Armas. ¡En ella he visto a la verdadera mujer del soldado! ¡Valiente y abnegada! ¡A mis queridos hijos, gracias por ese cariño que siempre he recibido de todos! ¡A ellos, a mis nietos que han renovado en mí, con más fuerza, la fe y la esperanza!».
Pero su familia está dividida y dos de sus hijos, Augusto y Jacqueline, su regalona, se quejan de estar pasando graves dificultades económicas. Pero no sólo eso aqueja al clan.
El inicio
El clan Pinochet, como se le ha llamado, comenzó a conformarse el 30 de enero de 1943, hace más de 60 años, cuando Lucía contrajo nupcias con el entonces teniente Pinochet, a la sazón de 28 años.
Ella, si bien era de clase media como él, provenía de una familia socialmente más elevada. Al finalizar los 50, la pareja había formado su núcleo: cinco hijos. Luego, una gran cantidad de nietos y ahora bisnietos.
La vida de ambos, sin embargo, cambió drásticamente a partir de 1973 cuando los fantasmas comenzaron a rondar a los Pinochet-Hiriart.
Primero, según ha trascendido, fue la figura del asesinado comandante en Jefe, el general Carlos Prats, el que atemorizó a la pareja, a tal punto que los Pinochet nunca se sintieron cómodos en la casa que ocupan los jefes de la rama castrense -allí en la elegante avenida Presidente Errázuriz- y que les tocó usar cuando el segundo del mando fue nombrado por Allende como titular del Ejército.
Pinochet llegó al cargo precedido de otra muerte, la del general René Schneider, quien perdió la vida cuando un comando de Patria y Libertad trató de secuestrarlo para evitar que Salvador Allende fuera ratificado por el Congreso como el ganador de las elecciones del 4 de septiembre de 1970.
Luego, ya en el gobierno, dos ex ministros de la Unidad Popular, que en vida tuvieron relación con Pinochet murieron por acciones represivas desencadenas tras el golpe de Estado: José Tohá y Orlando Letelier.
Lo propio ocurrió con tres de las figuras más populares que, en algún momento, tuvo el gobierno militar: el ministro del Interior, general Oscar Bonilla, muerto en un extraño accidente en helicóptero; el alcalde de Santiago, Patricio Mekis, quien cayó al apoyarse en un balcón y el intendente de la Región Metropolitana, Carol Urzúa, asesinado por un comando del MIR en agosto de 1984.
Otro tanto pasó con el jefe de Inteligencia del Ejército, el general Lutz, quien falleció en extrañas circunstancias.
Dos de los civiles más emblemáticos del régimen y cercanos a Pinochet, Miguel Kast y Jaime Guzmán, perdieron la vida en situaciones diversas, uno de cáncer y otro bajo las balas del FPMR, pero ambos en forma trágica y cuando eran muy jóvenes.
En 1986, cuando Pinochet fue emboscado por un comando del mismo grupo que atentó contra Guzmán, salvó ileso pero en el ataque perdieron la vida cinco de sus guardaespaldas. Otro Pinochet, el nieto del general de nombre Rodrigo, tampoco sufrió rasguño alguno dentro del Mercedes que fue sometido a fuego de guerra. Pinochet, supersticioso, no descartó que la virgen haya evitado su muerte y mostró, incluso, su supuesta imagen en uno de los vidrios astillados del auto blindado. El general retirado, además, no se desprende de un anillo de oro con una piedra rojo sangre -correspondiente a su signo zodiacal, Sagitario- como tampoco deja de usar una perla para la buena suerte en su corbata. A pesar de ello no ha podido evitar la desgracia.
Hace unos días otra nieta del ex gobernante, María José Martínez Pinochet, hija de Jacqueline y del diplomático Guillermo Martínez Spikin, sufrió un accidente en Osorno y en el mismo perdió la vida el hijo del senador de la UDI, Carlos Cariola, el novio de la joven por más de un lustro.
De los cuatro hombres que se tomaron el poder el 11 de septiembre de 1973, formando la Junta Militar, sólo Augusto Pinochet continúa con vida, el resto -Gustavo Leigh, José Toribio Merino y César Mendoza Durán-, ya han fallecido. También murió Humberto Gordon, jefe de la CNI y miembro de la junta de comandantes durante la dictadura.
¿Karma o no karma?
Al clan Pinochet, en general, la vida no le ha sido fácil. No sólo porque Augusto junior tenga un pasar económico complicado y la familia le da la espalda en este momento, sino porque sus escándalos financieros han motivado páginas y páginas de los medios de comunicación.
A los casos Pinocheques e ISE, donde también se vinculó a Lucía Pinochet, se suman la inestabilidad sentimental de la mayoría de sus miembros. La propia hija mayor tiene cinco matrimonios, Augusto dos y Jacqueline tres, ésta última se acaba de separar de su marido Iván Noguera. Verónica estuvo casada con Julio Ponce Lerou quien, a juicio de la periodista María Olivia Monckeberg en el libro El Saqueo, «era un señor sin nada y se transformó en uno de los tipos más ricos de Chile».
«Los manejos de Julio Ponce -escribió Monckeberg- pasaron todos los límites, lo que gatilló que respondiera ante tribunales, que de todas formas no eran tan independientes en esa época. Lo cierto es que Pinochet se vio en la obligación de pedirle la renuncia en agosto de 1983. De aquí pasó un tiempo hasta que en 1987 reapareció junto a la privatización de Soquimich, cuyo control pasó a manos de la sociedad Pampa calichera, cuya propiedad le pertenece».
Pero eso no es todo. Marco Antonio, en los 70, según diversos textos publicados protagonizó sendos accidentes donde las víctimas fueron sus acompañantes.
En el libro La delgada Línea Blanca de los periodista Rodrigo de Castro y Juan Gasparini, tomando los antecedentes ya entregados por Hernán Millas en La Familia Militar, se sostiene que «de los cinco hijos de Pinochet, el joven Marco Antonio provocó más de un desvelo a la familia. `Este niño aún no logra sentar cabeza’, fue durante años una de las frases recurrentes de doña Lucía. En 1975, antes de cumplir los dos años del golpe militar, Marco Antonio se vio envuelto en un accidente automovilístico que costó la vida a su acompañante, la joven Natalia Ducci Valenzuela. Aunque los padres de ella habían quedado de ir a recogerla a una fiesta, Marco Antonio insistió en acompañarla personalmente a su casa.
El choque tuvo lugar en una de las arterias principales del barrio alto de Santiago. Llovía a raudales. Pocos vieron qué estaba ocurriendo. Agentes de la DINA acudieron rápidamente a la escena. En pocos minutos se llevaron al joven Pinochet, levemente herido, y el auto accidentado. Horas más tarde, en la madrugada, los desesperados padres de Natalia encontraron su cadáver sumergido en una alcantarilla. La joven había sido arrojada fuera del auto en el accidente y abandonada».
Algunos meses después otra joven, amiga del hijo de Pinochet, sufriría esta suerte de maldición del entorno del clan cuando, acompañando a Marco Antonio en su moto, sufrió un accidente que la dejó al borde de la muerte. Su nombre: Francisca Guzmán Riesco.
Otro que se cruzó circunstancialmente con los Pinochet fue Raimundo Barros Ramírez, funcionario diplomático, que se desempeñaba como cónsul de Chile en Los Angeles cuando Augusto junior trasladó sus negocios a EEUU. Por diferencias con el primogénito, que hasta el día de hoy no han podido ser establecidas, Barros fue alejado de su cargo en la ciudad norteamericana y trasladado a Panamá.
Allí, en lo que se argumentó fue un rapto de locura del guardia que cuidaba la embajada chilena, fue asesinado a balazos cuando su mujer esperaba su segundo hijo y llevaba seis meses de embarazo. Para la familia de Barros, sin embargo, quedaron muchas dudas sobre las reales causas de la muerte del diplomático.
¿Será el karma del padre? Eso mismo le preguntaron a Augusto hijo en la revista digital Zonaimpacto y respondió: «Qué palabra más linda ésa que están usando ahora. El karma puede ser negativo o positivo… la verdad de las cosas es que para mí no es ningún karma. Para nada. Si yo creo que tengo la condición de ser hijo de un famoso y que todos sufrimos de las mismas cosas. Además estamos en un segundo plano».
Los dos hijos, Augusto y Marco Antonio, vistieron uniforme pero debieron abandonar por asuntos ajenos a su voluntad. Al mayor lo aplastó un camión blindado y le quebró la clavícula. Según el general Pinochet, «quedó con los nervios de la columna destruidos, lo que le inmovilizaba los brazos y la piernas», pero «tuvo suerte», dijo.
El menor debió abandonar la Fuerza Aérea por problemas en la vista. Tampoco sus hijas pudieron ejercer sus respectivas profesiones. La mayor, incluso, ahora está buscando en el Valle del Elqui la tranquilidad que no ha podido hallar en la capital. Jacqueline, por su parte, nunca pudo resolver los conflictos con su primer marido, con quien tuvo varios hijos, a los cuales les fue prohibido durante mucho tiempo visitar a su padre. Recién después de 20 años le levantó el veto.
De Augusto, el mayor de los hombres, poco se sabe en estos días. Tras sus incursiones en negocios fallidos y el intento de juntar dineros en Miami, la familia parece haberse desentendido de él.
La propia Lucía confesó a El Periodista que «nunca» han sido muy unidos y que la detención de su padre en Londres había provocado un quiebre «porque tuvimos posiciones radicalmente distintas, eso hizo que la familia se separara, vivimos una crisis y se dividió la familia. En los momentos difíciles es cuando afloran las personalidades reales de cada uno», sostuvo. No sólo se alejaron de Augusto, también hubo un distanciamiento con Jacqueline.
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* Publicado en el número 44, Domingo 14 de septiembre de 2003.