La maldad de lo banal

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Patricia Odriozola*

Notas sobre Hannah Arendt,
la masacre de las Fosas Ardeatinas,
y un muy contemporáneo
concurso de belleza
femenina (carne joven)
 –cuyo jurado lo presidió el oficial
que estuvo a cargo de las Fosas,
en las que más de 300 personas
fueron asesinadas.

 

En 1961, Hannah Arendt fue enviada por la revista New Yorker a Israel, a cubrir el juicio a Adolf Eichmann. Los hallazgos que pudo hacer a partir de este juicio, y las fortísimas impresiones que le provocó asistir a las declaraciones del ex-director de la Oficina de Asuntos Judíos del Tercer Reich excedieron el mero reportaje y dieron lugar al extenso ensayo Eichmann en Jerusalén o Un estudio sobre la banalidad del mal.

En ese libro, que provocó grandes controversias, Eichmann aparece desnudo en su mediocridad. Un burócrata de oficina absolutamente diferente de la encarnación del mal radical que Arendt esperaba encontrar, tan lejos de las imágenes majestuosas de Leni Riefenstahl como del personaje del soldado alemán del cine americano de la posguerra, corporizado en un nazi de casco siempre brillante y figura apolínea que jamás sonreía ni cometía errores.

Muy por el contrario, en Eichmann, Arendt descubrió a un hombre que se enorgullecía de cumplir órdenes, que respetaba lo que llamaba la “buena sociedad”, y que se indignaba cuando los testigos contaban atrocidades cometidas por los soldados de las SS; un pequeño burgués que decía: Hitler quizás estuviera totalmente equivocado, pero hay una cosa que no se le puede negar: fue un hombre capaz de elevarse desde cabo del ejército alemán a Führer de un pueblo de ochenta millones de individuos… Para mí, el éxito alcanzado por Hitler era razón suficiente para obedecerle.

En el libro de Arendt, en suma, el responsable de la deportación de seis millones de personas a los campos de exterminio se devela como un hombre gris, con una personalidad acorde a su pasado de viajante de comercio de la Vacuum Oil Company, antes de la guerra.

Lo notable es que más de cuarenta y cinco años después de aquel juicio, nos toca asistir a una nueva muestra de la banalidad del mal; sólo que en este caso, parafraseando el trabajo de Arendt, esta nueva expresión podría muy bien titularse “la maldad de lo banal”.

En esta historia el protagonista es otro ex-jerarca nazi que, así como Eichmann, vivió en la Argentina durante decenas de años. Sin embargo, lo que agrava aún más la tolerancia de la que gozó Erich Priebke (abajo, der.) durante las cinco décadas que habitó, como una suerte de ciudadano ilustre, en San Carlos de Bariloche, es que durante ese tiempo no se cambió ni el nombre ni el apellido, signo elocuente de soberbia y de impunidad.

Y a diferencia de Eichmann y sus oscuros trabajos como mecánico o dueño de una lavandería, Priebke –a quien la comunidad llamaba cariñosamente Erico– dirigió el Instituto Cultural Germano-Argentino Bariloche y su colegio primario y secundario, el Primo Capraro. 

La masacre de las Fosas Ardeatinas

Luego de ser descubierto de manera casi fortuita, Priebke fue finalmente deportado a Italia a mediados de los noventas. Allí fue juzgado por la masacre de las Fosas Ardeatinas, ocurrida el 24 de marzo de 1944 en represalia al atentado partisano de via Rasella que se había llevado a cabo el día anterior, 23 de marzo, con un saldo de 33 soldados alemanes muertos.

La masacre de las Fosas Ardeatinas fue decidida directamente por Hitler, quien luego de sopesar represalias tales como la deportación de mil italianos por cada soldado alemán muerto, se decidió finalmente por ordenar la ejecución de diez italianos por cada soldado del Reich desaparecido a raíz del atentado.

El asesinato masivo se llevó a cabo en forma meticulosa y programada, entre las tres de la tarde y las ocho de la noche, con un tiro en la nuca de cada condenado. El lugar elegido fue las Fosas Ardeatinas, una cantera de puzolana en las afueras de Roma. Esa tarde los nazis asesinaron a 335 hombres de entre 14 y 75 años, de todas las condiciones sociales: había partisanos, presos políticos, presos comunes, hombres de origen judío. En el apuro por cumplimentar la cifra estipulada, fueron ajusticiados cinco hombres de más.

Al día siguiente se selló el lugar de la masacre haciendo explotar varias cargas de dinamita. La noticia de la matanza ocurrida muy cerca de las antiquísimas catacumbas cristianas circuló como un rumor por algún tiempo, y recién pudo ser confirmada al término de la guerra.

Herbert Kappler, Teniente Coronel de las SS y comandante de la policía alemana en Roma, fue el máximo responsable de la masacre. Erich Priebke, capitán de las SS, fue su principal colaborador y como tal fue juzgado por esta causa y condenado a cadena perpetua en 1998, cuando tenía ochenta y cinco años. Gracias a lo avanzado de su edad, fue beneficiado con el arresto domiciliario.

Star of the Year

En mayo de este año, Claudio Marini, organizador del concurso de belleza Star of the Year, invitó a participar como presidente del jurado a Erich Priebke. El Dottore Marini es el titular de una agencia de espectáculos y promoción publicitaria, como él la llama. El concurso Star of the Year se realiza desde el año 2000, para premiar la belleza de chicas en un rango de edades de 14 a 28 años. Al mismo tiempo, el concurso pretende ser la plataforma de lanzamiento para estas jóvenes que aspiran a tener un lugar en las pasarelas de los desfiles, en el mundo del espectáculo, y en los medios de comunicación masiva.

Cuando recibió la invitación, Priebke declaró a Tg5: “no tendría ningún problema en participar, y me gustaría retornar por un día a la vida normal. Soy el detenido más anciano del mundo”.

El concurso se realizó en el mes de septiembre en el hotel Tramp’s de Gallinaro, en la provincia de Frosinone, a unos noventa kilómetros de Roma. Como era de esperar, el juez de custodia no le dio permiso a Priebke para acercarse a Gallinaro. Por eso, luego de una de las pasadas de las finalistas, se emitió por pantalla gigante un mensaje enviado en directo por el Presidente Honorario del jurado.

En el video, Priebke aparece con una pulcrísima camisa blanca, sentado delante de una nutrida biblioteca, y dice a cámara que le habría gustado intervenir en persona y que agradece a los organizadores por esa invitación que considera un acto humanitario. Enseguida concluye la alocución de un minuto enviándoles “un abrazo y un beso a todas las jóvenes mujeres del concurso”, mientras mueve las manos en un gesto que parece una bendición.
(Para ver el video: clic aquí)

Parcere subiectis

Para conocer el pensamiento del Dottore Claudio Marini sin ningún tipo de intermediación, le envié por correo electrónico las siguientes preguntas, que transcribo junto con sus respuestas.

¿Por qué decidió invitar a Erich Priebke a presidir el jurado del concurso? ¿Cómo apareció esta idea?

"Invité a Erich Priebke para promover un gesto de pacificación a distancia, a 60 años del último conflicto mundial. Principalmente hoy, que se habla tanto de la paz en forma retórica, y todo queda en las palabras, sin ir a los hechos. He querido lanzar un mensaje a todo el mundo. Respeto y comparto el juicio de la historia sobre el nazismo: los errores no pueden borrarse. Pero creo que debemos mirar al futuro y no al pasado.

"Los romanos, que eran un gran pueblo, decían parcere subiectis, esto es, “perdonar a los vencidos”; por eso creo que la invitación es también un acto humanitario frente a un hombre que a los 95 años no debería estar en estado de detención. En Italia y en el mundo hay tantos problemas más graves que resolver como por ejemplo la desocupación, la delincuencia juvenil, los problemas de los ancianos, la seguridad de los ciudadanos, el calentamiento ambiental: justamente, de estos problemas querría que nos ocuparámos, y estoy listo para hacer mi parte".

Las jóvenes participantes, ¿lo conocían? ¿Qué dijeron de él?

"Muchas chicas no sabían quién era Priebke y esto es normal: Priebke era un soldado que seguía órdenes y no un jerarca nazi. Indro Montanelli ha dicho de él: ‘es cierto que Priebke no se ha comportado como un héroe, pero ha seguido las órdenes y no puede, por esto, ser considerado un criminal’".

¿Usted piensa que ha sido un éxito invitar a Priebke?

"A pesar de que hay algunos que no creen lo que digo, reitero que no he invitado a Priebke para hacerle publicidad al concurso. Por lo tanto no tiene sentido hablar del éxito de la iniciativa. Deseo solamente que lo que he hecho sea útil para promover la pacificación de la que hablaba, y hacer que los políticos se preocupen por los verdaderos problemas de nuestro país.

"Por suerte algunos han escuchado mi apelación y esto me da coraje; confirmo que estoy a disposición de la comunidad para darles un futuro lleno de esperanza a las nuevas generaciones".

A la pregunta de quién será el invitado estrella del año próximo, Marini respondió que todavía no lo tiene decidido. El año pasado, en 2007, el antecesor de Priebke fue Fabrizio Corona, un fotógrafo que encabezaba una red de chantaje a celebridades del espectáculo y la política.

El fin y los medios

Más allá de lo anecdótico, esta vuelta de Priebke como figura mediática, enviándoles besos a las jóvenes de un concurso en el rol de un abuelito cariñoso –o tal vez de lo que la cultura popular llama “un viejo verde”–, muy lejos de la imagen del acerado hombre de las SS responsable de la masacre de las Fosas Ardeatinas, ratifica una vez más los postulados de Arendt y deja algunos puntos para la reflexión.

Por ejemplo, la necesidad de pensar qué es lo que lleva a que la responsabilidad que le toca a todo ser humano por sus actos se invierta y, bajo la forma de la obediencia debida, se vuelva impunidad e incluso audacia para presentarse ante los demás, como en este caso, en la piel de un pobre viejito inocente de culpa y cargo.

Otro de los temas que surgen de este hecho, de manera inevitable, es la necesidad imperiosa de formular una ética de la comunicación y de diseñar los canales para ponerla en acto. La pregunta que corresponde a la experiencia de Priebke como jurado de Star of the Year es: cuando el objetivo es la difusión y la construcción de una imagen a través de los medios –objetivo que, aunque Marini se empeñe en negarlo, se encuentra detrás de su invitación al ex capitán de las SS– ¿se pueden desconocer la memoria de un pueblo, la sensibilidad de los descendientes de las víctimas, y el juicio social sobre un acusado de crímenes contra civiles?

Pienso que sería bueno que, más allá de los compromisos personales, la respuesta negativa a estos cuestionamientos se inscribiera en un planteo ético que interesara a la comunicación de masas en general.

En un trabajo de 1964 llamado Responsabilidad personal bajo una dictadura, preparado originalmente para un curso en la Universidad de Chicago, Hannah Arendt se pregunta en qué sentido fueron diferentes aquellos raros individuos que, en Alemania, no colaboraron con la barbarie nazi, aún siendo incapaces de rebelarse activamente contra ella. Y enseguida se responde a sí misma que esos no participantes, considerados “irresponsables” por la mayoría que sí adhería a los postulados nazis, fueron los únicos que se atrevieron a juzgar por sí mismos.

Dice allí Arendt que los miembros de la sociedad respetable cambiaron simplemente un sistema de valores por otro; las normas y pautas morales pueden cambiar de la noche a la mañana, dice, y todo lo que queda es el hábito de aferrarse a algo. Mucho más dignos de confianza –propone textualmente– serán los dubitativos y los escépticos, no porque el escepticismo sea bueno o la duda saludable, sino porque esas personas están acostumbradas a examinar las cosas y construirse sus propias ideas.

Sospecho que, en los tiempos que nos toca vivir, la duda saludable y el buen escepticismo pueden ser la mejor defensa contra todo tipo de totalitarismos, concibiendo dentro de esta tipología tanto al ideario nazi como a la dictadura de los medios de comunicación masiva.


* Escritora.

 

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