Adriano Corrales Arias*
Todo buen lector de poesía hispanoamericana conoce el notable poema del poeta nicaragüense Ernesto Cardenal, Oración por Marilyn Monroe. Todo un homenaje a la diva norteamericana pero como víctima de un sistema que lucró con su belleza y su "sex appeal". Toda una metáfora sobre la decadencia del american way on life y de su parafernalia mediática con su emblemático Hollywood.
Pues bien, desde República Dominicana un poeta joven nos envía Postales para que sepamos de la buena salud de la lírica de esa hermosa isla, que no de la mayoría de sus habitantes. Entre Chicago, New York y la capital dominicana, sus Postales nos muestran el rostro oscuro de la globalización: la ropa tendida del barrio marginal, la sonrisa desdentada de la esperanza virtual y desechable en un mundo que también se nos cae.
Y entre sus Postales ese magnífico collage, como enorme grafiti, donde se nos presenta a La Marilyn Monroe de Santo Domingo. Dialogando con el poema de Cardenal y con la figura harto representada de la Monroe, Frank Báez (Santo Domingo, 1978), que así se llama el remitente de las postalitas, nos confronta con un nuevo personaje que se exhibe como la Marilyn de su Santo Domingo.
Se trata de un travesti que también es poeta cuando se lo piden. Un travesti marginado por su condición (como el poeta), pero que es usado y utilizado por todos los estamentos y enjambres de la sociedad, ya sea en Niu York en su doble papel de showman e inmigrante, o en su misma ciudad. Un verdadero recipiente de las necesidades sicalípticas y esquizoides de nuestra sociedad, pero invisibilizado y vilipendiado como artista y ciudadano.
Una alegoría y una triste metáfora del poeta como bardo contemporáneo que solamente es escuchado cuando el personal quiere divertirse, o está de buen ánimo, pero que rápidamente es denostado y puesto de patitas en la calle cuando se pone exigente con su salario, por ejemplo, o cuando de su dignidad como habitante de la urbe se trata.
En una entrevista Frank Báez sostiene, acerca de su poema, que el travestido, que es la Marilyn Monroe dominicana, “al mismo tiempo es símbolo de lo que es para mí la poesía dominicana: de su situación actual y pasada y hacia dónde se dirige.” Ciertamente en el poema hay alusiones a poemas y poetas representativos de la poesía isleña, lo que nos remite al poeta como destinatario de su propia tradición sin proponérselo, o quizás más bien, sabiéndolo, pero haciendo caso omiso de ello.
Sin embargo, independientemente de ello, o por eso mismo, La Marilyn… es una ácida y lograda parábola del poeta contemporáneo, quien, al igual que un travesti, mira pasar la vida desde el margen a sabiendas de que es un transgresor y que por ello puede ser castigado, pero sin perder su fisga, su sinceridad y su orgullo. Ni la conciencia de su sino:
Soy la Marilyjn Monroe de Santo Doimingo
¿qué se va a hacer?
*Escritor.
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