La muerte, la doncella, el Vaticano …y la política

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Niccolò Aldobrandini*
Nos dice la "industria" de la noticia que son información los hechos que pueden tratarse como espectáculo –y se mantienen en pantalla o en primera plana porque, en cuanto sucesos espectaculares, no desdeñan alimentar y ser alimentados por el morbo del "consumidor" del producto noticioso–; cuando se agota el "show", desaparecen. Una mujer que de todos modos iba a morir cumplía con ese estándar de "calidad".

 

“El Papa Juan Pablo II pudo rechazar la traqueotomía, Eluana no, porque estaba en coma. Tuvo que sufrir porque no le fueron reconocidos sus derechos constitucionales; no habría querido vivir así, sin esperanza de despertarse, entubada… ¿Se puede llamar a eso vida?”

Era septiembre del año pasado, cuando el padre de Eluana Englaro, Beppino, expresaba con estas palabras su congoja ante la situación irreversible que vivía su hija.

Eluana se encontraba en estado vegetativo desde hacía 17 años tras un grave accidente donde se despedazara la columna vertebral y el cerebro. La  angustia del padre partía de sus esfuerzos, hasta ese momento vanos de suspender la alimentación e hidratación de la hija,  a pesar del dictamen a favor de la magistratura italiana,

La vida (¿se puede llamar a eso vida?) y sobre todo la muerte de Eluana, hace poco menos de una semana, dos días después de haber interrumpido la alimentación artificial (a través de una sonda gástrica) creó un caso mediático internacional que demostró el oportunismo y la sujeción al Vaticano del gobierno de centro derecha italiano, encabezado por el magnate Silvio Berlusconi.

Justo en el momento en que se dio a conocer la interrupción de la alimentación la derecha salió a la cancha con toda su artillería: primero el gobierno de Berlusconi, acostumbrado a las leyes “ad personam” y a gobernar exclusivamente a punta de decretos leyes emitió un decreto mediante el cual se prohibía eliminar la alimentación. Pero el presidente Giorgio Napolitano, usando sus prerrogativas constitucionales no firmó el decreto considerando innecesaria la urgencia.

La ira de Berlusconi no se hizo esperar. No solamente puso en tela de juicio el papel constitucional del Presidente de la República, sino que con el decreto demostraba hacer caso omiso a una sentencia del máximo tribunal italiano, la Corte de Casación. Y al mismo tiempo empezó a trabajar contra el tiempo para hacer aprobar una ley según la cual la voluntad de cada persona carecería totalmente de valor.

Por ejemplo, si una persona con un tumor irreversible decide, de acuerdo con su familia y sus médicos establecer que no acepta la agresividad terapéutica ni la alimentación artificial, y lo deja establecido previamente, no serviría de nada. Ni su voluntad, ni la de su familia, ni la de su médico serían tomadas en consideración.

Cabe preguntarse por qué Berlusconi decidió una medida tan drástica. La respuesta no tiene nada de altruista: porque en este momento, tras las críticas de sectores de la iglesia por diversas medidas denominadas “de seguridad”, pero en realidad contra la gran masa de emigrantes que diariamente llegan a este país, tenía necesidad de un gesto que lo hiciera ver con buenos ojos por parte de la Curia. ¡Y que mejor que este caso, donde, dejando de lado la tradicional discreción de la Santa Sede sobre todo en sus relaciones con el resto de los Estados, acreditados miembros del "entourage" de Benedicto XVI,  señalaron cuanto los había “desilusionado” Giorgio Napolitano!

Y aunque después un llamado telefónico del Secretario de Estado, limó las asperezas, la frase no fue un ejemplo de diplomacia.

Por otra parte el clamor mediático haría olvidar a los italianos el fantasma de la crisis que no es menor que en el resto de los países europeos, aunque el primer ministro se esfuerza en aparentar que en Italia ese problema es imperceptible e irrelevante para ocultar la incapacidad de su Ejecutivo a implementar cualquier tipo de estrategia para tratar, por lo menos, de limitar sus efectos, ya que no es posible resolverla a corto plazo. 
 
A pesar del linchamiento mediático que ha sufrido Beppino Englaro incluso por parte de sectores del Vaticano, su actitud se ha mantenido siempre digna, y en una entrevista al diario español El País, a propósito de la actitud de la Santa Sede, explica:

“De la Iglesia no hablo. Siento un sagrado respeto por ella y espero de ella lo mismo. Espero que sepan lo que dicen y lo que hacen, pero no polemizo con ellos. La Iglesia no tiene nada que ver en el asunto. No me puede imponer sus valores. Puede opinar, pero lo que diga no tiene que ver conmigo ni con Eluana. El magisterio de la Iglesia es moral; el Estado es laico, y en él están también los católicos. Lo que dice la Iglesia les debe afectar a ellos, no a los que no profesamos esa confesión. De forma que todo lo que digan es su problema, no mío”.

* Desde Roma.

 

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