La música calienta el formato digital

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

fotoPor estos días el mundo del consumo sofisticado asiste, como en palco, a una dura batalla iniciada cuando RealNetworks anunció, comenzando la segunda quincena de agosto, que -claro, por tiempo limitado- venderá música (estrictamente pop) a razón de US$ 0.49 por canción y los álbumes por US$ 4.99 en la tienda virtual RealMusic. De paso criticó a la empresa de la manzanita por la escasa compatibilidad del iPod.

La oferta es parte de la campaña (o declaración de guerra) contra el popular iPod de Apple Computer, que entrega la misma o muy parecida música comercial por 99 centavos «el tema» y US$ 9.99 el álbum. Hacia el 15 de agosto la discoteca iTunes de Apple -otrora conocida por fabricar los mejor computadores u ordenadores personales- sumaba alrededor o poco más de un millón de canciones. iTunes es, digamos, la tienda; iPod el aparatico en el que se escucha el ruido.

La noticia coincidió -usted verá si es casual- con el lanzamiento al mercado de la versión 10.5 de RealPlayer, que utiliza la tecnología bautizada como Harmony (Armonía). Harmony puede descargar archivos en varios formatos, para ser usados en distintos reproductores, incluyendo el iPod.

fotoApple respondió acusando a RealNetworks de actuar con la mala fe de un hacker que rompe los códigos del software (programa) del adversario comercial y afirmó que las versiones futuras del iPod harán imposible escuchar música digital según el sistema de la competencia.

¿Libertad de elección?

«Freedom of choice», libertad de elección. Tal es la consigna de RealNetworks para Harmony: convertir al mundo en un zoco gigantesco es lo que origina esta peculiar guerra mediática cuyo campo de batalla es la compra de música por la internet; canciones que en su gran mayoría no sobrevivirán a las campañas que las promocionan. Música basura.

fotoPodemos elegir dónde escuchar, pero no podremos seleccionar qué oír. Más «honesto» fue el señor Ford: sus automóviles fueron durante un tiempo de cualquier color, pero siempre negros.

El supremo argumento de quien vende basura es que vende «lo que el público quiere». El problema social y cultural detrás de la falacia es que «al público» se lo constriñe a elegir sólo dentro de una gama reducida y gananciosa para el comerciante.

Desde la paranoia podría pensarse que todo esto es parte de una política muy seria: imbecilizar al mayor número de personas -jóvenes, los mayores ya están idiotizados o condenados al silencio- con el objeto de eliminar en ellos cualquier residuo de crítica; domesticarlos, tal vez, para que sean dóciles y vayan a morir en Iraq o a cualquier parte donde se los envíe. Para que aplaudan tratados de libre comercio, quieran «civilizar» antiguas culturas y actúen de modo uniforme en lo que fuera.

Escuchamos, por eso, música basura, leemos libros basura (se llaman best sellers), conocemos basura de noticias y la prensa ofrece análisis y explicaciones basura. Los pobres, por cierto, reciben educación basura. Y es basura -literalmente- lo que corroe, descompone y contamina los viejos cuatro elementos: el aire, la tierra, el agua y el fuego -éste simbolizado por los proyectiles «envueltos» en uranio empobrecido-.

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