La no intervención es para el Tercer Mundo

Pablo Ramos*

Ya nadie sabe a cuanto asciende el monto de rescates de los países centrales. Lo cierto es que intervienen, intervienen e intervienen…

Otro rescate más y van… En la misma semana, Washington y Bruselas anunciaron multimillonarios paquetes fiscales y monetarios para evitar el agravamiento del escenario recesivo. En Estados Unidos primero se anunciaron 700.000 millones de dólares, aprobados por el Congreso, luego en la Unión Europea (UE), se lanzó uno de aproximadamente el doble de fondos, y esa misma semana, el Departamento del Tesoro y la Reserva Federal comunicaron que van a auxiliar a distintos sectores con otros 700.000 millones, a la vez que el Viejo Continente agregaría otros 254.000 millones de dólares más. Creemos que nadie sabe ni siquiera a vuelo de pájaro cuánto dinero se va a terminar de inyectar.

A riesgo de ser considerado escaso de facultades para redactar un artículo debido al intento de reafirmar una obviedad siguiente, este redactor asume los riesgos. Los países centrales hacen todo aquello que hace tres décadas recomiendan al Tercer Mundo no hacer: intervienen en la economía. Y en qué grado. Toda la literatura neoclásica (o neoliberal) que hablaba de mercados que se autorregulan fue abandonada como aquellas regiones del mundo sin recursos estratégicos.

Algunos economistas sostienen que el total del rescate va a superar los 7.400.000.000.000 de dólares (sí, más de siete billones). Esa cifra sólo para salvar al sistema financiero vigente y algo para ayudar a algunas automotrices. Justo estos dos sectores. El primero el principal culpable de las últimas crisis regionales y globales; el segundo, uno de los mayores receptores de subsidios.

Son cifras tan altas que cuesta imaginar qué se puede hacer con siete billones de dólares. Por ejemplo:

• 7.400.000 escuelas

• 740.000 hospitales

• 14.800.000 kilómetros de autopistas

• 740.000 kilómetros de vías de alta velocidad

• 296.000.000 de viviendas

• 316.685.924 automóviles Toyota Corolla en el Mercosur

• 831.460.974.157 entradas para presenciar la final de la Copa Nissan Sudamericana en La Plata

• 35.238.095.238 toneladas de soja

• 336.363.636 toneladas de carne vacuna de la Cuota Hilton

• 13.5954.436.891 barriles de crudo

• 25.840 Airbus A-380 (avión de pasajeros más grande del mundo)

• 1.480 portaaviones nucleares

• 14.800 estadios “Nido de pájaro” de Beijing, China

• 7.400.000.000 notebooks

• 24 veces lo que Argentina produce en un año

Este listado es sólo a modo ilustrativo. Lo destacable es que no se van a utilizar estos fondos para ninguno de estos fines, sino para que los accionistas de los bancos, banqueros, inversores financieros, especuladores y grupos mafiosos no pierdan tras años de obtener superganancias.

Vamos a introducir un término muy utilizado en los últimos tiempos en el ámbito económico: la economía real. Con esta expresión nos referimos a la producción de bienes y servicios, es decir, a la producción de riqueza obtenida tras la transformación de los recursos naturales con la acción de los factores productivos. Como contraparte a este sector, se encontraría la economía financiera, que debería financiar la producción real.

Un fenómeno del capitalismo del Siglo XXI es la supremacía de la economía financiera por sobre la economía real. Lo cual es un contrasentido, porque si definimos a la economía como la “satisfacción de las necesidades materiales de existencia”, resulta una perogrullada afirmar que el simple movimiento de capitales no puede generar bienes o servicios que satisfagan las necesidades de alimenticias, de indumentaria y habitacional.

La economía financiera genera más dinero, pero no más bienes. Y los países del “Primer Mundo” pretenden salvarla. Claro, se justifican en que si cae el sistema financiero va a arrastrar a la economía real. Afirmación rigurosamente cierta, aunque cuando estos sectores acumulaban y acumulan cifras descomunales cada día, el resto de los mortales (los que integramos la economía real) no participamos en ninguno de sus beneficios.

Y es la industria automotriz la que va a recibir más subvenciones de los distintos Estados. Precisamente uno de los sectores industriales más subsidiados del mundo. Todos los países que se quieren recibir de industriales quieren tener un sector automotor, y para ello destinan millones en subsidios. Brasil es un ejemplo, donde los Estados gastan cifras altísimas para convertir a esa nación en la que tiene la mayor cantidad de marcas radicadas en su territorio.

El plan europeo significa flexibilizar las normas establecidas en el Acuerdo de Maastricht, conjunto de políticas monetarias y fiscales de tinte neoclásico que permitieron la introducción de la moneda única, el euro. El Fondo Monetario Internacional (FMI) anunció que apoya al plan de los países de la zona euro para estimular la economía. Es decir, el Fondo defiende un vastísimo intento de intervención estatal. Todo lo que durante años prohibió a los países emergentes hacer.

Estas determinaciones de alta política demuestran que las naciones más poderosas no tienen una ideología determinada y que obedecen a rajatabla, sino que defienden los intereses de los sectores más poderosos fronteras adentro. Es decir, no hemos descubierto nada, pero es bueno recordarlo cada vez que la prensa y los sectores propagandísticos pretendan señalarnos lo que tenemos que hacer como sociedades y naciones.

*Publicado en APM

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