La Orden de Malta. – MONJES SOLDADOS DESDE HACE MIL AÑOS.

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Aparecida en la revista Piel de Leopardo, integrada a este portal.

En 1797 Bonaparte permitió actos de pillaje en la Venecia recién conquistada y su impresión personal de la aristocrática ciudad de los canales, las iglesias y los palacios no mereció mucho más que un par de comentarios a mitad de camino entre la ironía y el desprecio.

fotoApenas un año más tarde la flota francesa que se dirigía a Egipto atracó en la fortificada isla de Malta, sede territorial de la Orden de los Caballeros. El abrigo natural y estratégico que suponía esta pequeña isla del Mediterráneo fue determinante para que el puerto de su capital, La Valetta, sirviera como base a la imponente flota gala.

Napoleón debió de plantear con claridad meridiana sus exigencias al Gran Maestre de la Orden, el alemán Von Hompesch, porque de la noche a la mañana, el pabellón tricolor revolucionario sustituyó, en las fortalezas de la isla, a la histórica cruz de los caballeros. No hubo resistencia y la leyenda fabulosa que acompañaba a los monjes soldado desde el tiempo de su fundación antes de las cruzadas se vio reforzada con aquel final que sugería una traición o un pacto secreto.

Desde entonces hasta ahora, la literatura esotérica ha tenido a los templarios y a las diversas órdenes de caballeros surgidas al amparo de las expediciones contra los musulmanes, como un filón inagotable del que extraer las más imaginativas y enigmáticas teorías.

Estado soberano

La Orden de Malta no se disolvió tras la pérdida de su último refugio mediterráneo sino que comenzó con un largo peregrinar trufado de conspiraciones políticas y en el que las ciudades italianas de Mesina primero, y Catania y Ferrara después, albergarían la sede de tan singular institución monástica. Finalmente y a partir de 1834 Roma se convertiría en la sede oficial.

Allí en el número 68 de la Via Condotti y en la cercana Villa del Aventino tiene su sede oficial la antaño todopoderosa Orden de Malta. La extraterritorialidad, como un recuerdo de los tiempos en los que los monjes soldado sólo reconocían al Papa como un superior al que rendir según qué cuentas, sigue estando vigente a día de hoy.

La Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, que es su nombre completo, mantiene en la actualidad relaciones diplomáticas con 96 Estados, siendo su soberanía reconocida también por las Naciones Unidas y la Santa Sede. Esta institución supranacional es la única orden religiosa de la Iglesia católica en ser a la vez una orden de caballería.

Sus actividades diplomáticas, médicas y asistenciales le permiten tener presencia efectiva en unos ciento veinte países. Como el ente soberano que es, la Orden de Malta tiene su propio ordenamiento jurídico, expide pasaportes, emite sellos y acuña moneda propia. La Orden mantiene además seis representaciones oficiales ante otros tantos Estados europeos y dieciocho observadores permanentes, así como comisiones de trabajo ante las Naciones Unidas, la Comisión Europea y otros organismos internacionales.

La cabeza visible de la Orden es, desde 1988, el Gran Maestre Frey Andrew Bertie, británico de nacimiento, elegido de por vida y que es, desde su fundación, el número 78 de las cabezas visibles de la Orden en ostentar este título supremo. Goza del tratamiento de Alteza Eminentísima y es internacionalmente reconocido como Jefe de Estado al cual corresponden honores soberanos.

Frey Andrew Bertie gobierna la Orden asistido por el Soberano Consejo, compuesto por los más altos cargos de la orden concretados en el Gran Comendador, el Gran Canciller, el Hospitalario y el Recibidor del Tesoro Común.

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La Orden de Malta se define a sí misma en nuestros días como una organización neutral, imparcial y apolítica, cualidades en las que la misma organización monástico caballeresca hace hincapié con el fin de subrayar su cualificada capacidad para intervenir como mediadora en los conflictos entre estados. La Orden mantiene sus propios tribunales de Primera Instancia y Apelación. Las apelaciones a sus sentencias pueden presentarse ante el Tribunal de Casación del Estado de la Ciudad del Vaticano quien hace las veces de Tribunal Supremo.

En su faceta caballeresca y militar la Orden de Malta sigue manteniendo un cuerpo especializado en servicios de asistencia en caso de conflicto armado o en el supuesto de población civil afectada por calamidades naturales. En 1908 la población italiana de Mesina, asolada por un terremoto, fue testigo del socorro de esta sección de los caballeros. Después vendrían, entre otros muchos ejemplos, la ayuda a refugiados en la Segunda Guerra Mundial, a los de la revolución húngara de 1956, la guerra de Vietnam etc. Una sección de esta orden, formada por voluntarios forma parte actualmente de la Protección Civil italiana.

En la península ibérica la orden promociona cursos a nivel internacional destinados a misioneros, personal médico y asistentes sociales y que se imparten anualmente en la leprosería alicantina de Fontilles.

Monjes hospitalarios

Los antecedentes de la Orden de San Juan de Jerusalén se remontan al año 1050 cuando algunos mercaderes pertenecientes a la república marinera de Amalfi, en la actual costa italiana, obtuvieron del Califa de Egipto un permiso que les permitía levantar en Jerusalén una iglesia, un convento y un hospital en el que se pudiera asistir a los peregrinos de cualquier fe o raza y que estuvieran de paso en la ciudad santa. Una bula del papa Pascual II en el año 1113, aprueba la fundación de la Orden Hospitalaria haciéndola independiente de toda autoridad laica o religiosa que no fuera la propia Santa Sede en Roma.

Son los años en que las tensiones entre la orilla musulmana del Mediterráneo y la cristiana se disparan con la Primera Cruzada. La constitución del reino de Jerusalén por obra del empuje armado de los cruzados es el pretexto que la Orden Hospitalaria recoge con el fin de asumir la protección militar de los peregrinos. La Orden asumía también la defensa de los territorios arrebatados a los musulmanes. Los religiosos pasaron a ser caballeros ligados a su vez con los votos monásticos de pobreza, castidad y obediencia.

Jerusalén volvió a quedar en manos árabes tras la contraofensiva comandada por Saladino en 1187 y en la que murió el Gran Maestre de la Orden. Los monjes soldado se retiraron entonces hasta el mar levantando un gran hospital en la población ribereña de San Juan de Acre. En el interior de Tierra Santa, en la actual Siria, conservaron la imponente y aislada fortaleza del Krak de los Caballeros, la cual resistió hasta doce asedios y que fue finalmente tomada por Baibars, sultán de Egipto el 8 de abril de 1271.

El Krak, que se mantiene a día de hoy en un buen estado de conservación, y que es propiedad del gobierno sirio, se ha transformado en una atracción turística visitada por miles de personas anualmente.

Después de la retirada de Tierra Santa, dando perdido, por el momento, el objetivo de conservar Jerusalén y su Santo Sepulcro, las órdenes religioso militares buscaron refugio en las cercanas islas del Mediterráneo. Chipre acogió a los Templarios y a la Orden de San Juan de Jerusalén.

Los Caballeros Hospitalarios comprendieron enseguida que la convivencia cercana con los Templarios acarrearía disputas trágicas. Las querellas y las disputas sangrientas no eran desconocidas entre ellos por lo que en 1310 la Orden se trasladó a la isla de Rodas. En esta isla del Egeo los monjes soldado se establecieron como un poder independiente y como avanzadilla del mundo cristiano frente al expansionismo otomano. Con los años su riqueza e influencia, ya de por sí considerables, se multiplicaron al hacerse cargo del patrimonio templario, una vez disuelta la mítica orden.

Su potente flota actuaba con patente de corso en esta parte del Mediterráneo mandando a pique a cuanto navío turco o berberisco se pusiera al alcance de sus velas. Venecianos y genoveses también plantearon reclamaciones puntuales ante el Papa debido a ataques de la Orden a sus barcos, y es que los Caballeros Hospitalarios de San Juan de Jerusalén y Rodas no parecían tener muchas dudas cuando de repartir oro se trataba. El escritor inglés Lawrence Durrell en su libro dedicado a Rodas Reflexiones sobre una Venus marina, certifica que los obligados votos de pobreza, castidad y obediencia no regían ni la vida cotidiana ni las conciencias de los caballeros en aquella época.

El número de caballeros que servían en Rodas nunca excedió de los mil. La mayor parte de la población local eran griegos ortodoxos, algunos de ellos especializados en los negocios bancarios que florecían a la sombra de la fortaleza monástica. También eran numerosos los soldados de a pie procedentes de la Europa mediterránea. Artesanos y comerciantes judíos, armenios que trabajaban preferentemente la tierra, carpinteros navales griegos y gitanos ambulantes constituían la población más habitual de la isla. En el fondo de la pirámide social estaban los cautivos, la mayor parte de ellos musulmanes procedentes de Egipto o turcos otomanos, a quienes no se permitía ninguna forma de culto u organización propias.

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Camino de Malta

Desde que la Orden se estableció en Rodas hasta que la isla cayó en manos de los turcos en 1522 transcurrieron dos siglos ininterrumpidos de escaramuzas y asedios. En ellos los caballeros demostraron que lo mejor que sabían hacer era pelear y los otomanos dejaron buena parte de sus tropas de elite al pie de los muros fortificados de la isla. Los términos de la capitulación final fueron generosos. Los caballeros pudieron partir con sus armas y pertenencias, cualquier civil podía salir de Rodas, si así lo deseaba en los tres años posteriores a la capitulación con todas sus posesiones. Los que se quedaran estarían exentos del pago de tributos durante los cinco años siguientes, también sus hijos quedarían libres de prestar servicio militar como jenízaros. Los ocupantes garantizaban la libertad del culto cristiano.

De esta forma y en el día de Año Nuevo de 1523 los caballeros supervivientes al largo asedio embarcaron en su maltrecha flota y abandonaron Rodas con rumbo incierto.

Las islas de Elba, Menorca, Ibiza, Heres, Ischia y Malta se barajaron como posibles destinos. Finalmente el emperador Carlos I de España acordó ceder la isla de Malta a cambio de que los caballeros se convirtieran en sus vasallos. Los monjes soldado, conscientes de su valor en alza en un mediterráneo cada vez más amenazado por la influencia otomana, respondieron que a cambio de la cesión sin condiciones de la isla estaban dispuestos, únicamente, a celebrar una misa anual como agradecimiento por el beneficio recibido, o bien, a la entrega de un halcón el día de Todos los Santos al Virrey de Sicilia

la novela negra de Dashiell Hammett El halcón maltés, llevada al cine con Humphrey Bogart en el papel del detective Sam Spade, recoge tangencialmente esta tradición.

Pocos años más tarde, en 1571, el emperador demostró al mundo que no había hecho mal negocio soportando la altanera respuesta de los caballeros. En la batalla de Lepanto, frente a la costa griega, la flota de la Orden fue una de las más decisivas a la hora de doblegar el estandarte de la media luna.

Desde hace unos años la bandera de fondo rojo y cruz blanca de ocho puntas, símbolo de las ocho bienaventuranzas del Sermón de la Montaña, ha vuelto a tremolar en el aire salobre de la isla de Malta. Un acuerdo con el actual gobierno maltés ha concedido a la Orden el uso exclusivo del fuerte de Sant Angelo durante 99 años. El histórico castillo perteneció a los caballeros desde el año 1530 hasta la ocupación de la isla por las tropas napoleónicas en 1798. Una vez restaurada la fortificación acoge, a día de hoy, las diversas iniciativas históricas y culturales programadas por la Orden en la isla.

Internacional aristocrática

Históricamente los caballeros se han reclutado entre las familias pertenecientes a la nobleza europea. La edad mínima para alistarse eran los quince años aunque no se permitía portar armas hasta cumplidos los dieciocho. El idioma oficial de la Orden era el latín a pesar de que la organización interna se hacía teniendo como base las lenguas de sus componentes.

El sistema de nacionalidades funcionaba de una manera sutil y, pese a que esta peculiar internacional aristocrática conoció tensiones y rebeliones internas, las más importantes no se debieron a tensiones provocadas por el origen de los caballeros. Las siete lenguas en las que se estructuraba el funcionamiento de la Orden eran las de Provenza, Auvernia, Francia, Italia, Aragón, Inglaterra y Alemania. Posteriormente en el Concilio de 1461 y siendo Gran Maestre Pedro Zacosta, se incorporaría una nueva lengua, la de Castilla, que quedó como octava en jerarquía dada su menor antigüedad.

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El escritor de origen libanés afincado en París Amin Maalouf, es el autor de la obra Las cruzadas vistas por los árabes. En uno de sus capítulos, titulado significativamente «Quiera Dios que nunca vuelvan a pisar este suelo», se recogen testimonios de diversos cronistas de origen musulmán en los que se acusa a la soldadesca cristiana de actos de pillaje y crímenes, muchos de ellos provocados por la indisciplina, la afición al juego y el alcohol de los cruzados. En el mismo apartado se acusa igualmente a la orden de los Hospitalarios de San Juan de fomentar alianzas militares con los mogoles a fin de debilitar el frente árabe.

Maalouf recoge los testimonios que certifican que los monjes soldado y sus expeditivos aliados, llegados desde las estepas asiáticas, participaron en un nuevo intento de penetración militar en tierras de Siria en el año 1281. Diez años mas tarde, y después de una dura ofensiva que provocó matanzas sin cuento, los árabes reconquistan la ciudad de Acre. Se cerró así la primera parte de un ciclo trágico inaugurado por Corazón de León y otros cruzados cuando, cien años antes y después de conquistar San Juan de Acre, pasaron a cuchillo a todos los resistentes y a buena parte de su población, niños, ancianos y mujeres incluidos.

Maalouf sostiene en su obra que las órdenes de monjes soldados eran la vanguardia de las tropas de cruzados y que, al igual que éstos, sus preocupaciones reales estaban más cerca de las tentaciones terrenales que de sus grandilocuentes proclamas propagandísticas.

Las cruzadas y sus consecuencias para los países árabes parecen perderse en la nebulosa del tiempo, aunque de vez en cuando el lenguaje vuelve a traer a colación que aquellas heridas en apariencia olvidadas y cicatrizadas vuelven a supurar. Así, cuando el turco Alí Agca disparó en plena Plaza de San Pedro contra Juan Pablo II afirmó que su deseo era «matar al jefe de todos los cruzados». Tampoco es casual que en diversos comunicados islamistas se identifique a las tropas de ocupación occidentales con el apelativo genérico de cruzados.

San Juan de Acre en Alava

El monasterio de San Juan de Acre, en el pueblo alavés de Salinas de Añana, domina desde la colina en que se alza, las blancas eras de las que antaño se extraía artesanalmente la sal. Las cruces rojas de la Orden de Malta están grabadas en los dinteles de algunas puertas y en los lugares más nobles del edificio monástico.

No es casualidad que la orden ubicara sus cenobios en lugares propicios para el comercio y el intercambio. El control de la sal, con la importancia capital que tuvo para la economía medieval, explicara grosso modo el por qué de esta particular ubicación de la orden en el sur de Alava. Tampoco es casual el nombre: Acre, Akko en hebreo o Akka como también se la conoce, es hoy una pequeña población costera a orillas del Mediterráneo y cercana a la bahía israelí de Haifa. Cruzados, sarracenos, turcos, tropas napoleónicas, ingleses, árabes y finalmente judíos han sido, nominalmente al menos, los dueños de este pequeño puerto que, actualmente, no sobrepasa los 45.000 habitantes.

Entre los numerosos advenedizos que pasaron por Acre en su ruta guerrera hacia Jerusalén y su Santo Sepulcro destaca la reina Berenguela de Navarra casada con Ricardo Corazón de León. Fue precisamente en la Tercera Cruzada, cuando este estratégico enclave pasó a denominarse San Juan de Acre. Las crónicas históricas fechan los años 1191 y 1192 como los de la estancia de la reina navarra en este estratégico punto del Mediterráneo, mientras su consorte inglés guerreaba contra los árabes siempre lejos de su esposa, y al parecer, sin añorarla en absoluto.

Es precisamente en Navarra, a escasos kilómetros de Pamplona, donde la bandera roja con la cruz octogonal blanca se alza en lo alto de la hospedería de peregrinos del pueblo de Zizur Menor, una cruz que se repite en numerosas capillas románicas, castillos y hospederías a lo largo del Camino de Santiago. Un símbolo presente en la historia de Europa occidental y del Mediterráneo desde los albores de la Edad Media y que participando en guerras abiertas e intrigas palaciegas ha logrado sobrevivir como ente soberano hasta el siglo XXI.

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