La OTAN va por China
No es nada nuevo. En los años ochenta Japón era la China de hoy. Crecía a dos dígitos y se convirtió en la segunda economía más grande del mundo. Creció el déficit comercial de Estados Unidos y acusó a Japón de manipular artificialmente su moneda; pero, sobre todo insistía en lo mismo que insiste hoy contra China: el supuesto robo de propiedad intelectual. En su reciente cumbre de Washington, la OTAN ha elevado significativamente el tono en sus críticas a China, atribuyéndole muy especialmente el calificativo de «principal facilitador de la guerra de Rusia contra Ucrania».
Según la OTAN, «el apoyo de China hace una gran diferencia en este momento en el campo de batalla». La alianza acusa también a China de fortalecer la maquinaria de guerra de Rusia proporcionándole componentes críticos en gran escala.
Beijing ha negado repetidamente el suministro de armas a Moscú y tampoco EU ha logrado presentar pruebas convincentes de lo contrario. Sin embargo, el propio auge de su comercio bilateral es considerado una violación de las sanciones occidentales y, por tanto, un comportamiento execrable y, por supuesto, más condenable, por ejemplo, que el abierto apoyo militar prestado a Israel para que prosiga con su genocidio contra la población palestina.
La invectiva de la OTAN es algo más que un recurrente recurso para explicar los varapalos sobre el terreno en Ucrania y el escaso efecto de las sanciones contra Moscú.
La OTAN apuntala un gran giro en su campo de visión ya que tradicionalmente se ha centrado en la seguridad en el área transatlántica. China no ha aparecido en un documento público de alto nivel de la OTAN hasta finales de 2019. Sólo en su último concepto estratégico, acordado en Madrid en 2022, la alianza describe las ambiciones de China como un desafío a su seguridad.
Lo que subyace a todo ello es el propósito de la OTAN de profundizar las relaciones con sus socios del Indo-Pacífico. Estados Unidos da así un paso de gigante para fortalecer las alianzas europeas, las coaliciones asiáticas y con otros socios en todo el mundo para afrontar su mayor desafío estratégico: China. Y en ese empeño, la estrategia militar avanza.
Contradicciones clamorosas
La consideración del comercio como facilitador de la guerra muestra de nuevo la doble vara de medir de Occidente. Mientras se señala a China, se mira para otro lado en el caso de India, por ejemplo. En la reciente visita de Modi a Moscú, acordó con Putin fortalecer los vínculos económicos -también los militares- para alcanzar en 2030 los 100 mil millones de dólares en comercio bilateral. Tras la guerra con Ucrania, India se convirtió en el segundo mayor importador de crudo después de China, contribuyendo a agrandar el Tesoro del Kremlin a pesar de las prohibiciones occidentales. Y nadie puede alegar ignorancia: lo refina y lo revende a los países europeos que respetan el embargo.
Y no es solo India. Otro caso paradigmático es Taiwán, que se ha convertido en el quinto mayor comprador de carbón ruso, es decir, se ha convertido en «cooperante financiero del régimen del presidente ruso Vladimir Putin»… Pero a la lista negra de Washington van solo las empresas de China continental.
Japón como ariete principal
Las declaraciones acusatorias del primer ministro japonés Fumio Kishida sobre el «apoyo» de China a Rusia, subrayan el papel fundamental de Japón para secundar la estrategia de Estados Unidos en la construcción de una «OTAN asiática» y para servir al objetivo de liberarse de las restricciones de posguerra.
Tokio, en efecto, se afianza como principal referente estratégico de EU y la OTAN en la región. En su libro blanco de defensa de este año, dado a conocer días atrás, el análisis de la coyuntura y la definición política se alinean totalmente con las tesis de Washington. El archipiélago alberga más de 50.000 tropas estadounidenses, cientos de aviones militares y un grupo de ataque de portaaviones que podría desplegar en situación de crisis.
Complementariamente, los presidentes Marcos Jr, en Manila, y Lai Ching-te, en Taipéi, parecen inmersos en una carrera por ver quién se entrona como el Zelenski de Asia. Tokio negocia con Filipinas la gestión conjunta del desafío chino en las aguas del Mar de China meridional.
Europa se deja llevar
Esta fue la primera vez que la OTAN se une a Washington para censurar a China de forma tan contundente. Para EU representa una victoria diplomática nada desdeñable. Las presiones para que la OTAN y la alianza Asia-Pacífico converjan con su «estrategia Indo-Pacífica» van por buen camino, aplicando colectivamente el cerco sobre China para frenar su ascenso.
Y aun siendo cierto que los diversos intereses y demandas de los 32 países miembros de la OTAN conducen a divisiones sustanciales sobre cómo abordar a China, a esta le crecen las dificultades para atraer diplomáticamente a Europa. Las palancas de presión de EU son más que efectivas, como lo demuestra la reciente decisión alemana de prescindir de Huawei y ZTE en las redes 5G o en el seguidismo aplicado en los aranceles a los vehículos eléctricos.
El tono de la declaración de la OTAN sugiere que puede haber sanciones contra Beijing y mayores dificultades en la gestión de las relaciones con la Ue, que lleva tiempo tratando de que no empeoren. El influjo de la OTAN en la definición de la política exterior europea se antoja creciente.
La reacción de China
En China crece la preocupación por este pronunciado giro en la estrategia de la OTAN y que solo puede servir a un propósito: mantener la hegemonía estadounidense y apoyar el papel dominante de Occidente en los asuntos globales.
China tendría que manejar esta situación con prudencia, evitando facilitar argumentos para que la inestabilidad se instale en la región. Idear como respuesta a la presión occidental en el Pacífico la realización de ejercicios militares en Bielorrusia, a las puertas de la OTAN, es una muestra de no amilanamiento que internamente puede resultar, pero no facilitará el diálogo con Bruselas. Lo más negativo es que se pierdan las esperanzas de mejorar sus relaciones con Europa.
La estrategia de promoción de la economía, el comercio y la inversión como punta de lanza de su política es acertada pero quizá necesite avanzar más en la concrección de iniciativas de seguridad dirigidas a los países de la región sin que ello les obligue a tomar abiertamente partido, cosa que muy pocos realmente desean. China ha reclamado a las capitales de la zona que no se embarquen en los planes de extensión de la OTAN a Asia-Pacífico.
* Asesor emérito del Observatorio de la Política China
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