La peluconería, que no perdona, pide perdón

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Alberto Maldonado S.*

¿Alguna vez, Augusto Pinochet admitió que durante su “mandato”, que duró 17 años, se cometió algún crimen, algún delito? Nunca. Según él, y hasta el mismo día de su muerte en olor de santidad, su gobierno se preocupó por “salvar a Chile de los comunistas”; y si, en esa “sagrada misión” alguien cometió “algún exceso” (más de 3.000 asesinatos y desaparecidos, medio millón en el exilio y otros crímenes) eso no fue su responsabilidad.

Videla, el gorila argentino que tomó el poder en 1976, para “combatir  la subversión” (los montoneros, del propio Partido Justicialista entonces en el gobierno)  y que, en menos de ocho años de dictadura  “desapareció” (los asesinó, los liquidó, los lanzó desde los aviones de la muerte) a más de 30.000 argentinas y argentinos, y que acaba de ser sentenciado a cadena perpetua, en su defensa volvió a repetir el discurso anticomunista de 1976 y a sostener que estuvo en la obligación de “salvar a la Argentina” de la amenaza comunista.

Pienso también que ni siquiera en estos casos, es recomendable la amnistía o el indulto totales. Administrativamente lo mínimo que les debe pasar es una separación (obligada o voluntaria) del cuerpo armado. No basta una sanción disciplinaria porque aquello pasa y el uniformado (que ha dado muestras de brutalidad e indisciplina) vuelve a sus “tareas habituales” con más deseos de que le vuelvan a dar chance para dar rienda suelta a sus psicopatías.

Y, los más importante, que el Gobierno-Correa comience a poner las barbas en remojo y a pensar que lo ocurrido el 30-S, con suerte, no fue de tarjeta roja. Si bien es verdad que el presidente Rafael Correa se ha afianzado en la opinión pública (más del 70% de aceptación nacional) no es menos cierto que la derecha golpista debe estar alerta y tiene recursos para seguir conspirando. Y, en una segunda vez, es muy posible que no cometan el error de ese jueves septembrino sino que, con el respaldo de organismos conspirativos (como la SIP-CIA, el Grupo de Diarios de América, la relatora comunicacional de la OEA, la USAID, la NED, el Coro, etc.) hagan “bien la tarea”; y, como ocurrió en Honduras, lleguen a “un final feliz”.

Por lo menos los diarios del sistema (el neoliberalismo) siguen su tarea habitual y van de escándalo en escándalo, mintiendo, tergiversando, manipulando. Y como a ellos no les pasa nada punitivo, pues hay que cumplir con los “sanos deseos” del Departamento de Estado de los Estados Unidos: liquidar la revolución cubana, liquidar la revolución bolivariana y a su líder Hugo Chávez, y liquidar cuanto intento se dé en el patio trasero (América Latina) contra “la democracia y la libertad”

En cuanto a la “prédica” de que debemos unirnos y deponer nuestros odios, es un viejo sermón de la derecha para, en un momento determinado, neutralizar cualquier acción judicial. Medios sipianos, políticos de oposición y hasta obispos católicos (el arzobispo Arregui de Guayaquil) han lanzado la idea: una unión temporal entre dispares, entre ricos y pobres, entre explotadores y explotados. Este discurso me recuerda a Renato Leduc (un viejo periodista mexicano, ya fallecido) que, cuando algún presidente demócrata (creo que fue Roosevelt) lanzó la “política del buen vecino” decía: ¡Claro, nosotros somos los buenos; y ellos, los vecinos!

* Periodista.

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